Los actuales momentos de la nación exigen la grandeza y el desprendimiento de orgullos de dos de sus antagonistas, que también son motores de la continuidad o apaciguadores de unos acontecimientos que cada día demuestran más que como vamos es necesario enderezar el rumbo.
La república y sus ciudadanos podemos ser víctimas de momentos aciagos y confusos, pero ellos también no escapan a los ánimos enervados de los bandos que representan, aunque ninguno aparezca portador de la bandera que cada parte quiere anclar para proclamar su victoria.
Si la situación es de las dimensiones que se visualiza, su encuentro ya empezó a demorarse.
Si el orgullo personal los invade por encima del interés nacional y si pierden tal oportunidad de servicio a la patria, entonces no es el interés de todos el que buscan, sino el prestigio y la victoria de sus pensamientos e indeclinables posiciones.
Ninguno que busque la salud de los colombianos y su bienestar puede tener el argumento de la contradicción ideológica para escabullirse de la responsabilidad que su condición de líder innato el pueblo colombiano les ha otorgado.
Si no son capaces de hacer tal gesto aunque el mismo mañana aborte, entonces no nos vengan con arengas de nacionalismo y expresiones mentirosas de dolor por sus conciudadanos y las circunstancias que padecen.
Si no son capaces de hacer un alto en el camino por Colombia, entonces seremos nosotros quienes honraremos el tricolor nacional, e indiferentes de ellos entre muchos impediremos el desastre nacional. Si nos hacen llegar hasta allá, entonces no estorben, y mejor apártense.
Tengan al menos el gesto con el pueblo que tantas glorias, honores y reconocimientos les ha brindado de retirarse, así sea de la próxima contienda electoral y dejar que entre todos los colombianos definamos el camino más justo, más libre, más equitativo, que realmente muchos de nuestros compatriotas y pobres de la patria esperan de su nación y de sus gobernantes.
La hora de demostrar su agradecimiento a un pueblo está en sus manos y los minutos empiezan a rodar.
La historia sellará en tinta indeleble su gesto por la patria. De reunirse ni la comunidad, ni la sociedad civil, ni la dirigencia política, ni los gremios ni las más diversas etnias nacionales los dejarán solos. Mañana es deber de ustedes convocar a todos. No es momento de mezquindades y de traer el pasado como impedimento. Tampoco el de los áulicos consejeros cargados de negatividad.
La grandeza de los hombres no está en la conquista del poder, ni en la imposición de sus ideales anteponiéndolos a los supremos intereses de todos; se solidifica en la espontaneidad como se deshacen de sus intereses personales para anteponer el bienestar de sus conciudadanos a sus mezquindades personales y aspiraciones.
No es la hora de reclamar presencia de partidos en un diálogo que necesariamente debe culminar también convocándolos. Tampoco es el momento de despreciar la utilidad de la presencia presidencial a su concurrencia posterior. Y desde luego no puede tampoco ser el tiempo elemento adormecedor, ni acelerante de decisiones que ninguno puede esgrimir aislándose o escabullirse a este momento histórico que todos clamamos.
Los colombianos no esperaremos su respuesta, sabemos de la importancia de ambos en la vida nacional y desde ya nuestros celulares en apoyo a trascendental encuentro tendrán como perfil la bandera colombiana, como símbolo mayoritario de reclamo por tan necesario encuentro.