El ejercicio del periodismo en Colombia está basado en ser objetos antes de ser sujetos. El interés del periodista es tener la exclusiva y cubrir de inmediato para el medio, mas no saber cómo está o qué está pasando en sí la persona o acontecimiento del momento, entonces qué clase de periodismo estamos haciendo. Hace falta ser más humanos para ejercer esta labor informativa e investigativa. El reportero tiene que ponerse en el lugar del otro y sentir en carne propia la situación, de esta forma se haría un trabajo eficaz e impecable.
Debido al ejercicio mediocre que ejerce el periodista, el ciudadano no se informa correctamente y en el caso como el de Jineth Bedoya se evidencia que muchas veces no se habla no porque no se quiera, sino porque no es de interés profundo para el reportero el contenido o la historia. Aquí prima la inmediatez de la información o la distorsión de lo que la persona está diciendo con el fin de vender una nota con tintes de amarillismo al público. Es por esto que se desconocen muchas de las leyes y casos en los que el Estado pasa desapercibido, si se habla de periodismo judicial.
Teniendo como referente el caso de Jineth Bedoya y la situación que gira en torno a la violación de la mujer, ¿conoce usted la Ley 1257 de 2008? Tal vez su respuesta sea “no”, pero tranquilo, no es su culpa. La culpa es de los medios e incluso del mismo Estado, ya que no se habla de esta porque es una ley que “no pegó” y no interesa tener en el círculo jurídico, ya que se habla de la mujer y realmente, ¿a quién le importa?
Los medios se han encargado de escandalizar situaciones como el robo, el desplazamiento forzado, homicidios, suicidios, etcétera, que claramente son importantes, ¿pero qué hay de la violencia y agresión sexual que sufren a diario las mujeres? Cuando una mujer alza su voz y denuncia que fue agredida sexual, física, verbalmente, etcétera, es normal, parece que diera igual y ante los ojos del mismo Estado es una burla y una pena que la mujer pase por esta situación. Al final no hay más solución que ir a conciliar con el agresor o en dado caso recibir respuestas como: “usted se lo buscó”.
Urge un cambio a nivel social, investigativo y comunicativo, tal como lo menciona Jineth, en las manos de los periodistas y el Estado se encuentra en juego la vida de una mujer, haciendo una breve analogía con la situación que se tiene en la mesa ambos cumplen la función de transmitir un mensaje y tienen el deber de ser mucho más subjetivos que objetivos, dejar de lado la convicción y ambición por salir rápido de la situación para abrir los ojos y hacer el trabajo profesional ético, porque para eso se estudia y se llega al puesto que se tiene.
Lamentablemente nuestro sistema es mediocre, porque tanto el Estado como el periodismo se rigen bajo lo raro, lo anómalo, lo insólito: el hombre que muerde al perro. Aún no se entiende que en Colombia la presencia de aquellos hechos que antes eran anormales (el delito, la corrupción, etcétera) debe obligarnos a cambiar el foco y perspectiva, y buscar la otra realidad del país en ese mundo mayoritario, callado y muchas veces invisible que constituye la verdadera armazón de la sociedad.