Dijo Gustavo Petro en su segunda alocución (en el marco del paro nacional, el día 4 de mayo), a través de un vídeo compartido en redes sociales: “Duque es prisionero de Uribe […] No solo le entregó la fuerza pública, sino que le entregó el dinero”. Un prisionero no tiene posibilidad de acción, a menos que su secuestrador lo permita. Un prisionero puede saber quiénes son sus captores, no sabe dónde está, sus manos están esposadas y su accionar depende de su raptor. Habla lo que se le ordena que diga. Debe soportar la tortura. Le imponen sus compañeros de cautiverio las condiciones para dormir y comer. Es vendado en los ojos para pasar de un lugar a otro, para que no se dé cuenta del sitio que habita o la región en la que está. Muchas veces pierde la noción del tiempo, no sabe si es de día o es de noche, si es un domingo en la mañana o un sábado en la tarde.
Al entregarle Duque a Uribe el control de la fuerza pública, hizo a Uribe el jefe del Ejército, la Policía, y el Esmad. ¡Un loco al mando! Jefe único de más de quinientos mil hombres armados que han recibido la orden de matar, como lo dio a conocer a través de Twitter: “Apoyemos el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico”. En estos trece días de paro, Cali ha evidenciado esa orden: “El derecho de soldados y policías de utilizar sus armas". Es por eso que Duque, supongamos que quisiera acabar con las masacres del Estado, no puede hacerlo, depende de su secuestrador. Liberar a Duque del secuestro es tumbarlo, que deje de ser presidente y capturar a su secuestrador.
La militarización de Cali hoy en manos de quien es acusado de comprar testigos y de levantar falsas pruebas contra el senador Iván Cepeda. La militarización de Cali hoy en manos de quien es señalado de desaparecer a 6402 jóvenes durante los ocho años de su gobierno. La militarización de Cali hoy en manos de quien es acusado como el creador de los bloques paramilitares en Colombia. La militarización de Cali hoy en manos de quien favoreció con licencias de aviación a narcotraficantes. La militarización de Cali hoy en manos de quien compró su reelección como presidente, lo que dio lugar a la yidispolítica. La militarización de Cali hoy en manos de quien dio subsidios a los ricos, destinados para los campesinos. Además de chuzar a periodistas y opositores. Entre otros.
Una militarización o paramilitarización que, si antes se creía era ajena —la mano negra y las fuerzas oscuras— a la fuerza pública, con las manifestaciones en Cali, desde el veintiocho de abril, se corrobora el fuerte vínculo entre unos y otros. Hoy el paramilitarismo en Colombia —lo hemos sabido desde siempre— es el mismo ejército, es la misma policía, es el Esmad —tres fuerzas distintas y una represión verdadera—. El paramilitarismo son estructuras civiles organizadas y dotadas de disciplina militar, son fuerzas insurgentes que emplean las armas para el control de sus intereses.
Y ese control a través de las armas se ha visto desplegado en toda la ciudad: policías de civil infiltrados en las marchas y quienes se encargan de promover los desórdenes y el vandalismo para luego justificar el accionar de las fuerzas de control. Policías sin identificación que se mueven con sus camuflados, escondiendo el número que los denomina. Policías de civil y armados que viajan en camionetas blancas Toyota (como viajaban los del cartel de Cali y los del cartel de Medellín, protegidos por un ejército de sicarios que los cuidaba de ser asesinados) o van en camiones y disparan a la multitud que protesta. Policías que golpean a los estudiantes recibiendo órdenes de su superior, es decir el mismo secuestrador, el que desapareció a 6402 jóvenes. La orden es: torturar y desaparecer.
Bien dice Gustavo Petro: “Un gobierno débil solo se sostiene sobre los cañones de los fusiles. Esa es la triste paradoja del gobierno de Duque”. Y así este gobierno lo ha evidenciado —cañón y fusil— para disolver el paro y continúa empleándole como estrategia, como lo anunció el 9 de mayo Iván Duque dirigiéndose al país y a su vez le hablaba al ministro de Defensa y su cúpula militar: “Garantizar hoy el mayor despliegue que se tenga de capacidades, de nuestra fuerza pública para brindar toda la tranquilidad a la ciudad de Cali”. Es decir, no le interesa dialogar, para él los conflictos no se resuelven conversando. Para él es más importante seguir la orden de quien lo tiene secuestrado y mandar a la confrontación a la guardia indígena y sus bordones de mando contra la policía y los cañones que atraviesan y desangran la esperanza.