“Si usted no detiene un proceso con tintes ideológicos en los niveles bajos, no espere tratar de revertirlo cuando ya llegó a validación y legitimación. No lo va a poder hacer, nunca. O lo combate a nivel bajo, o está perdido” (Alexis López Tapia).
En los últimos días se ha vuelto famoso en Colombia y Latinoamérica un personaje chileno de dudoso mérito intelectual, precisamente el emisor de la frase arriba citada, quien ha sido asociado a grupos neonazis en Chile. A su vez, este señor se ha encargado de popularizar la interesante expresión “revolución molecular disipada” como un supuesto enfoque estratégico novedoso para comprender, enfrentar y combatir —desde los Estados y la propia sociedad civil— el estallido social que se viene presentando desde 2019 en Chile, Colombia, Estados Unidos y otros países americanos, el cual, a pesar de lo que muchos pensaban, no fue disuelto por las políticas de confinamiento asociadas a la pandemia de la COVID-19, que ya completa más de un año y la cual se encuentra en fase de vacunación de la población a la par que se presentan segundos y terceros “picos” de contagio en estos mismos países. En Colombia, el ciclo de protesta popular también ya se encuentra en su tercer pico.
El señor López dice venir como profeta que no habría sido escuchado en su tierra (Chile), y cuyo resultado trágico habría sido la derrota del Estado chileno por parte de los “revolucionarios moleculares”, que habrían doblegado al gobierno del “traidor a la patria” Sebastián Piñera y lo habrían hecho negociar con el “terrorismo”, conduciéndolo a entregar el poder a un parlamento que habría hecho aprobar por vía plebiscitaria un proceso constituyente de fuerte contenido progresista que rompería con la arquitectura institucional del Estado heredada de la dictadura de Pinochet (dictadura justificada por el señor López).
También anuncia que su pregonada estrategia, aunque utilizada de manera contundente por Donald Trump en Estados Unidos para enfrentar la revolución molecular disipada que se expresó a través del movimiento Black lives matters, fue aplicada con el retraso del que alerta López en la frase citada al inicio; lo que habría traído como consecuencia la derrota electoral del republicanismo de Trump y el ascenso de Joe Biden a la presidencia, asesorado, según López, por ideólogos “deconstruccionistas” de la revolución molecular disipada. Por eso en sus numerosas conferencias, tituladas de manera grandilocuente “la estrategia de Go en la conquista de América” (1), plantea como una urgencia que su voz sea escuchada en países que aún estarían a tiempo de atender a su profecía: Bolivia, Perú y, especialmente, Colombia.
En Colombia, el señor López ha estado al menos en dos ocasiones recientemente, invitado por las directivas de la Universidad Militar Nueva Granada a impartir su conferencia, dirigida a militares colombianos activos de alto y mediano rango, con el propósito de que, en palabras del vicerrector de esa institución, dirigiéndose a López y citando a Bolívar: “salve usted la patria”.
Todo lo anterior no habría pasado de lo anecdótico si no fuera por el tuit publicado por el exalcalde, exgobernador, expresidente, exsenador y exconvicto Álvaro Uribe, el 3 de mayo de este año, en el que decía con el tono imperativo en el que se dicta una orden: “5. Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”. Ese mismo día había publicado otro tuit en el que presentaba una cronología en el mismo sentido: “2018: anuncian bloquear en la calle al nuevo Gbno; 2019: el vandalismo politizado infiltra protesta social y “rompe la normalidad”; 2021: tributaria equivocada detona protestas, vandalismo infiltrado muestra “escalamiento”; Coparán?”. Tres días antes, había publicado otro tuit en el que instaba a apoyar “el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico”, el cual fue eliminado de Twitter por incumplir las normas de esa red virtual promoviendo el odio y la violencia. La propuesta de Uribe es: más proyectiles contra la revolución molecular disipada. Si el concepto es filosóficamente preciso o no, eso por ahora no tiene importancia: los proyectiles, estos sí muy precisos, van a seguir impactando la humanidad de los manifestantes civiles, llamados “vándalo-terroristas”.
A pesar de que las interacciones de los tuits fueron más bien mediocres (a juzgar por los 5 millones de seguidores —supuestamente humanos— que tiene su cuenta), los medios de comunicación encendieron el debate en internet, bien fuera promocionando abiertamente la expresión de López replicada por Uribe —y de paso a ambos personajes—, o bien para alertar de la peligrosidad de su utilización, en un contexto de protestas y represión violenta en Colombia, que ya ha dejado decenas de jóvenes asesinad@s, violad@s, torturad@s y/o mutilados (particularmente con pérdida de sus ojos) por miembros de la fuerza pública (2), y casi un centenar de desaparecidos, según datos de la propia Defensoría del Pueblo; dando como resultado una crisis de derechos humanos que no se vivía desde comienzos de siglo (durante la presidencia del mencionado “ex”), ya reconocida con preocupación por múltiples medios y organismos de orden internacional. Pero para el gobierno no hay crisis de DD. HH., lo que hay es respuesta contundente y temprana a una revolución molecular disipada.
