Miren, miren, ¿sí ven a Lucas? Esa pinta es inconfundible. Miren cómo hace piruetas, cómo baila, cómo danza, cómo se mueve, cómo promueve una manifestación. Con alegría, con gozo.
Ese Lucas es un bacán, es un tipo genial. Él hace pedagogía en la calle o en un bus, con su manera de ser nos educa y no es de la clase de los Starbucks. Pareciera que todo en él es musical, es sonoridad, en medio de la brutalidad policial, y su amor alcanza hasta para agitar nuestra libre mentalidad.
¡Aquí viene Lucas! Venga, peguémonosle a Lucas. A ver Lucas, márcanos el camino hermano. Vengan, vengan, cojamos de la cintura a Lucas. ¡Danzamos hacia un lado! ¡Danzamos hacia el otro! ¡Los brazos hacia arriba! ¡Los hombros los movemos! ¡Movemos todo el cuerpo!
Y aquí vamos en trencito detrás de Lucas por esta calle, por la otra, por la baranda del puente y por el parque. Le hacemos ronda a la tanqueta, le hacemos ronda al Esmad, le hacemos ronda a la represión policial… Y aun así, a Lucas le alcanza para extender su mano amiga a la bota militar. ¡Nos están matando en Colombia!, grita Lucas, y esa frase contundente sale de su boca también con tono musical.
Varios disparos sonaron, que a Lucas alcanzaron… Allá va Lucas, pero algo dijo. Sí, dijo “que dios nos bendiga y que nos recordamos en los corazones”. Ok, Lucas, que dios también te bendiga y, sí, te recordaremos en los corazones.