Y colorín colorado, Colombia no ha despertado

Y colorín colorado, Colombia no ha despertado

Acá el gobierno infla el pecho al decir que protege a la infancia sobre todas las cosas, pero casos como el de Yuliana o Sara Sofía dicen lo contrario

Por: María Fernanda Lozano Gutiérrez
abril 09, 2021
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Y colorín colorado, Colombia no ha despertado

Había una vez una niña llamada Sara Sofía, una niña llena de ingenuidad que jamás pudo llegar a imaginar que la culpable de su situación actual sería su propia madre.

Así, en Colombia, hay infinidad de casos, donde el lobo feroz de las millones de Caperucitas resulta ser su progenitora o progenitor; esos seres humanos que tienen el mejor de los disfraces: un vínculo sanguíneo tan próximo que impediría generar, así sea, la menor de las sospechas.

Lo que ha pasado con Sara Sofía es triste, tan triste como lo sucedido con Yuliana Samboní, la víctima de Rafael Uribe, que hoy en día saca cuentas de cómo puede hacer para rebajar su condena (lo cual genera en sobremanera indignidad, pero bueno el hombre es calculador a sangre fría, no debería sorprendernos). Sin embargo, el detonante para que explote esta bomba de sentimientos que causa el nudo en la garganta es el hecho de que en el caso de Sara Sofía sea su madre la principal sospechosa, por lo que si llegase a ser autora de este crimen tan atroz, espero y se tenga en cuenta  la insensibilidad que le impidió darle cristiana sepultura a la niña, pues prefirió acompañar a que la arrojaran al río, según cuenta, creyendo que así aminoraría las consecuencias de lo que sea que haya sucedido respecto a la niña o qué sé yo lo que pensaba esta mujer para desasirse de su hija de esa forma tan impasible.

Colombia, un Estado que se infla el pecho de decir que protege a la infancia sobre todas las cosas, con garantías dadas por la habladuría utópica que es la Constitución de 1991 y por acuerdos internacionales ratificados por la supuesta mejor de las hadas madrinas: la Corte Constitucional, pero un país que no tiene en cuenta que una verdadera garantía no está en el solo hecho de plasmarla en textos con palabras elegantes, está en el hecho de velar por la eficacia de su cumplimiento,  porque bien dice el viejo refrán "más valen los hechos, porque las palabras se las lleva el viento" y esta vez se llevó a Sara Sofía, por nacer en el lugar equivocado y sin que nadie hubiese hecho nada por evitarlo. Y sí, porque ni siquiera instituciones como el Instituto colombiano de Bienestar Familiar pudo prever el peligro al que se enfrentaba Sara Sofía y no creo que ahora, después de semejante tragedia, opte por tener una posición más activa, pues así como esta, han dejado pasar miles sin ni siquiera levantar un dedo.

Ahora bien, creo yo que la verdadera posición de un Estado social de derecho, garantista, proteccionista y demás cualidades maravillosas que se describen en el preámbulo de nuestra carta magna —como alardeamos ser—, vuelvo y repito, no es solo legislar conforme a fuentes reales del derecho, como son los acontecimientos. Creería que este debe actuar desde la raíz (no sé cuántas veces he dicho esto), pero mientras las autoridades no asuman su responsabilidad, ni nosotros le exijamos cumplir con sus obligaciones, la situación cambiará muy poco o nada y seguiremos estando inmersos en la resignación que impide convertirnos en un país de las maravillas como daría lugar a denominarnos nuestra legislación.

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