Para Lucas Villa, joven estudiante de Licenciatura de Educación Física asesinado en una de las movilizaciones en la ciudad de Pereira, el papel de los jóvenes frente a la crisis social que afecta a toda la población es claro: ellos no pueden ser indiferentes y deben acompañar las movilizaciones pacíficas, aun bajo el riesgo de ser víctimas de la intolerancia por el solo hecho de ser jóvenes conscientes de la necesidad de un cambio y salir a la calle a expresar ese deseo para alcanzar ese sueño de vivir en un mundo nuevo.
Lucas es el ejemplo claro de una nueva generación de jóvenes que van más allá de la cotidianidad, la diversión y el jolgorio, y para quienes las luchas políticas y sociales no son asuntos de manejo de los políticos y sindicalistas. Para ellos el mejoramiento de las condiciones y calidad de vida de la población, su mayor participación en cuestiones políticas y en la construcción de democracia, son asuntos prioritarios en sus agendas. Esto en el ejercicio de su participación en temas que afectan su desarrollo como parte de un Estado en el que existen grandes desigualdades sociales.
Lucas era consciente de los riesgos al participar en las movilizaciones programadas, como la del 5 de mayo, en la que fue víctima de la intolerancia; pero siempre motivó a los jóvenes con bailes, cánticos, alegría y optimismo de que estas jornadas darían sus frutos. Así mismo, defendió el derecho a protestar, aún con la posibilidad de que pudiera pasar lo peor, como morir por solo hecho de salir a la calle a ejercer el derecho ciudadano a expresarse pacíficamente.
La enseñanza que nos deja esta jornada de paro nacional y el sacrificio de Lucas es que se deben continuar con las movilizaciones y expresiones ciudadanas de apoyo, pero sin afectar a quienes se pretende representar: el desabastecimiento en gran parte del país, que pone en riesgo la seguridad alimentaria de los colombianos; la escasez de combustible, que limita la movilidad y desplazamiento de la población; las dificultades en la prestación del servicio de salud en el momento en el que atravesamos el punto más alto del tercer pico de la pandemia; la agresión a vehículos de misiones humanitarias, en el marco de los bloqueos en puntos estratégicos de las ciudades; y las acciones vandálicas de grupos delincuenciales que se infiltran en las movilizaciones. Todo esto genera el rechazo de los ciudadanos que se ven afectados por esas medidas, pese a identificarse con los objetivos del paro.
Las protestas deben ser dirigidas a concientizar a los colombianos sobre la grave crisis social que atravesamos y la responsabilidad del gobierno en presentar soluciones que no vayan en el detrimento de la calidad de vida y el bolsillo de la población más vulnerable; buscando el respaldo mayoritario de los ciudadanos, como un mecanismo de presión para que el presidente se siente seriamente con las organizaciones sociales promotoras del paro a nivel nacional y en las regiones. Lo anterior para concertar salidas a esta crisis, abandonando medidas de presión que no afectan al gobierno, pero sí la supervivencia de la población. Para que sea un éxito, el paro exige ganar más aliados en la comunidad y no enemigos, que suelen ser quienes se ven afectados por los métodos de protesta utilizados, aumentando la angustia y desesperanza entre la mayoría.
Como decía Lucas, “ojalá que el espíritu nos guíe, ilumine y cuide” para que sobrevivamos a este movimiento de protesta y logremos alcanzar los objetivos que él mismo se propuso sin más derramamiento de sangre y sin afectar la seguridad y tranquilidad de la mayoría de los colombianos.