Un uribista de la oligarquía rancia del barrio César Conto de Quibdó, escribió el 4 de mayo: Ciudad Jardín marcó la ruta a seguir..., en aquel mensaje se refirió al plantón de la famosa ruta a seguir de la revolución molecular neonazi disipada del uribismo, una especie de Cruzada Santa en contra de la amenaza del comunismo en Cali. Fue la movilización de los habitantes del sector de Ciudad de Cali, en contra de las protestas de los estudiantes de la Universidad del Valle por las políticas impopulares del gobierno de Duque. Aquella movilización de las hordas uribistas de aquel sector de la capital vallecaucana fue una especie de laboratorio de la locura de la nueva revolución molecular disipada, sacada de las cavernas de la anacrónica lucha ideológica del mundo de la Guerra Fría del Siglo XX.
Episodio que el escritor y crítico literario, Julio césar Londoño, comenta en su columna este sábado en El Espectador, La orgía de sangre de los Trizas, dice: "El martes, habitantes del exclusivo sector de Ciudad Jardín hicieron un plantón frente a sus vecinos de Universidad Valle, en Cali. Iban todos de riguroso blanco en autos caros y una jauría de escoltas”.
“Estaban furiosos y querían meterle candela a la universidad" (....). De pronto alguien vociferó: “¡Tenemos 25.000 armas, malparidos!”. Era un señor de blanco que esgrimía una pistola desde su blanquísima camioneta Toyota Prado. Entonces, un estudiante contestó: "Nosotros tenemos la mejor biblioteca del país”.
Las palabras de estos protagonistas del paro reflejan profundamente las dos visiones sobre lo que se debate actualmente en el país: Una visión de la política autoritaria de imponer las ideas a través del terror de las fuerzas de las armas y la violencia. La otra visión de la política de las luchas democráticas basadas en las fuerzas de la dialéctica del conocimiento.
Un plantón que se constituyó en uno de los primeros laboratorios de la “revolución molecular disipada”, la nueva estrategia política militarista del uso de las armas y la violencia para imponer sus ideas, adoptada por el exsenador Álvaro Uribe, para combatir la amenaza "comunista" en Colombia. Una narrativa política de ultraderecha, militarista, confusa y disparatada de un extremista de la ultraderecha neonazi chilena, Alexis López; un personaje que la horda uribista considera el nuevo Séneca de la ultraderecha latinoamericana, y un neonazi bastante confuso que, en opinión de Laura Quintana (profesora de Filosofía en la Universidad de los Andes), hace una lectura muy confusa y deformada de lo que implica la revolución molecular para Guattari y para Deleuze.
Indudablemente que la revolución molecular disipada se constituye en un instrumento del gobierno y sus fuerzas políticas aliadas para justificar la represión de la fuerza pública contra los manifestantes y una orden para que seguidores del Centro Democrático se armen y repriman a los manifestantes como sucedió ayer en el sector de Ciudad Jardín en Cali, donde civiles armados de las hordas uribistas salieron a confrontar la Guardia Indígena con un saldo trágico de varios indígenas heridos.
Grupos de civiles armados defensores del gobierno de Duque, idéntico a los comandos chavistas de la revolución bolivariana del régimen de Maduro. Es tanto el miedo que tiene Uribe y sus seguidores de perder el poder que están acudiendo a las estrategias políticas y de represión fascistas más increíbles para tratar de sacudirse del desgaste del poder. El desespero los está llevando a acudir a una serie de argumentos fascistas idénticos a los movimientos xenofóbicos de la ultraderecha de Estados Unidos y Europa.
De hecho, tanto Uribe, como el presidente Duque y los líderes de los partidos aliados del gobierno andan con su estrategia neonazi de que detrás de las protestas hay una amenaza del comunismo que pretende tumbar el gobierno y asumir el poder. Si bien dentro de sus fuerzas aliadas logran cohesionar a sus seguidores con su política del miedo y el terror, del otro lado del otro espectro de la población colombiana proyectan una imagen de estar desesperados y desconectados de la realidad del país.
Una estrategia perversa con la cual se pretende deslegitimar las peticiones de los líderes de movilizaciones y de los colombianos que están saliendo a las calles a reclamar mejores condiciones de vida, dado que están sufriendo los rigores del aumento de pobreza, el hambre y las faltas de oportunidades de progreso. Protestas que obedecen a que las políticas del gobierno no han mejorado las condiciones de vida de un pueblo que sufre los rigores del crecimiento exponencial de las cifras de muertos por el COVID-19 y la agudización de una crisis económica asfixiante por los efectos del confinamiento. Da la impresión que las mentes de estos fascistas seguidores de Uribe se fueran quedando congeladas en el mundo de la Guerra Fría, porque los argumentos que esgrimen son poco creíbles en un mundo dominado por la inteligencia artificial.