¿Somos mentirosos?

¿Somos mentirosos?

Como dijo Anatole France, escritor francés: "Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento"

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
mayo 13, 2021
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¿Somos mentirosos?
Foto: Pixabay

En mis clases de neuromarketing les lanzo a mis estudiantes la siguiente y lapidaria afirmación: “todos somos mentirosos”. La naturaleza humana implica que seamos imperfectos y, dentro de esa imperfección, la mentira es un código arraigado profundamente en nuestra genética.

Una genial película llamada La invención de la mentira (dirigida por Ricky Gervais y Matthew Robinson, 2009) nos muestra un mundo donde las personas no están en capacidad de decir mentiras. Las afirmaciones más dolorosas, los comentarios políticamente incorrectos, la carencia de una figura que represente algún tipo de divinidad, los mitos históricos y cualquier manifestación de creatividad que no implique una demostración sustentada en hechos y realidades son imposibles en ese gris y concreto universo. La literatura y el “cine” en la distópica visión allí se limitan a narrar hechos sin añadirles nada extra a lo que realmente sucedió (literalmente las películas son representadas por un individuo sentado en un sofá leyendo de un libro los acontecimientos históricos, como por ejemplo la invasión de Napoleón a Rusia).

El protagonista, un tipo regordete con nariz de bola, es un fracasado escritor de guiones cinematográficos al que, desafortunadamente, le toca como tema de trabajo el periodo histórico de la “peste negra”, además de tener que lidiar con una anciana madre enferma, una bancarrota económica y el estar enamorado de una bella, pero inalcanzable, mujer.

Pese a esto, cuando la vida del protagonista está en su nivel más bajo, descubre que puede decir “lo que no es”, y, asustado por pensar que “ha hecho una maldad” acude a sus amigos habituales los que, por supuesto, son incapaces de entender lo que sucede pues ante cada mentira que él inventa, ellos solo reaccionan aceptándola como una irrefutable verdad. De un momento a otro, nuestro “héroe” descubre que tiene en su mente un poder increíble, pero, pese a esto, también se da cuenta de que no siempre es bueno decir “lo que no es”.

En la visión opuesta nos encontramos la película Mentiroso, mentiroso (dirigida por Tom Shadyac, 1997) donde el genial Jim Carrey interpreta al mitómano por excelencia, un abogado, que tiene como rasgo distintivo el ser capaz de manipular la verdad de una manera tan atrevida que hasta la más absurda falsedad resulta transformada en la más impoluta verdad. Pero, y una vez que por enésima vez le miente a su hijo, es condenado por un deseo de cumpleaños a no mentir por un día, de ahí en adelante su exitosa vida da un vuelco y se ve obligado a decir las más duras y, por supuesto, salvadoras verdades.

En el mundo literario podemos hallar un interesante libro, recopilación de ensayos, escrito por Mario Vargas Llosa, titulado La verdad de las mentiras y que, con una impecable calidad argumentativa, nos pasea por un abanico muy interesante de obras literarias que van desde Un mundo feliz de Aldous Huxley a El tambor de hojalata de Gunter Grass explicando, el nobel de literatura, que, en esa ficción que envuelve cada historia, se esconden profundas verdades. Se podría decir que tras una gran mentira de ficción se esconden realidades y mensajes que escudriñan a fondo la hipocresía, la maldad y la miseria humanas que, a su vez, se ocultan tras una velada capa de más mentiras. El mismo Vargas Llosa cuenta como muchas personas le comentaban que veían en sus libros de ficción amargas verdades que les había tocado vivir.

La mentira es nuestro acompañante habitual y es una forma de reaccionar ante situaciones que nos incomodan, preguntas que nos desagradan, opiniones que nos merecen poca o ninguna atención, situaciones laborales, personales o sentimentales. Mentimos para hacer sentir bien a otros, para evadir invitaciones inoportunas, para ocultar tristezas, y, en fin, mentimos para no afrontar ciertas realidades incómodas. ¿Qué usted no miente? Vayamos a la paradoja del mentiroso de Epiménides, filósofo y poeta cretense, que nos presenta la siguiente afirmación: “todos los cretenses son mentirosos”. Por tanto, dado que Epiménides era cretense, entonces su afirmación es falsa… y, para terminar, mentir es natural en el ser humano, lo triste es que las mentiras son muy dolorosas por el simple hecho de que cuando se establece la verdad nos queda una profunda y dolorosa sensación de traición y engaño. Como afirmaba Friedrich Nietzsche: “No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”.

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