En el colegio, incluso en la universidad, como estudiante, vi muchos casos de bullying; la mejor recomendación que pude darle a las víctimas fue: “ignórelo”; me alegré mucho cuando las personas que asesoré (sin ser experto) obtuvieron buenos resultados y quien ejercía el matoneo dejaba de hacerlo simplemente porque ya no resultaba divertido al no obtener la reacción del afectado.
Ya se ha dicho mucho sobre la decadencia de Semana, creo que con su última portada terminaron de cavar su propia tumba (ruego que no me acusen de bully por esta metáfora que podría interpretarse como agresiva).
No voy a defender a los implicados en la portada de la “revista”, solo quiero resaltar el claro sensacionalismo, que hoy muchos relacionan con Q’hubo, a mí me recuerda el periódico El Espacio de la década de 1990, pero en esta oportunidad Semana superó el amarillismo de cualquier otro medio del país.
No quiero hacer una disertación ética acá, solo una breve indicación estética; la última portada de la “revista” Semana terminó de catapultar al medio como un pasquín de la peor calaña; sin entrar a analizar el fondo, solo mirando la forma, es evidente la intención de matonear por encima de la de informar.
Lo que resulta realmente preocupante es la sistematicidad: hace poco le hicieron matoneo a Margarita Rosa de Francisco, antes a la alcaldesa de Bogotá, también haciendo una portada ridícula en la que la victoria de Biden ocupó un 5% del espacio y una caricatura de mal gusto de la alcaldesa viajando más de un 90%.
A pesar de esto, irónicamente, la directora del medio se queja por el “matoneo” que otros supuestamente le hacen, incluso usa palabras rimbombantes y habla de matoneo sin precedentes en la historia del periodismo; parece un chiste de mal gusto o un mensaje frente al cual solamente personas sin memoria o sin capacidad de raciocinio podrían aceptarlo como legítimo; esto es algo grave: que se expresen como si la audiencia fuera excesivamente ignorante.
Claramente también es importante revisar aspectos de fondo, como la parcialidad en la información, la editorialización, la labor de desinformación (confusión) en lugar de cumplir con la de informar. Pero esto ya lo han tratado otras personas.
Lo que quiero plantear ahora es: ¿qué debe hacer la audiencia? Algunos llegan a sugerir que, como con el bully, lo mejor sería ignorar: no leer, no responder, no dar clic, no ver, no compartir, no oír, no conceder entrevistas; y aunque hace una semana (algunos jóvenes agregarían acá coloquialmente “literal”) me parecía una opción un tanto radical, creo que muy prontamente empezará a pasar esto, al menos es la sensación que me generó la última portada.
En la búsqueda de clics, la “revista” Semana no teme caer en discusiones, incluso pareciera buscarlas, en las cuales se señalan sus propios errores, pero no presentan argumentos con altura, cazan peleas sinsentido entendiendo que los clics les favorece; aplican el dicho norteamericano que plantea que no hay publicidad mala. Esto también ya lo han analizado otros.
Termino, jugando un poco a posar de objetivo, para afirmar lo siguiente: es perfectamente válido que los medios tengan una orientación política, es posible que los dueños de Semana se hayan equivocado en el cálculo, creyendo que podían ambientar desde tan temprano las próximas elecciones. Lo más probable es que este medio se queme antes de los debates álgidos por venir (no es una amenaza, sino un pronóstico, nuevamente, por favor no me acusen de matoneo), de manera que su impacto va a ser cada vez menor, en lugar de lo que esperaban, que, me imagino, es que hubiera sido cada vez mayor.