El libre mercado no es una maldición

El libre mercado no es una maldición

"En un sistema de economía múltiple se desarrolla el conocimiento y la prosperidad, rechazando sin vacilaciones el guion marxista"

Por: Ariel Peña González
marzo 19, 2021
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El libre mercado no es una maldición
Foto: PxHere

El libre mercado es una relación entre productores y consumidores, en donde mediante bienes y servicios se satisfacen las necesidades de las personas, interviniendo únicamente el Estado en caso de necesidad; lo cual significa que ni el capitalismo ni el mercado son una maldición, como algunos lo quieren hacer creer.

El 7 de noviembre de 2018, el papa Francisco dijo que: “Si en la tierra existe el hambre no es por falta de alimento, sino porque por las exigencias del mercado se llega, a veces, a destruirlo”. La afirmación del sumo pontífice sería verídica si el mercado lo fuera un todo, pero resulta que cuando una doctrina política como ocurre con el marxismo que en su aplicación práctica, toma a la miseria de las masas como condición necesaria para perpetuar en el poder a una dictadura comunista, el mercado sale sobrando y eso lo estamos viendo con nuestra vecina Venezuela, en donde el hambre es una política de Estado para consolidar a la camarilla.

El capitalismo surge porque los seres humanos somos seres de necesidades, que muchas veces nos las crean, y para satisfacerlas están las mercancías, de ahí surge la ley de oferta y demanda, apareciendo el libre mercado y desde luego el capitalismo, que pierde su esencia cuando se vuelve especulativo e improductivo, cayendo en un capitalismo financiero exagerado que solo busca acumular grandes masas de dinero.

El mercado permite el desarrollo de las fuerzas productivas, lo que genera el progreso social y económico de los pueblos, y las naciones pueden importar y exportar para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos; por lo que satanizar al mercado va en contra de toda lógica y, es mejor observar que el mal está en las posiciones políticas totalitarias como ocurre con el comunismo, cuya concepción supersticiosa y metafísica del mundo, lleva a sus militantes a considerarse predestinados para dominar a los demás.

El marxismo, como el mejor heredero de Maquiavelo, plantea las cosas en blanco y negro, mostrando siempre dicotomías, cayendo en un maximalismo para que las personas despistadas y atrasadas tomen partido, esa división perversa la promueven los seguidores del comunismo totalitario, cuyos intereses burocráticos y de secta los lleva a creerse “iluminados”, por ello es que en más de 170 años de marxismo se ha vendido el dilema económico y político entre capitalismo y socialismo, sin que haya posibilidad de otras salidas; esa actitud tosca lleva a la conclusión temeraria de “quien no está conmigo es mi enemigo”.

De ninguna manera se puede tomar a los seres humanos como zombis, para aplicarles recetas metafísicas, debido a que la libertad individual como condición suprema de la humanidad está por encima de la manipulación política; entonces reducir el destino de los pueblos al capitalismo o al socialismo, es producto del interés mezquino de quienes siguiendo las argucias marxistas consideran que la conquista del poder es como su dios; dado que el discurso miserabilista que proclama el truco de la emancipación de los pobres, no solo lo ha manejado el marxismo sino sus hermanos el fascismo y el nazismo.

En el capitalismo como en el socialismo hay muchas variables, siendo paradójicamente el capitalismo de Estado el que se practica en Cuba, Venezuela y Norcorea. La más clara demostración del capitalismo salvaje se tiene en China, en donde el partido comunista impone sus fórmulas económicas a la fuerza, además de ser responsable de la propagación del COVID-19 por el planeta. Sin embargo existe un socialismo democrático en algunos países de Europa, que no han tenido que recurrir a la violencia para implementar ese sistema, lo que demuestra que a los seguidores del marxismo-leninismo no le interesa el progreso social de las masas, sino la toma del poder para dar rienda suelta a sus instintos insanos de someter a los demás, y por eso proclaman maniqueamente el esquematismo entre socialismo y capitalismo.

En ese orden de ideas, para superar esa especie de entropía se debe plantear el sistema de economía múltiple, que recoja las iniciativas privadas y colectivas, para buscar el bienestar de los ciudadanos, en donde la democracia económica no permita caer en los monopolios abusivos, repudiando al marxismo que sublima al estatismo burocrático e idiotizador, que toma como condición necesaria la miseria de las masas para volverlas más dúctiles a la tiranía comunista.

El sistema de economía múltiple recoge las experiencias positivas de un capitalismo industrial y comercial, de la social democracia y de la autogestión libre y creativa que busca principalmente la independencia económica de las personas, desechando el extremismo marxista y la acumulación desmedida del capital que lleva a las recesiones económicas mundiales.

En Latinoamérica algunos países cuyas aventuras políticas los han empujado a gobiernos marxistas con el socialismo del siglo XXI, que recogió los desechos del marxismo-leninismo de Europa oriental después de la caída del muro de Berlín, han querido imponerlos en nuestras naciones; en tal caso se deben de superar las asimetrías conceptuales en la región para liberarnos de ese manoseo ideológico, que llevan a situaciones como la de Venezuela en donde el castrochavismo (otro mote marxista) ha traído una gran ruina, conduciendo a esa nación al comunismo totalitario, engañando todavía a sectores del pueblo que son los más atrasados e ignorantes, para que la nomenclatura se perpetúe en el poder, irrespetando la voluntad popular.

En un sistema de economía múltiple se desarrolla el conocimiento y la prosperidad, rechazando sin vacilaciones el guion marxista maquiavélico de escoger únicamente entre socialismo o capitalismo.

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