Al unirse las imágenes, recuerdos, vivencias y evidencias, sorprenden la magia de la vida al borde de un poema; simulando el paso inocente del poeta Winston Morales por los caminos de la llamada Tierra de Promisión.
“¿Cuál es el país al que me invitas?”
Winston Morales (Neiva, 1969), poeta y escritor dedicado al mundo de las comunicaciones. Ha sido primer puesto en el Concurso de Poesía Organización Casa de Poesía 1996, primer puesto en el Concurso de Poesía José Eustasio Rivera 1997 y 1999, primer puesto en Concursos Departamentales del Ministerio de Cultura 1998, primer puesto en Concurso Nacional de Poesía Euclides Jaramillo Arango en el 2000 y segundo premio en el Concurso Nacional de Poesía Ciudad de Chiquinquirá. Entusiasmado por la cosecha inicial de honores merecidos a su obra, contiene la respiración y luego estalla en carcajadas o se sumerge en el centro de una nostalgia. Le preocupa que los habitantes de Schuaima respondan muy pocos a los llamados cifrados en palabras. Entonces calla, se esconde en el rincón de otro poema e invita a conocer el país del sueño.
“Abordar el tren, barajar los días, en este regresar a la vida”
La sed de conocimientos lo llevó a la Universidad Surcolombiana a estudiar Comunicación Social y Periodismo. Allí tiene aún asiento. Allí lucha contra la desazón, en medio de tanta incertidumbre. Mientras transforma al humano en nombres se hace llamar Alexander de Brucco y en uno de tantos trances ha sido Noé, Caín, Lázaro, Moisés, Abel, Lot, y todo un pueblo. Desde ese momento sabe de la concentración de los tiempos, elementos, historias, verdades y fe, en el filo de los días. De vez en cuando regresa, busca alimento al lado de la mujer que soporta alianzas y sobresaltos, alcanza a deletrear la palabra amor; y mantiene el ritmo, merodeando el aliento esquivo de las redes que llevan al exilio.
“Solo así puedo acercarme, solo así sé que existo”
Una vez se considera a salvo de tanta impertinencia, el poeta se baña una y otra vez en la fuente de todas las palabras. Seca su piel. De pronto se encuentra recubierto de humildad, felicidad, visiones nuevas y razones para otras luchas. Condensa una, dos y varias inquietudes y es retratado en el libro de nombre Aniquirona. Mas su corta experiencia no agota la sed incrustada en el fondo de cada palabra. Sigue buscando más voces en el camino, señales del río de los sueños, Rogitama. Solo así sabe que existe, solo así sabe que es obligatorio regresar.
“Schuaima”
Una ciudad abandonada atrae al poeta de Neiva. Decanta la variabilidad de su destino. Le incita a pasear por calles y caminos indescifrables: es el Reino del Sueño. Es la parcela que se asoma entre una y otra sombra de la realidad que lo asiste. Él, el hombre de las mil túnicas marcha sonriente en busca de su verdad, en procura de la clave de la existencia; porque Schuaima es la esencia de todas las propuestas, de todas las respuestas. Allí el poeta se sabe unido a la luz primera, al nacimiento, donde se validan tesis, se sugieren otras, donde se envuelve al hombre con caricias capaces de abrirle los ojos antes de conducirle por el cordón invisible que merodea el antes y el después.
William Blake, la forma, lo esencial
Una de las voces sueltas, que todo lo permean, lo llevan a Sir William Blake, en claroscuros, soportando el aroma de ríos, nubes y poemas, recubriendo el misterio y el milagro imposible de apartar. El asombro del místico alrededor de la magia primera llenan el espacio de cada verso.
El incienso que aromatiza verdades y falencias llama a la realidad vestida con harapos o con el sarí de la mujer que lleva a todos los caminos. Si el poeta puede ya rasgar los siete velos a la hora de la danza de los cuerpos desnudos, ¡sábelo Dios!