Un señor encopetado, canoso, de gafas, con camisa sport abotonada hasta el cuello, con pinta de empresario o intelectual curtido, ha puesto a circular un video en el que expone, con un agradable timbre de voz y desde la comodidad de su confortable vivienda, decorada con buen gusto, que el paro y sus desmanes son una “pantomima cruel y sanguinaria que hoy está desangrando al país”.
Que lo que les preocupa a sus organizadores no es el IVA a los huevos, los servicios públicos y los servicios funerarios, propuestas que nacieron muertas, según él. Que lo que en realidad les molesta es el artículo incluido en la reforma tributaria para que el Ingreso Solidario se convierta en renta básica y los hogares más pobres y vulnerables del país tengan trescientos sesenta mil pesos mensuales de ingreso para subsistir. Que lo que no aceptan los ideólogos de las protestas es que la reforma considere la educación universitaria gratuita para los jóvenes de estratos 1,2 y 3, que es la mejor manera de romper con la desigualdad y con la inequidad. Que lo que les choca a los instigadores de las marchas es la estrategia del primer empleo, que plantea que las empresas tengan incentivos tributarios y puedan enganchar a los jóvenes que salen de las universidades o del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena).
Su análisis, sensato en apariencia, termina concluyendo que la aprobación de las propuestas mencionadas, con un alto contenido social, acabaría socavando la plataforma política de Petro, que se sustenta en proyectos semejantes, y que eso es lo que tiene enfurecidos a sus seguidores, a los que señala como los promotores del paro y relaciona con los manifestantes involucrados en los destrozos y saqueos; y remata su exposición tratando de asustarnos con el recurrente coco castrochavista, tildando al líder de la Colombia Humana como el candidato de la extrema izquierda, quien sueña con convertir a Colombia en una segunda Venezuela.
Lo que no aclara este señor, y es ahí donde se descubre su sesgo parcializado y polarizante, es por qué, si varias de las propuestas de la reforma eran inviables, Duque y Carrasquilla insistieron en ellas con un empeño rayano en la demencia. Lo que no denuncia es que el presidente y su exministro bufo, con su temeraria terquedad, lo que hicieron fue arrimar un fósforo a un bidón de gasolina y eso los hace corresponsables de los injustificables actos vandálicos, los heridos y los muertos.
