El 18 de agosto del 2016 Plinio Apuleyo Mendoza presentó en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá el libro Cárcel y Exilio, en el panel lo acompañaban dos uribistas duros, el abogado Rafael Nieto Loayza y la entonces ex senadora Nancy Patricia Gutiérrez. Durante el evento, en más de una ocasión, el legendario periodista y escritor tuvo que interrumpir su conversación para invitar al público a aplaudir a Álvaro Uribe Vélez, invitado de honor al evento y de quien había sido su embajador en Portugal en sus ocho años de gobiernos. ¿Cómo no iba a estar Uribe si la obra de Mendoza era una de las más encendidas defensas que intelectual alguno hubiera escrito sobre el expresidente?
El libro era un estudio sobre la justicia colombiana justo cuando el uribismo se sentía perseguido por el gobierno. Era el momento más bajo del expresidente. Estaba por firmarse el acuerdo de paz con las FARC y Juan Manuel Santos, respaldado por las encuestas, pensaba poner a consideración de los colombianos los acuerdos de La Habana en el Plebiscito que estaba seguro ganaría.
Plinio Apuleyo Mendoza, el hombre que vio el 23 de enero de 1950 desde un balcón de Caracas, acompañado de su amigo Gabriel García Márquez, como Marcos Pérez Jiménez abandonaba Miraflores en un avión militar después de que le echaran a patadas del palacio presidencial, el mismo periodista nombrado por Fidel Castro como director de Prensa Latina, la agencia de noticias que fundó el líder de la Revolución Cubana, ahora, cincuenta años después, publicaba Cárcel y exilio una publicación en la que buscaba demostrar que había un cerco contra Uribe y su círculo de confianza para cobrarle nada menos, según Mendoza, las bondades de la Seguridad Democrática.
Los ejemplos para sustentar su tesis en las cuatrocientas páginas son los casos de Andrés Felipe Arias, Jorge Noguera y Maria del Pilar Hurtado; el caso de la exsenadora Sandra Morelli, la investigación que terminó sacando de la carrera presidencial del 2018 a Oscar Iván Zuluaga por lo del Hacker Sepúlveda, los nexos con el paramilitarismo del exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos, todo lo relacionado con la Yidis política e incluso le dedica un capítulo entero al enredo judicial que llevó a un largo juicio a Santiago Uribe y su presunta participación en la creación de grupos paramilitares.
El libro fue despedazado por una crítica que, como sucede a nivel mundial, ha estado manejada por intelectuales duros de izquierda, algo que ya habia enfurecido a escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, Octavio Paz –quien fue el primer desertor del fervor que despertaba la Revolución Cubana dentro de los escritores del Boom-, Guillermo Cabrera Infante, o Jorge Luis Borges quien veía con frío desprecio como se podía usar la literatura para lavarle la cara a un dictador comunista.
En Colombia este debate ha estado presente desde hace décadas. Sobre todo en el siglo XX. Mito, una de las revistas culturales más importantes de América Latina, fue fundada por Jorge Gaitán Durán, uno de los pensadores que cimentó el MRL. León de Greiff, Estanislao Zuleta y Gabo a quien los Estados Unidos le canceló la visa, tenían una clara tendencia de izquierda. Plinio fue en el país, uno de los primeros intelectuales que decidieron lanzarse a la picota pública que significaba rechazar la izquierda y abrazar, sin ambagues, ni camuflajes, las ideas de derecha. A sus 89 años Mendoza sigue activo no sólo escribiendo sino pasando a la acción: antes del 2018 participó en decenas de marchas contra la Justicia Especial para la Paz y todo eso que los uribistas denominaron castrochavistas.
Lejos de esa militancia ha habido otras rara avis que no esconden su frialdad hacia todo lo que suene a izquierda y ha sido el autor de una biografía de mucho fondo y culta sobre Álvaro Gómez.
Sus seguidores afirman que al país le quedaba grande una inteligencia como la suya. Juan Esteban Constaín intentó arreglar cuentas con la historia y ubicar en su sitial a Álvaro Gómez con su imprescindible biografía. Rosarino a ultranza, discípulo de Enrique Serrano, Constaín desde sus columnas en El Tiempo –escribió el libro Conversaciones con Roberto Pombo-, sus clases de Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario y las exitosísimas clases virtuales estrenadas en la Pandemia, mantiene viva la imagen del intelectual borgiano consagrado única y exclusivamente a los libros.
Borgiano también es Enrique Serrano, quien ha estado en boga por el escándalo que suscitó las conversaciones que sostuvo la primera dama, Maria Juliana Ruiz, para pensar en una biografía que el justificó con un estudio que el archivo nacional tiene en mente realizar sobre las primeras damas. . Imagino el horror que invadió al actual director del Archivo Histórico Nacional estar en boca de todo el mundo, aunque antes de ser funcionario público en charlas y conversaciones públicas no disimulaba su distancia frente a la visión mamerta de la realidad del país.
Abad es un hombre de cultura vasta y por eso desde su siempre popular columna dominical en El Espectador, el escritor escribe de todo, sin prejuicios, disecciona desde una película, un libro como las memorias de la Hermana Laura, o lo necesario que es que nos vayamos a pasar un mes al silencio de un monasterio. Como Emmanuelle Carrere, Abad Faciolince no esconde su entusiasmo por los misterios cristianos.
Con lo caliente que se mantiene twitter pronto veremos como los seguidores de Petro, que son mayoría en esa red social, terminan catalogando de extrema derecha a escritores como Melba Escobar que se ha mantenido apática a la hora de hablar de Uribe y sus gobiernos. A algunos escritores no les da fiebre la política, tan sólo quieren crear.