Hace ya un tiempo escribí un libro titulado Manual de funciones para ser un "buen" colombiano (2019). Un texto dedicado a la sociedad colombiana, en donde mostraba una radiografía histórica de aquellos adefesios y malas costumbres de un pueblo sumido en la ignominia, barbarie y todo aquello que nos ha hecho descender a los estados más paupérrimos como sociedad. Uno de los capítulos de mi libro era El país de la amnesia, en este mencionaba y evidenciaba cómo habíamos llegado como sociedad a la senda y el camino del olvido, ese que había hecho desangrar la poca memoria historia que teníamos como pueblo.
Ese capítulo, y en general mi libro, no era solamente una oda de invitación al cambio y a la reflexión, sino también una oda de pesimismo que de una u otra forma hoy no necesariamente tengo. Durante estos días de paro nacional, de manifestaciones, plantones y todo tipo de actos libres y democráticos he podido por primera vez observar que no estamos condenados, como decía García Márquez, a cien años de soledad.
Hoy he podido comprobar como este pueblo ha podido por fin tratar de romper los grilletes históricos de la ignominia, y de todos esos adefesios que en mi libro mencionaba. Hoy puedo decir que Colombia tiene una oportunidad valiosa, aprovechable y esperanzadora, una oportunidad que merece el aplauso de los silenciosos, los oportunistas y de todos aquellos que quieren pasar a la historia como cómplices pasivos o activos del genocidio y la barbarie de este gobierno tirano.
No estamos condenados a los grilletes del olvido y la amnesia generalizada. Hoy estamos en el lugar y lado correcto de la historia, esa que nos recordará como aquel pueblo heroico con bálsamo de juventud que desafió contra bala, calumnia, estigmatización… y cuenta artimaña de una minoría adiestrada a callar, esa que le da miedo la libertad, como decía Fromm. Esa que prefirió quedarse en mute o cambiar de canal para ignorar una realidad, esa que muchos desconocen u ocultan, pero que de una u otra forma los convierten en cómplices del gobierno de la tiranía.
Hoy puedo decir que mi libro no tenía razón, ¡por fortuna! Y que sobre todo tenemos la oportunidad de que nunca más tengamos que consumirnos por el pesimismo, ese que solo obnubila y cegó los sueños y esperanzas. No es verdad que Colombia está condenada al olvido, porque de aquí en adelante seremos recordados por tratar de quitar la venda y las cadenas a un país repleto de oportunidades robadas, ese que nos llama a decir, parar para avanzar