Abogado, experto en derecho internacional y con una gran vocación política, que le llevó a ocupar importantes responsabilidades en los gobiernos de Pastrana y Uribe, Rafael Nieto Loaiza es, a sus 53 años, una joven promesa en alza dentro del uribismo. Habiendo sido candidato presidencial en las últimas primarias del Centro Democrático y director de la “orquesta” en varias campañas electorales de esta formación, podría ser un buen candidato para las elecciones del 2022. Por ahora, es precandidato presidenciable y la apuesta de un buen sector del centroderecha colombiano de cara a los próximos comicios, donde la izquierda pisa fuerte y cuenta con grandes posibilidades. Un duelo final, en forma de segunda vuelta, entre Nieto y Petro no es un escenario descartable.
Ricardo Angoso: ¿Cómo analizas y examinas las protestas de estos días en las calles colombianas?
Rafael Nieto: Creo que hay dos momentos claros en las protestas, que comenzaron el 28 de abril y continúan. Uno de esos momentos es cuando la ciudadanía estaba llamada a un paro nacional y hubo una gran manifestación con una participación espontánea de muchísima gente que creía que la reforma tributaria del gobierno de Duque era inoportuna e inconveniente, algo que también comparto. Y por eso salió mucha gente, por una propuesta razonable y justa.
Otra cosa bien distinta es lo que sucedió al final de esa demostración y lo que viene sucediendo en los últimos días, donde prima el vandalismo, los actos delincuenciales, los saqueos de comercios, los bloqueos, los ataques a instituciones financieras, la violencia gratuita y las vías cortadas por grupos violentos. Esos actos violentos no son espontáneos, sino organizados y sistemáticos. En mi opinión, los mismos tienen tres propósitos: el primero es dañar la calle y erosionar la gobernabilidad del presidente Duque; el segundo objetivo, claramente, es el empobrecimiento del país y dañar a la economía; y, en tercer lugar, un sector de la izquierda cree que empobreciendo al país, y que se dañe al mismo tiempo la gobernabilidad, más posibilidades hay para que una candidatura de ese corte izquierdista, pero también populista, tenga éxito en las elecciones del próximo año.
Y ahora explicó las razones por las que buscan ese empobrecimiento: un sector de la izquierda radical considera que cuanto más pobre es el país y haya mayor desempleo, más posibilidades de éxito tiene el discurso del odio y el resentimiento, de la lucha de clases que conforma y forma parte de su doctrina y, por tanto, creen que esos ataques a todas las instituciones, empresas y cuerpos de seguridad, incluyendo la destrucción de los CAI de la policía, les apoyan en sus espurios objetivos en el corto y largo plazo.
R.A: Con los hechos que han sucedido en Bogotá y en Cali, ¿no crees que se echa en falta un liderazgo sólido al frente del país?
R.N: Creo que hay un problema en las autoridades locales, regionales y nacionales que, obviamente, se refleja en esa situación que describes de ausencia de liderazgo. La gobernadora del Valle y el alcalde de Cali han tenido unas actitudes que podríamos denominar como ambiguas y nada claras; a veces se muestran a favor de la ciudadanía que se manifiesta pacíficamente para, a renglón seguido, ser muy pusilánimes ante los que realizan actos vandálicos y violentos en nuestras ciudades.
También la actitud del gobierno nacional, al menos hasta hace unos días, se presentaba como timorata y con falta de asumir los riesgos de carácter político que suponen usar la fuerza legítima del Estado para enfrentar a los vándalos y a los que desafían abiertamente el orden legítimo usando la violencia. Creo que el Gobierno Nacional temía más a los organismos de Derechos Humanos que podían cuestionar la acción del gobierno que a aquellos que estaban usando la violencia en nuestras calles. Las críticas, evidentemente, se pueden hacer en ambas direcciones.
Luego, al Gobierno nacional le faltó olfato y tacto político al no ver que al proponer una reforma tributaria de esa naturaleza en estas circunstancias, cuando los ciudadanos apenas empiezan a sacar la cabeza después de una grave crisis, quizá la peor de la que tengamos noticia en la historia reciente de Colombia, nos iba a llevar a la situación actual, revelándose en toda su dimensión la ausencia de liderazgo.
Por otra parte, uno observa a los líderes de la izquierda entre complacientes y complacidos por la marcha del paro y la protesta, con un discurso claramente contradictorio, porque por un lado dicen estar preocupados con el desempleo, la pobreza y la crisis social, pero cuando apoyan la protesta solamente contribuyen a la destrucción de las empresas y a que más ciudadanos acaben en la informalidad y la miseria. Esa contradicción parece no afectarles a los líderes de izquierda y no parece preocuparles de ningún modo, a pesar de que se genere más pobreza. En el otro lado, la derecha se siente atrapada y confundida ante el hecho de haber elegido a Iván Duque como su presidente y no encontrar en su forma de gobierno las respuestas que quisiera ante la crisis que estamos atravesando, y frente a una coyuntura de esta naturaleza, que quizá requería más firmeza y más autoridad, en una apuesta por el orden y la seguridad.
R.A.: Duque hasta ha sido cuestionado en esta crisis por algunos líderes de su partido, sobre todo cuando abiertamente algunos senadores le criticaron por no ir hasta Cali a hacer frente a lo que estaba ocurriendo en esa ciudad. ¿No piensas que en el Centro Democrático hay una cierta desazón por la actuación de Duque?
