La autoridad que se ha perdido en Cali

La autoridad que se ha perdido en Cali

"Los que mandan en la Sultana del Valle son los revoltosos"

Por: Jamal Said
mayo 10, 2021
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La autoridad que se ha perdido en Cali

Por estos días, los más terribles de la historia reciente de Santiago de Cali, muchos nos preguntamos por qué no se ha recuperado el orden público, cuando se ha dispuesto de la fuerza del Estado para velar por la tranquilidad de ciudad. La respuesta no amerita muchas explicaciones, ni mucho menos exige una reflexión muy profunda: simplemente se puede decir, aunque sea triste reconocerlo, que se ha perdido el sentido de toda autoridad. Porque de otra forma ya las cosas hubiesen regresado a su completa normalidad, o por lo menos la ciudadanía decente estaría retomando lo que cotidianamente sabe hacer: trabajar. No todo el mundo ha podido salir de su casa, puesto que no hay no transporte público, ni mucho menos quiere verse en medio de las confrontaciones que por el momento se han apaciguado. Esto es lo que está pasando en la Sultana del Valle: los que mandan son los revoltosos.

Como no hay quien les ponga el tatequieto a estos delincuentes –que, dicho sea de paso, se meten a los comercios, intimidan a la ciudadanía, bloquean las vías, en fin, hacen de las suyas sin remordimiento alguno–, estos se sienten envalentonados y desafían descaradamente a la fuerza pública sin que se pueda hacer nada. Están totalmente convencidos, gracias al poder que les ha otorgado un grupo de inconscientes opositores, que los daños que generan cuentan con el amparo de una interpretación errónea de los derechos humanos. Por eso hacen lo que hacen, porque parte de la opinión pública considera que son las víctimas de la protesta, aunque en el fondo esta sepa que realmente son los responsables del caos que tiene a Cali patas arriba. Dirían los abuelos: los pájaros tirándoles a las escopetas. No puede ser de otra manera.

Bajo esa deformación de los valores, en donde el malo resulta el perjudicado, vemos también como aparecen otros revoltosos: los que no hacen parte ideológicamente de la protesta, pero que aprovechan la ocasión para imponer su ley delictiva: cobrar peajes en los barrios populares e imponer el caos a mediana escala.  Se han tomado a la fuerza las calles de sus comunas, creyéndose los dueños bajo la mirada atónita de sus vecinos. Si por casualidad algún policía logra ponerlos en su sitio, igualmente no faltará el que diga, en medio de su estupidez, que se están violando los derechos de unos pobres muchachos que la mitad del año trabajan honradamente. Hasta ese punto hemos llegado: al de tener que ver cómo se ha perdido el control público de un simple barrio trabajador. Cualquiera diría que se tocó fondo.

La escritora británica Mary Ann Evans, más conocida por su seudónimo George Eliot, no se equivocaba cuando dijo que “nuestras acciones hablan sobre nosotros tanto como nosotros sobre ellas”. Si se logra entender esta sentencia, o si por lo menos ella genera una prudente reflexión, es posible concluir que por más que se trate de maquillar el mal proceder, como el que se ha visto caer sobre en Cali, la gente sensata siempre va a diferenciar las peras de las manzanas. Así algunos digan que se están violando los derechos humanos, lo único que yo veo es que se está justificando el vandalismo, con el fin de desestabilizar un gobierno que está muerto, y así elevar la imagen de un agitador que no se responsabiliza de la crisis social que día a día se encarga de agravar.

La ñapa. Amigo lector, ha quedado demostrado, si analiza usted todo lo acontecido en el paro, que Jorge Iván Ospina lo único que sabe hacer es robarse la plata de los caleños. Es muy ágil inventándose una feria virtual, diseñando un alumbrado móvil, haciéndose el perseguido cuando se lo cuestiona, en fin, siempre sabe cómo engañar a los entes de control para sacar provecho de una ciudad famélica como Cali. Sin embargo, no es tan diestro cuando de velar por la integridad de sus conciudadanos se trata, porque hace parte de ese grupo de politiqueros que tienen las cosas claras: enriquecerse y enriquecer a sus compinches con el sudor de los incautos. Una vez que pase el caos que se impone arbitrariamente, aunque algunos no quieran por el costo político, se le debe revocar su mandato, y negarle toda posibilidad política en el futuro. Solamente ha sido un vil embaucador.

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