Una memoria de propósitos modestos

Una memoria de propósitos modestos

En 'Volver la vista atrás', la última novela de Juan Gabriel Vásquez, su capacidad creativa de escritor acusa signos evidentes de madurez literaria

Por: DAVID NAVARRO MEJIA
abril 07, 2021
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Una memoria de propósitos modestos
Foto: Centroamérica Cuenta - CC BY-SA 2.0

El relato mantiene la tensión viva, conserva vigor la trama narrativa, la historia no decae y los recursos de que echa mano le dan aire y vitalidad: diario de los personajes; fragmentos de poemas, cartas, alusiones literarias sugerentes y un uso de diálogos precisos que le ofrecen gracia y a ratos bocanadas de humor desenfadado a la novela, un recurso que por lo general no se ve mucho en los escritores de raigambre andina.

La historia: las vicisitudes de la familia Cabrera en España, Francia, República Dominicana, Colombia y China en pos de un pedazo de tierra que les ofreciera dignidad y justicia a los suyos y una oportunidad para la construcción de un hombre nuevo y una sociedad igualitaria y libre. Es decir, la historia de cientos y miles de familias e individuos que, a lo largo del siglo XX, sobre todo, cifraron sus ideales y fines en el nacimiento de una nueva arcadia para los hombres y mujeres de la tierra.

El narrador acude a dos episodios detonantes: la muestra en Barcelona de una retrospectiva del cine de Sergio Cabrera a cargo de la Filmoteca de Catalunya y, en el umbral de la misma, la noticia de la muerte repentina de Fausto Cabrera, su padre. A partir de allí el narrador nos lleva por la memoria de un siglo: la derrota de la monarquía en España, el surgimiento de la República y el levantamiento contra esta de Franco y el fascismo. Como corolario las vidas rotas de millares de familias republicanas, el exilio en Europa o América y el renacimiento allende los mares de nuevos proyectos de sociedad, de la construcción del sueño republicano en otras tierras y la siempre expectativa por la caída del dictador Franco para retornar a la España amada. Y, sin embargo, en el entretanto aquellos exiliados fueron ordenando la vida en las tierras de acogida y apostando por una vida renovada en América, mientras mantenían el vínculo amoroso y lleno de añoranzas por la España dejada atrás.

La singularidad de ese relato conoce muchos ejemplos en la literatura. Pero en el caso de Volver la vista atrás, Vásquez aporta uno no menos representativo y sugerente: el de la familia Cabrera, un relato que reúne, en toda su dimensión, ese retrato vivo y esclarecedor en que se han visto derrumbados miles y miles de proyectos y planes de una sociedad nueva, del llamado hombre nuevo. Lo hace a través del temple y la reciedumbre de un actor republicano que sueña con renovar la dramaturgia y termina apostando por una revolución que nunca acaba de parecerse a la que tuvo en sueños.

En ese camino entrega sus hijos a una guerrilla que proclama la urgencia de una Colombia nueva y libre a la que Sergio y Marianella Cabrera abrazan como suya, previa antesala de un aprendizaje duro y espartano del idioma y el entrenamiento militar chinos. Así regresan de China a Colombia a construir la sociedad que fundara Mao en las tierras ceñidas por la cordillera de los Andes y por serranías y valles agrestes en las que se interna la guerrilla. En el caso de Sergio y Marianella, en las lindes del nudo del Paramillo y la geografía que le circunda.

Años antes, Fausto Cabrera y Luz Helena Cárdenas han ocupado su propio lugar: en un caso como dramaturgo que desdeña el teatro que gusta en las élites para proponer uno popular que nunca termina de germinar y entusiasmar, mientras de manera clandestina se ocupa de ser el emisario entre las guerrillas del EPL y la dirigencia del Estado Chino; y en el otro, su esposa, quien oficiando de dama burguesa, tras esta fachada esconde también su papel de enlace y soporte económico de las actividades que sostienen a la guerrilla epeliana.

Pero como tantas veces se ha sabido, todo aquello termina en desengaño: la guerrilla para Sergio y Marianella Cabrera no se ocupa de lo que para ellos debía ser su misión y en cambio siempre se sienten viviendo una vida extraña que no les ofrece entusiasmo y mucho menos alegrías.

El desenlace pues, es doloroso: Marianella termina siendo sometida a un juicio militar revolucionario y su comandante le dispara por la espalda al escuchar un comentario desobediente de esta; Luz Helena es arrestada y abandonada a su suerte en la cárcel del Buen Pastor en Bogotá; Fausto Cabrera, luego de ser descubierto y haber hecho una travesía difícil por las montañas de Antioquia termina en el nudo del Paramillo dormitando su proyectando revolucionario de teatro popular  y Sergio Cabrera, finalmente, en un guerrillero diezmado por la humillación de sus superiores que, después de dudas y temores, bajo el auspicio de su madre liberada y la certeza que esta tiene de que debían abandonar la locura de una guerrilla a la deriva, acoge el diseño y ejecución del plan para su rescate y el de su padre de las garras de unos comandantes guerrilleros indolentes y despistados que todavía pensaban que estaban construyendo el sueño de Mao en una Colombia que ya parecían haber decidido no conocer para siempre.

El resultado del relato es una Colombia siempre dura e indolente; ensimismada y satisfecha al parecer de sus tragedias, mientras afuera buena parte de la sociedad nunca termina de entender por qué no se comprende su violencia y se la juzga tan severamente cuando en su suelo aquella se asume como natural o como parte de su paisaje; pero también, a través de la familia Cabrera, por qué hasta la empresa más bella y edificante en este suelo adquiere las dimensiones de la tragedia y el dolor.

Es incluso lo que el narrador nos recuerda de Sergio Cabrera cuando semanas antes de asistir al homenaje que se le rinde en España con la retrospectiva de su cine, este se convence de que pronto la violencia y el  dolor llegarán a su fin con la refrendación de los Acuerdos de paz de la Habana y, en un hecho inexplicable, la sociedad colombiana opta ese día de elección, 2 de octubre de 2016, por  negar  la refrendación de esos Acuerdos y colocar al país nuevamente en la normalidad de la violencia, en negarse un destino que, no estando exento de dolor, le ofrezca una era de paz y reconciliación a los hombres y mujeres viejos de siempre en esta tierra y su geografía.

Lecciones que siempre ofrece la historia de Colombia y la historia por supuesto de la novela, historias nada rectilíneas, pero que siempre vienen bien a la memoria para recordar que construir el hombre nuevo y la sociedad nueva que se prometieron en los mejores años de sueños y utopías, ahora pareciera más bien un espejismo del que, si bien es mejor no mirar con odio, sí que con reservas y serenidad. Ya el tiempo dirá qué es lo que en verdad los siempre hombres y mujeres viejos de Colombia y este mundo de nuestro tiempo, construirán como nuevo: un ideal que ahora ya se empieza a entender que seguramente será un ideal de hombres y mujeres de propósitos modestos, pero quizá con más bondad, nobleza y sentido de perdurabilidad.

Ficha: Juan Gabriel Vásquez. Volver la vista atrás. Alfaguara. Bogotá, 2020. 475 páginas.

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