El señor Álvaro Uribe nació para la guerra, ama la guerra y vive para la guerra. Es una especie de ave carroñera que se alimenta de los despojos que va dejando la violencia generalizada. El innombrable sabe que está derrotado en todos los escenarios políticos habidos y por haber. Por otra parte, la comunidad internacional empieza a comprobar las denuncias que desde hace mucho un tiempo venimos haciendo un puñado de periodistas.
Es triste, pero cierto: lo que le correspondía a los entes de control y a la justicia de nuestro país, lo hemos asumido nosotros desde medios de comunicación alternativos o independientes. Mi labor de denuncia empezó hace cuatro años desde mi casa que es Las2orillas. No les quepa la menor duda: muy pronto el genocida tendrá que responder ante tribunales de justicia internacional. Será un efecto dominó, y sus cómplices y alcahuetes y patrocinadores también tendrán que responder ante la Corte Penal Internacional.
Sin embargo, ojo-cuidado-peligro: antes de que eso suceda, el uribismo quemará su última papeleta, la más macabra y terrorífica: conducir a Colombia a una guerra civil. El punto de inflexión sería la declaración del estado de conmoción interior, por el cual claman a gritos los uribistas como hienas sedientas de sangre. Si en la actualidad nos conmueven escenas de represión sangrienta, la represión que se desencadenaría pocos se la pueden imaginar. Sería el comienzo de una guerra fratricida sin cuartel, el todos contra todos, un derramamiento de sangre como jamás nuestro país ha presenciado. Tendríamos entonces una dictadura narcoparamilitar declarada. Tal dictadura ya existe y desde hace rato este servidor lo ha denunciado.
Entonces el mundo sabrá de lo que es capaz Uribe. Nadie calcula ni se imagina hasta donde puede llegar con tal de no responder por sus crímenes de lesa humanidad. A él no le importaría que murieran miles de jóvenes y niños y mujeres, en fin población civil. Él solo piensa en sus propios intereses mezquinos. Tendríamos una guerra intestina de una degradación de dimensiones insospechadas. Por ejemplo, bombardeos en las ciudades, con combates en las calles y con torturas. Ya ustedes, amado pueblo colombiano, están viendo un adelanto de ese oscuro panorama. Apenas los más tercos e indiferentes van despertando.
Nunca es tarde para despertar. Evitemos, por el amor de Dios, ese escenario al que nos quiere llevar el expresidente. Nos queda la última oportunidad. Desde el exilio los invito a exigir la implementación de los acuerdos de paz, a exigir equidad social, políticas en beneficio de la mayoría de los colombianos, y el desmonte del aparato narco paramilitar. Recuerden que la paz no solo es el camino, es el mejor de los caminos, el único camino. Uribe sabe que la paz será la derrota definitiva para él y sus secuaces.
Posdata. En estos momentos hay policías arrepentidos y militares que están reflexionando sobre lo que más le conviene a nuestra amada patria. También miles y miles de uribistas (de hecho ya exuribistas) le han quitado el respaldo al innombrable. Bienvenidos a casa. Los acogemos con amor y les agradecemos esa nueva actitud. Amigos de la democracia, de la unidad y del cambio, no olviden que el perdón es la venganza de los buenos, amén.