Cuando fracasó el expresidente Álvaro Uribe en lograr un tercer mandato, detenido por la Corte Constitucional por afectación a los pesos y contra pesos entre los poderes, la revista inglesa The Economist sostuvo la tesis de que fueron los grandes grupos económicos quienes le quitaron su respaldo; no sin antes reconocerle su ayuda para “desbloquear” las carreteras nacionales, pero que había sido fatal para nuestra economía su enfrentamiento ideológico con los gobiernos de nuestros vecinos Venezuela y Ecuador, los mayores compradores de nuestras manufacturas.
Recordemos, Venezuela decidió cerrar las fronteras comerciales y no solo no permitió el ingreso de nuestras mercancías agropecuarias y manufacturadas, sino que frenó la cancelación de miles de cuentas por pagar a las empresas colombianas, lo que produjo el cierre y quiebra de muchas empresas en Barranquilla y Cúcuta. Creo que aún hoy existen saldos pendientes por pagar. La revista vio en esta pelea la causa de su caída, como que nadie debe pelear con los tenderos que te compran tus tres huevitos.
Recordemos que como solución al portazo se dijo que se abrirían nuevos mercados y que se buscarían otros países compradores, lo que no ocurrió, ya que posicionar un nuevo producto en otro país y el consecuente desplazamiento del existente con quien competir no solo lleva mucho tiempo, sino gran inversión económica, promoción, publicidad y un nuevo costo fijo, el traslado o transporte a esos lejanos países. Por el contrario, los despreciados vecinos compradores, caso Chávez, les bastó mostrar fajos de billetes disponibles y les llovieron barcos con mercancías de todo el mundo.
Además, no olvidemos que nuestros productos son de una economía tercermundista. Además, en los grandes mercados consumidores, Estados Unidos, Canadá y Europa, tendríamos que competir con productos de gran calidad y megafabricación, difíciles de desbancar. Me imagino competir con los lácteos de Parmalat, la curtiembre y zapatería de Italia, las papas francesas de Bélgica y sus chocolates, que incluso en nuestro país nos compiten.
Recordemos, el funcionario ministro de Uribe que más insulto y agravió a Chávez fue Juan Manuel Santos. Todos escuchamos sus insultos. De enemigo de Latinoamérica no lo bajaba. De hecho, hizo correr a Uribe a llamar telefónicamente al mandatario para limar asperezas. Y, oh sorpresa, el primer mandatario que invitó al país el recién posesionado presidente Santos fue Chávez. Sus abrazos en Santa Marta nos hacen inferir que la orden era entrar a arreglar con nuestro mayor comprador de manufacturas y resolver el entuerto que Uribe dejó.
Ahora, en el presente, nuestra economía golpeada y tambaleante por el COVID-19, y que se preparaba a su reactivación con la llegada a paso de tortuga de las vacunas, está frenada por las marchas en todo el país. Quien está llamado a resolver este paro, el señor Iván Duque, con querer repetir tercamente su fracasado Diálogo Nacional del 2019, nos permite inferir no solo su inexperiencia, sino vislumbrar un panorama nefasto para nuestra economía, hecho que en el caso de su mentor, dijeron los ingleses, le costó no llegar a su tercer mandato.
La decisión de aquel fue como arrojar un petardo a los vecinos compradores, y la de este como arrojarlo para arriba. Qué gravedad.
