Desde junio de 1994, cuando un chofer de los hermanos Gallón, socios de Álvaro Uribe, vació su proveedor sobre el cuerpo de Andrés Escobar en un parqueadero de una discoteca en Medellín, el fútbol colombiano no repugnaba tanto. La baja calidad de la Liga, la corrupción de la Federación, la completa falta de empatía de los periodistas de Win Sports con la brutalidad policial, la insistencia cómplice de Ramón Jesurum de amangualarse con el ministro Lucena para hacer una Copa América en un país en guerra y gastarse 12.000 millones de pesos en su realización cuando la gente pasa hambre, las vergüenzas que nos hacen pasar equipos como Santa Fe, no, no es un buen momento para ser hincha del fútbol. Es más, las mismas barras bravas han demostrado que no son ningunos delincuentes, como los han querido mostrar algunos periodistas amigos del poder, están en primera línea, en las calles y son los artífices de logros como la caída de las reformas tributarias y de la salud que saquearían por completo nuestros ya flacos bolsillos. Ellos tampoco querían Copa América y, tampoco, quieren partidos de eliminatoria.
Ya llegaron los partidos contra Perú y Argentina. A la Federación lo único que les molestaba era que el partido contra el equipo de Messi se jugara sin público en Barranquilla. Jesurum, insaciable de billete, consiguió la manera de meter 10 mil personas en el Metropolitano. Los futbolistas no tienen sal en la mollera, si tienen duda escuchen una entrevista de James, da hasta pesar, eso lo sabemos, sería mucho pedirles que, en un acto patriótico, se pusieran por primera vez de parte del pueblo al que ellos pertenecen y le bajaran el pulgar al gobierno. Sería un sueño que, en un acto de protesta, se negaran a venir a jugar un partido para una Federación cómplice de los abusos policiales. Ojalá se dieran cuenta que son los idiotas útiles de los que denominó algún día Iván Mejía como los “bandis” más voraces del continente. No jugar la doble fecha de eliminatoria, anunciarlo con anterioridad, sería ponerle una pistola en la cabeza al presidente y obligarlo a escuchar lo que piden los jóvenes en las calles: desmontar el Esmad, reestructurar la policía, limpiarla de la sangre de las decenas de inocentes que han sido asesinados desde septiembre del 2019 en las calles del país.
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El fútbol está repleto de estos actos heroicos: la URSS se negó a jugar en el Estadio Nacional de Santiago el partido de vuelta de las eliminatorias de Alemania 74 por los asesinatos de Pinochet
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El fútbol está repleto de estos actos heroicos: la URSS se negó a jugar en el Estadio Nacional de Santiago el partido de vuelta de las eliminatorias al mundial de Alemania 74 por los asesinatos que el perro rabioso del Pinochet cometió después de tumbar a Allende, el delantero Leopoldo Jacinto Luque decidió desafiar la dictadura de Videla y declinó un llamado a la selección, Socrates, en plena dictadura brasilera, fue el artífice de la Democracia Corintiana y usó el fútbol, el circo preferido de ese país, para combatir a los militares y su brutalidad. ¿Se imaginan que en un ataque de sensatez jóvenes millonarios como Cuadrado, que no tienen nada que perder, que ya lo ganaron todo, emitir un comunicado para decir que ellos no van a representar los colores de un gobierno y una Federación cómplices de la más feroz represión policial que ha vivido el continente desde las dictaduras militares del Cono Sur? Sería un cataclismo imposible de resistir para este gobierno y los millones de jóvenes que se manifiestan en las calles los elevarían a la altura de dioses.
Pero no, eso jamás pasará. Ellos son nuevos ricos y, como tal, son arribistas e ingratos con su propia gente. No entienden nada. Miren nada más el caso de un muchacho como Juan Fernando Quintero, a quien el papá se lo desapareció el ejército mientras prestaba servicio militar en Carepa y el general Zapateiro es el principal sospechoso de ese crimen. El pelado ha sido incapaz de gritar contra los mismos verdugos de su padre. Les falta rebeldía, sangre en las venas, coraje. Soy hincha del fútbol pero, ¿de verdad vamos a gritar los goles que podrían hacer olvidar por un momento la masacre que se vive desde el 28 de abril? ¿De verdad nos vamos a alegrar por los negocios de Jesurum? ¿Vamos a darle la espalda a los jugadores de la Liga que se han declarado en huelga?
El fútbol debería servir para algo tangible. En las manos de James y sus muchachos podría estar la estocada final para sacar del poder a los que nos tienen en la lona. No lo van a hacer porque ellos también son parte del problema.