En medio de ese contexto y la polémica desatada por la teoría conspirativa y paranoica (aunque no por ello menos interesante) del señor López, así como de su adopción por Uribe y algunos militares y policías del país; se ha sabido (por denuncias del senador Wilson Arias) de la inminente compra de arsenal represivo (que incluye armas letales, bajo el eufemismo de que son “menos letales”) para el escuadrón móvil anti disturbios de la policía (Esmad) por valor de 14.100 millones de pesos, en un momento en el que el gobierno justifica la reforma tributaria en que el Estado no dispone de suficientes recursos. No cabe duda, se están fortaleciendo para aplastar de manera temprana, a punta de proyectiles, lo que ven como revolución molecular disipada.
Además de esto, periodistas independientes y personas del común han venido documentando en video el uso de civiles y policías disfrazados de manifestantes, infiltrados en las manifestaciones y realizando acciones no solo de inteligencia y sabotaje, sino acciones ofensivas que incluyen la utilización de granadas de gases y armas de fuego, así como los múltiples casos de uso excesivo de la fuerza y el reciente uso de armas lanzadoras de proyectiles múltiples desde tanquetas y helicópteros directamente a los cuerpos de los manifestantes. Como puede verse, por ahora no se trata de una discusión filosófica, los proyectiles ya han comenzado a caer sobre las supuestas moléculas revolucionarias.
No obstante, un problema que cada vez toma más forma es que dicha labor de documentación, difusión y denuncia por medios virtuales ha venido siendo atacada y censurada de diversas formas (entre las cuales ahora se cuenta el bloqueo directo de la señal y las conexiones de internet), presuntamente por las propias fuerzas estatales, de tal manera que los periodistas alternativos y activistas se han visto empujados, para superar el cerco digital, a aprender y utilizar nuevas herramientas de seguridad informática que antes se creían reservadas para los ciberactivistas y hackers. Así, las temidas moléculas revolucionarias se han comenzado a disipar para desaparecer de la vista de los represivos censores.
En suma, por una parte parece claro que el actual ciclo de protesta cívica y popular en Colombia (cuyo derecho está consagrado en la constitución vigente) está siendo enfrentado por parte del gobierno como una guerra civil librada principalmente en el ámbito urbano contra un enemigo armado con piedras al que debe eliminar usando todas las fuerzas disponibles para evitar un supuesto riesgo de copamiento molecular (3). Resulta que ese enemigo es, ni más ni menos, la población civil a la que la fuerza pública y el presidente mismo juraron defender. ¿No resulta paradójico?
Pero, por supuesto, la aparente paradoja se resuelve cuando recordamos que la fracción dominante que ha capturado y reconfigurado el Estado en los últimos veinticinco años no tiene como proyecto hegemónico el mantenimiento de un Estado de derecho, sino la “refundación de la patria” mediante la consolidación de un Estado de seguridad nacional. Dicho proyecto tiene como base la construcción cultural de una sociedad contrainsurgente, lo que algunos autores han llamado un proceso de fascistización de la sociedad, que legitima de manera permanente el uso de las armas de fuego tanto por parte de militares como de civiles (“convivir” y paramilitares), todo con el fin de exterminar al “enemigo interno”, que hoy es llamado con los peligrosos neologismos de “vándalo-terrorismo” y revolución molecular disipada.
Sin embargo, también es claro que las nuevas dinámicas que vienen asumiendo las protestas populares en Colombia (que hasta cierto punto sí pueden describirse como “moleculares”) han hecho que se alcancen niveles de innovación tanto de los repertorios de protesta como en las formas organizativas, y particularmente en las formas de convocatoria y difusión de la información por medios virtuales, de tal modo que, a pesar de todos los esfuerzos que el gobierno ha hecho para frenar y destruir este ciclo de acción colectiva mediante la represión y la censura, las decenas y cientos de miles de manifestantes están logrando darle continuidad a la protesta, comunicarse y transmitir su mensaje. Su revolución —molecular o no, disipada o no—, a diferencia de otras en el pasado, está siendo y seguirá siendo transmitida.
Coda. Lo que no resulta tan claro en el panorama hasta aquí expuesto es: ¿qué tienen que ver todo esto con un juego chino milenario, de piedras blancas y negras, llamado Weiqi (Go en occidente) y unos filósofos franceses posestructuralistas como Derrida, Deleuze, Guattari y Foucault? Aunque muchos se resistan a creerlo (y estén tildando de loco y charlatán al señor López) sí tienen mucho sentido estas relaciones, aunque no exactamente como las propone el mentado señor; lo que nos conduce una vez más a abordar el problema de la violencia, tanto estatal como popular. Es el asunto analítico más emocionante, del que me ocuparé en la segunda parte de este texto.
Notas
1. La cursiva es mía, enfatizo el alcance americano de la propuesta de López. En la segunda parte de este texto analizaré el asunto de la “estrategia de Go”, juego chino milenario de estrategia que López cree ver aplicado en la “revolución molecular disipada” en la América contemporánea.
2. La mayoría de estos casos siguen en investigación, pero muchos de ellos fueron grabados en video y publicados en redes sociales virtuales, donde se evidencia con claridad que muchas de estas víctimas fueron heridas y/o asesinadas con armas de fuego por policías.
3. Dice López en su presentación sobre la “revolución molecular disipada”: “Es una confrontación tipo guerrilla urbana (…) constituyendo un modelo de acción simbólica y de combate, cuyos nuevos militantes (propios de la sociedad civil, movimientos sociales, colectivos, etc.) del orden horizontal combaten molecularmente al sistema para imponer su propia dominación”.
* Politólogo, Mg en Ciencia Política, doctorando en Filosofía y docente. Universidad de Antioquia.