Se siente que con la reforma tributaria el gobierno se ríe de los colombianos, de la clase media, de la cultura, y al cine le da un mazazo pretendiendo recortarle los recursos de un tajo
Ni solidaria, ni mucho menos sostenible resulta la propuesta de reforma tributaria presentada a consideración del Congreso de la República por el ministro Carrasquilla. Siente uno que el gobierno se ríe en la cara de todos los colombianos. Se ríe de la clase media; y aunque parezca increíble también se ríe del sector cultura.
Las redes sociales han estado por estos días inundadas recordando las intervenciones del candidato y su fórmula donde prometían en la carrera por la presidencia menos impuestos y subir salarios. Seguramente eso hace parte del juego político. Lo que sorprende son las graves incoherencias del gobierno; Duque expresó con orgullo la apertura de las oficinas de Netflix en el país diciendo que eso nos abre la puerta para convertirnos en un Silicon Valley. Y por el otro, a través de la reforma, decretando la muerte temprana de la naciente industria del cine nacional. Esto sucede en el gobierno que prometió que la cultura estaría en el centro de la agenda pública.
La cultura ha sido uno de los sectores que aun en épocas de “normalidad” siempre la ha tenido difícil. Ahora uno de los más golpeados por la pandemia. Salas de cine cerradas, ninguna o muy poca posibilidad de espectáculos en vivo, saciedad de la improvisada virtualidad, compañias, espacios, grupos artísticos en la quiebra o al borde de clausurar definitivamente actividades.
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La asistencia a salas de cine fue espectacular. En 2019 el Fondo Cinematográfico tuvo un recaudo superior a $ 33.000 millones. La reforma pretende eliminar la contribución parafiscal y que la industria dependa de los aportes de Hacienda
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Uno de los modelos del cual se puede sentir verdaderamente orgulloso Colombia en materia de economías creativas es el desarrollado para la consolidación del cine. Hemos presenciado un sector unido, trabajando por un fin común. Diversos desarrollos legislativos que con inteligencia han ido permitiendo que se fortalezcan los presupuestos y por ende se produzcan más películas en el país. El Fondo para el Desarrollo Cinematográfico se nutre de una contribución parafiscal. Cada vez que una persona paga por una boleta para entrar a cine el fondo recibe recursos. La aspiración de todos en la cultura es idear mecanismos que le aporten financiación eficiente y autonomía para no depender del presupuesto nacional; este sí, sometido a los gustos y prioridades del gobernante de turno. El comportamiento, hasta la pandemia, de asistencia a salas de cine fue espectacular. Seguía en constante crecimiento. En 2019 ese comportamiento permitió que el Fondo obtuviera un recaudo superior a los 33.000 millones de pesos. La reforma pretende eliminar la contribución parafiscal y volver a que la industria dependa de los aportes de Hacienda. En el 2020 donde cerraron las salas de cine y por lo tanto el Fondo no obtuvo ingresos, era el momento para que el gobierno nacional se hubiese dejado sentir. Los aportes que destinaron para el Fondo fueron apenas de 5.000 millones de pesos.
También pretenden acabar con la retribución establecida en la ley de Filmación Colombia del 2012. Esta ley, devuelve el 30 % en dinero efectivo, de los gastos efectuados para aquellos que rueden en nuestro territorio y 20 % de los gastos logísticos. Este incentivo hizo que muchas casas productoras internacionales buscaran a Colombia como el destino de sus rodajes para acogerse al beneficio; a la fecha 37 producciones de gran factura se han realizado gracias a esta política. Este gobierno prorrogó la vigencia de ley hasta el 2032 y extendió los beneficios a series de tv, video juegos, videos musicales y publicidad. Ahora la quiere acabar de un tajo.
Sufriendo están las salas de teatro independiente; cuentan que el ministro realizó una reunión, a puerta cerrada con algunos de los grandes empresarios del espectáculo; las malas lenguas señalan que en esa reunión se conversó sobre desmontar la ley del espectáculo público del 2011. Esta norma también crea una contribución parafiscal y esos recursos se le devuelven al municipio que los generó para que a través de una convocatoria pública se destinen a financiar obras de infraestructura del sector de las artes representativas. Esta es una contribución que paga el ciudadano al comprar la boleta y que ha beneficiado enormemente para mejorar los espacios. Esa ley, quitó una carga tributaria excesiva reactivando al sector y permitiendo la presencia de grandes artistas internacionales en nuestro territorio. Es economía naranja pura y dura. Los grupos le solicitan a Felipe Buitrago a través de videos y por redes, una conversación, ojalá esta sea posible.