Después de la ceremonia del Domingo de Resurrección, el máximo jerarca de los católicos, el papa Francisco, envía el mensaje de la bendición Urbi et Orbi como parte del anuncio de la Pascua; además de reafirmar la fe de sus fieles, profundiza en temas de palpitante actualidad, especialmente económicos, sociales y políticos. El papa Francisco ha orientado a toda su jerarquía hacer un acercamiento a la población, convirtiéndose en un aliado en la lucha contra la pobreza, las enfermedades y la violencia en el mundo. En muchas ocasiones se ha pronunciado en contra del neoliberalismo y la explotación más salvaje del capitalismo, antecedentes que ponían suspenso a su pronunciamiento. “Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”, sentenció en su discurso, interviniendo contra la sobreexplotación del personal médico; así mismo, introduce el debate del negocio y acaparamiento de la vacuna contra el COVID-19: “En el espíritu de un 'internacionalismo de las vacunas', insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”. Es alarmante el negociazo de las multinacionales con la vacuna y el acaparamiento de unos países que tienen los inventarios hasta el tope, pero sigue muriendo la gente.
El papa planteó el problema económico de los desempleados y los jóvenes: “Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas... Para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad... Especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”. Además planteó la lucha geopolítica de varios países del mundo y pidió “a todas las partes involucradas en esos conflictos a cesar el sufrimiento de estos pueblos y a permitir que vivan en paz”, y “ayudar a vencer la mentalidad de la guerra, que inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista... los artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año (…) ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!... Más vacunas, menos armas”.
Colombia se encuentra entre los países de América Latina donde más creció la pobreza en el 2020, pasando del 31,7 % al 38,7 %, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que afirma que además hace parte de los países con mayor tasa de desempleo en 2020, con 21,8 %. En la gestión de la pandemia estamos entre los 11 peores entre 192 países del mundo y la gran decisión del presidente Iván Duque, con su coalición en el Congreso, es imponer una reforma tributaria, con la máscara de transformación social, que mantiene los privilegios económicos a los poderosos y golpea nuevamente a las clases media y pobre en su capacidad adquisitiva y de consumo; reforma que en realidad tiene como fin comprar aviones de combate que cuestan USD 4.500 millones, o sea, el recaudo de esta tributaria, y garantizar el pago de la deuda externa: ¡Iván, te habla Pacho, escúchalo!