R.N.: Yo desde el principio de este Gobierno de Duque he ido señalando que el mismo adolecía de un relato de país, de una narrativa en definitiva coherente, que es lo que realmente necesita un ejecutivo. Ahora, sin embargo, queda claro que este va a ser el ejecutivo de la pandemia y no va a ser nada más que eso. Otro problema de este ejecutivo tiene que ver con las dificultades de conexión con las propuestas de la campaña que no era lo que se estaba implementando en el Gobierno, por un lado, y porque terminó gobernando con los partidos y representantes parlamentarios que conformaron la “unidad nacional” de Santos, generando molestias y malestar en la dirigencia local, regional y nacional, pero también en la base, del Centro Democrático. Esta forma de hacer política, incluso sin consultar al presidente Uribe y sin contar con la bancada en las cámaras, creó malestar, obviamente. Así se fue perdiendo la calle y generando la desconexión actual entre la ciudadanía y el Gobierno.
R.A.: ¿Crees que Petro pretende utilizar estas protestas de cara a las elecciones del 2022?
R.N.: Lo primero que hay que mirar es quienes hacen parte del Comité Nacional de Paro. Tanto las personas como las organizaciones que conforman el mismo son todas de izquierda y la inmensa mayoría, por no decir todas, son petristas y pensar que están en esta lucha sin haber hablado y consultado a Gustavo Petro, es una ingenuidad. Petro está detrás del paro y lo estuvo promocionado, ¿hasta cuándo?, hasta que él mismo vio que se lo podía devolver políticamente hablando. Petro vio que el hartazgo y el hastío de los ciudadanos, de los trabajadores, de la gente de bien que quiere trabajar y no quieren parar, de los que rechazan el vandalismo y la violencia, es decir, de la inmensa mayoría del país, podía generarle problemas. Entonces el propio Petro reculó y se echó para atrás. Incluso empezó a sostener que no había razón ni motivo para mantenerse en la calle, adoptando una posición de cambio táctico, pero sin duda detrás del paro estaba Petro y los dirigentes de izquierda que apadrina y forman parte de su proyecto político.
R.A.: ¿Crees que hay pruebas o pistas que avalen que hay mano del exterior, más concretamente del Foro de Sao Paulo e incluso de Venezuela, en este paro?
R.N.: Lo dijo Lenin Moreno, presidente del Ecuador, abierta y públicamente, acusando al eje Caracas-La Habana de que tenía una apuesta clara por intervenir en Colombia. Yo, personalmente, no tengo esas pruebas que revelen cuanto hay de cierto en esa acusación. No puedo afirmar que lo que dice Lenin Moreno sea verdadero o falso, pero no tengo la menor duda de que hay muchos indicios. Lo que sí tengo claro es que Colombia siempre ha estado en el punto de mira de ese eje Caracas-La Habana y es algo público, porque así ha sido revelado por sus líderes y porque si cae Colombia, piensan, se afianzaría el proceso hegemónico de consolidar a la izquierda a nivel continental, colocando a nuestro país en la órbita del pensamiento del “socialismo del siglo XXI” y del Foro de Sao Paulo, remozado ahora como el Grupo de Puebla.
Pero una vez dicho esto, el otro elemento, que sí es real, es que se han capturado a varios agentes de la inteligencia venezolana en Colombia operando en el país y que recientemente un diplomático cubano ha sido expulsado por actividades contrarias y prohibidas en la Convención de Viena por ser ajenas a los quehaceres diplomáticos, es decir, y siendo más concretos, por llevar a cabo acciones de espionaje. Así que está probado que Venezuela y Cuba tratan de intervenir en los asuntos de Colombia, es algo que ya está fuera de discusión.
R.A.: ¿No crees que había también razones sociales y económicas que explican este estallido casi general en las calles de Colombia?
R.N.: Hay que tener mucho cuidado con lo que dice porque no creo que sea un estallido general, ni una protesta mayoritaria en el país, sino que creo que la inmensa mayoría del país sigue siendo silenciosa, trabajadora y lo que quiere es trabajar y ejercer su oficio sin problemas. Coincido contigo en que estamos en una de las peores crisis de la historia de Colombia y tuvimos una caída que es de las mayores desde que hay medición en nuestro país. Crecíamos sin interrupción desde 1965 hasta que apareció la pandemia. Antes del covid-19 todos los indicadores económicos estaban mejorando paulatinamente. La crisis de la pandemia, y en particular los confinamientos que se usaron para atajar la propagación del covid-19, generaron un frenazo tanto en la oferta como en la demanda, así como en la producción y el consumo, y la economía cayó de una forma brutal, aumentando la pobreza y el desempleo que hoy abaten al país. Los avances de veinte años en la lucha contra la pobreza en Colombia, o al menos la mitad de los mismos, se perdieron por culpa de la pandemia generada a causa del covid-19.
R.A.: Personalmente, creo que en esta crisis de la pandemia fallaron muchas cosas en la estrategia de Duque para hacer frente a la misma o, por el contrario, Rafael, ¿crees que el presidente estuvo en el camino adecuado?
R.N.: Coincido básicamente en lo que dices. La crisis no es solamente socioeconómica, sino que hay un elemento político de fondo, tal como se demuestra que ya antes de la pandemia, en noviembre de 2019, tuvimos una serie de protestas que tienen unos elementos similares y parecidos a las de estos días. Había un afán de dañar la calle que venía de antes de la pandemia y que señala que hay un hilo conductor político cuyo origen no es la crisis socioeconómica. Pero eso no quita que señale que en el ejecutivo de Duque haya esa ausencia de liderazgo de la que hablaba antes y que hay una desconexión con el sentir general de la mayoría, aparte de esa falta de tacto y olfato político al que también me referí antes, tal como fue la presentación de la reforma tributaria que después hubo que retirar y provocó la caída del ministro Carrasquilla. Confiemos en que el presidente Duque sea capaz de reconducir la situación y de restituir la seguridad y el orden en el país, dando muestras de ejercer la necesaria autoridad, tal como solicita la mayoría de la población, que demanda poder salir de nuevo a las calles sin miedo ni violencia.