Valientes patriotas,
Lo confieso, soy un cobarde y tal vez eso no cambie. Debería dejar, como lo habéis venido haciendo en estos días, el sudor, las lágrimas, la piel, la sangre y hasta la vida en el ardiente o helado asfalto. La tiranía tiembla hoy como hace dos siglos, pero por fin parece caer definitivamente. ¿Seremos libres? Sería tonto daros improvisadas lecciones de historia de Colombia, porque siempre hay un eterno retorno en nuestra realidad macondiana y siempre nos repetimos: al pueblo nunca le toca. ¡Gracias, valientes! Os habéis ofrecido generosamente para que en un futuro, muy próximo, al pueblo le toque y eso Colombia lo recordará eternamente. Un agradecimiento a vosotros, héroes y heroínas, que enfrentan a una fuerza pública infame, esa fuerza que obra como perro Cerbero de la narcooligarquía.
Lucháis valientes contra la asesina narcooligarquía que desde 2002, cuando muchos de vosotros aún no habíais nacido, malgobierna la patria. La narcooligarquía es el estado de descomposición del país político y si no lo sabéis, lo intuís y por eso te habéis puesto en pie de lucha. Los niveles de despotismo de los nuevos ricos sobrevivientes de los extintos cárteles de Medellín y Cali, respectivamente, son superiores a los de la vieja oligarquía urbana que cómodamente se residenció en Europa. Los nuevos ricos hicieron amalgama con la oligarquía rural, el siempre oportunista capital extranjero y a una camarilla mafiosa al interior de la fuerza pública, entonces el paramilitarismo se transformó de una mera táctica antisubversiva a un monstruo que devoró por completo al Estado colombiano. La barbarie nos golpea abiertamente desde los días secretos de Ralito, y aun cuando esos días dejaron de ser secretos, la prensa oficial calla, ¡calla impunemente!. Esa misma prensa que sigue ungiendo con elogios al tirano, aun en su ocaso.
El país nacional ruge en las calles, tal vez como nunca antes, ni siquiera cuando el hombre que fue pueblo fue asesinado. El país nacional sigue avanzando victorioso y a medida que lo hace es como un puño que se cierra, un puño de hierro implacable qué hace justicia. ¡Y va a caer! ¡Y va a caer la tiranía! ¡Tiranía va a caer!
Compatriotas valientes, decenas de vosotros habéis sido asesinados, centenares desaparecidos y más de mil heridos; seguro seréis más, mas tened en cuenta que tan alto sacrificio que hacéis será dichoso porvenir para la patria. Nunca temáis a esos que mentirosamente llaman "héroes", que os atacan sin césar, que os atacan porque el general, el ministro, el presidente y el tirano, tras escena, os llaman "terroristas". Hace dos siglos para la tiranía hasta pensar era un acto de sedición, hoy para ella es un acto de terrorismo. No desfallezcáis, seguid, qué la gloria ya es vuestra y nada ni nadie podrá arrebatárosla. El tirano, sus adeptos y sus colaboradores extranjeros proclaman a voz viva qué estáis haciendo la revolución socialista en Colombia, y es cierto qué estáis haciendo la revolución, pero no una socialista, estáis haciendo una revolución nacional que no puede seguir siendo aplazada porque urge consolidar un proyecto de Nación y es ahora o nunca. Por eso la gloria ya es vuestra, porque habéis abierto la senda. Habéis logrado lo que no ha hecho ningún líder, ningún partido o movimiento político en la historia reciente: hacer al país encontrarse así mismo. Comprended que no hay revolución sin contrarrevolución y los déspotas se resisten por todos los medios a que su fabulosa y privilegiada realidad sea transformada. Entonces a los que no estamos peleando, pero somos conscientes, no nos sorprende la ferocidad de esta contrarrevolución de los falsos patriotas, porque vosotros sois los verdaderos patriotas. A vosotros estarán destinados los más grandes honores.
Os pido perdón, valiente héroe, valiente heroína, porque se dio la orden de batalla y yo sí me quedé, no en mi biblioteca, sino en la pequeña habitación desde la que escribo; me quedé expectante, inmerso en Facebook, Twitter y YouTube, con gran impotencia, porque soy cobarde, lo sé. Perdonadme, valientes compatriotas, pero quiero que sepáis el fundamento de mi cobardía: ¿Quién ha de cuidar de una madre qué todo lo que tiene es a su único hijo? ¿Quién ha de proteger a tan dulce y tierna viejecita? Se me llenan de lágrimas los ojos al ver a las desconsoladas madres de los patriotas caídos, patriotas que no tuvieron más compensación que la sonrisa de un pueblo que se libera. Lloran las madres y lo seguirán haciendo pues perdieron un hijo, pero millones ya somos sus hijos.
¡Gracias valientes! Todas vuestras acciones derivarán en mejores destinos para ésta dolida patria, dolida por los que han caído y caerán en tan noble lucha. Una mañana, no muy lejana, la horrible noche cesará porque sí el sol alumbra a todos justicia es libertad. Gracias a ti, a él, a ella, a ellos, a los que estuvieron y a los que siguen estando porque hacen posible la victoria popular. ¡Gracias por despertarnos la esperanza! ¡Gracias valientes patriotas!
Hasta siempre,
Un cobarde que les ama.