En el momento en el que muchos se rasgan las vestiduras por el cine colombiano, vale la pena aventurar varias reflexiones como preguntas coyunturales.
A ver, ¿cuál es el escándalo? Está bien, nos solidarizamos. Tenemos un montón de amigos que viven o han vivido del FDC (Fondo de Desarrollo Cinematográfico). A veces hacen sonar la campana y a veces no —la hacen sonar entre pequeños mundillos, grupetes que acaso se parecen más a la sociedad del mutuo elogio que a una vanguardia representativa de un nuevo cine colombiano, o algo así—.
Y bien, bacano. Se han hecho cosas tesas. Obras que han logrado calar al interior del inconsciente colectivo criollo. Y escribiendo esta última frase, nos damos cuenta de que también estamos pensando en obras anteriores al FDC.
Los Colores de la Montaña, por ejemplo. Un cine que, para quien firma abajo, no representa nada personal, tal como se lo dijimos a Carlos César en la cocina de la casa de la fantástica Mercedes Cardona de Cinefilia en Santa Elena: "Caliche, tu segunda película es maestra. Pero los Colores de la Montaña no te la compro. ¿Qué hace un man de Carlos E. Restrepo hablando sobre el conflicto rural? Eso se le ve el artificio a millas de distancia, la pose y las ganas de hacer cine para engrupir las masas?".
Pero independientemente de los contenidos y de los gustos personales (vea la paradoja: el cine colombiano que más nos ha gustado es el discreto, el que no ha ganado nada y el que se ha hecho con la ley del cine santista), nos preguntamos: ¿qué ha hecho el FDC por industrializar los vuelos de nuestros creadores, jóvenes y viejos?, ¿dónde está la industria?, ¿no eran esos dineros una buena base para generar escena, masa crítica y un circuito que inspirara la empresa privada de un séptimo arte a gran escala?
A simple vista, tras tanto alarido, pareciera que nuestros talentos clamaran por vivir "entetados" toda la vida. Sí, es duro decirlo, pero la impresión general para quienes hace años nos salimos del circuito es que nuestros cineastas son unos "entetados". ¿Pensaban seguir así toda la vida? ¿Dónde están las plataformas? ¿Dónde están nuestros propios Netflix (ya que parecen estar en contra de todo lo que venga de la maquinaria yankee imperialista)?
Está bien que se quieran seguir cuidando entre ellos, en un minúsculo círculo vicioso: que Pedro Adrián (nuestro único crítico de cine con voz) cuide a Víctor y que Víctor apadrine a los diez 0 doce mismos de siempre. Pero, hey, muchachos: ya es hora que lo dejen de hacer con los dineros públicos. Además, ¿hace cuánto no hacen nada nuevo? Llévense sus nobles mafiecillas a la esfera de lo privado a ver si les creemos.
¿Por qué el cine colombiano es un cine de autores-one-hit-wonder? ¿Ya no era hora de tener diez o doce, al menos, cineastas criollos con una obra de media docena de éxitos? Hey, la tecnología lo permite. Ahora se puede hacer un cine más baratico y muy calidoso al mismo tiempo, sin tantas pretensiones de gran nación. Bueno, al menos desde lo público no se ha logrado acompañar ningún movimiento importante. Tal vez quien más se acerque a esos números de gran obra, cuantitativamente hablando, es Carlos Moreno y eso que su actitud prolífica parece venir más desde lo privado.
Si el FDC quiere vender una idea de rigurosa competitividad, ¿por qué le metió toda la ficha al cine festivalero? ¿Qué nos aporta como industria local que tal película o aquella otra haya ganado en tal festival del extranjero o que Ciro haya estado en la antesala de los Oscar? ¿No es mejor mover un mercado local y darle músculo que irle a vender la imagen al gobierno de turno con glorias en Cannes o en Venecia? ¿Dónde están las revistas de cine estimulando una crítica cinematográfica seria y de envergadura internacional?
Muy bonito el #SOSCineColombiano, pero cabría preguntarse, en esta coyuntura, a manera de balance, varias cosas sobre el FDC:
- ¿Cuál ha sido el real aporte de una industria tan millonaria al alivio social del país?
- ¿No es demasiado dinero el que se necesita para hacer cine pretencioso, en un país con miles de necesidades más urgentes?
- ¿A quién representa el cine colombiano?
- ¿Cuántos colombianos de a pie se identificarán realmente con el imaginario que pretende vender El abrazo de la serpiente y sus indígenas?
- ¿No es el cine colombiano un arte demasiado escondido a las grandes audiencias?
- ¿Quién ve cine colombiano?
- En la era de las plataformas, ¿dónde se pueden ver el cine colombiano?
Nosotros no lo vemos por ninguna parte, ni nadie nos habla nunca de él. Y eso que somos muy conversadores. Conversamos hasta con el perro y el gato, todo el día, desde por la mañana hasta por la noche y en todas partes. Nos hablan de cine cuando nos hablan, pero nos hablan de Netflix o de YouTube.