El mundo académico y científico no sale del asombro por el inesperado deceso de uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo: el creador del concepto autopoiesis, que se deriva del griego auto que significa “sí mismo”, y poiesis, que se refiere a la “creación o producción”, ha dejado de existir a sus 92 años.
El biólogo y científico chileno obtuvo un doctorado en la prestigiosa Universidad Harvard, donde alcanzó a desarrollar sus conocimientos hasta convertirse en autoridad a nivel mundial sobre los sistemas autopoiéticos moleculares, que son los sistemas moleculares que producimos a nosotros mismos o autoproducimos. La realización de esa producción como sistema molecular, según el autor, constituye el vivir.
Es maravillosa la manera como el científico Maturana explicaba el concepto autopoiesis ejemplificaba y explicaba que cuando los niños ingieren los alimentos estos se vuelven nutrientes, que esos sustentos pasan a formar parte del organismo convertidos en tejidos, huesos, músculos y demás, y, que, por tanto, esa creación o producción pasa a ser el sistema autopoiéticos molecular, que en resumidas cuentas se puede tener como definición de qué es la vida.
El filósofo Maturana, junto a Ximena Dávila, creó un laboratorio humano al que llamó Matriztica, que funciona como un centro de pensamiento donde se abordan una serie de temas desde la biología hasta la epistemología. Los conceptos de biología cultural y plasticidad conductual revolucionaron el pensamiento del momento.
En las distintas conferencias, Maturana solía afirmar que todos los seres humanos somos inteligentes porque la plasticidad conductual se trasforma porque somos seres en evolución. Sobre su término acuñado autopoiesis en relación con la definición de la vida, dijo: “La pregunta básica que me hice fue, qué es lo vivo y qué es lo que muere, o, qué tiene que estar pasando en la interioridad de un ente para que yo, mirándolo desde afuera, pueda decir que es un ser vivo”.
Maturana nos dejó una libertad reflexiva cuando, por ejemplo, se refería a que la educación como trasmisión de datos a los alumnos era pérdida de tiempo. Él concibió la educación como la gran trasformación para convivir. Cuando en alguna ocasión le preguntaron por el amar, dijo que el amor es mirarse y que ese mirarse es escucharse. Cuando nos escuchamos entonces entramos en el terreno de la confianza, por consiguiente, el amar es convivir en confianza.
Otros de los temas que Maturana aborda en los seminarios de Matriztica, están relacionados con el reconocimiento: Se refería a que yo me reconozco a mí mismo, nadie me reconoce, nadie hace nada por mí, yo hago todo por todos.
Invito a ahondar en la obra de Maturana. Es una aventura que nos arroja a la belleza del pensar, al redescubrimiento de los sentires y de los actuares, a lenguajear y sobrevivir en el remolino molecular.