Cada vez que muere un anciano, más en estos tiempos de pandemia, pareciera como si hubiéramos mirado o participado en la quema de una biblioteca, y enfatizo en tiempos de pandemia, porque parece que nos lo robaran sin darnos cuenta y no pudiéramos sistematizar el modo en que vivieron y entendieron el mundo.
¿Cuántas bibliotecas se quemaron entonces en esto año de pandemia?, ¿en qué países se quemaron o se contempló su incendio sin que sus gobernantes se les diera nada, y sin que los jóvenes se hayan dado cuenta de aquello que jamás se recuperara?
¿Quién de manera desvergonzada dejó quemar las bibliotecas, por considerarlas espacios llenos de libros viejos, sin valor o que simplemente no se hacen necesarios leer o están prohibidos?
¿Qué países se dieron a la tarea de modo sistemático, y durante muchos años, de considerar a nuestros viejos (que por tener cierta edad) como seres que ya no son, ya no valen y ya no se necesitan?
¿Qué países y en qué lugares se han dedicado durante mucho tiempo a insistir en sus diarios y medios de comunicación que solo pueden obtener empleo aquellos que se encuentran en un límite de edad, y aquellos que sobrepasan estos límites ya no son productivos?
¿Significa que exceder cierto límite de edad es el borde para que otros indiquen el tiempo de morir, porque incluso a esta edad ya es muy costoso sostener su salud o enfermedad?
¿Quiénes están interesados en que estas hermosas bibliotecas desaparezcan?
¿Cuántas bibliotecas humanas se han perdido en Brasil, en Estados Unidos, en Italia, en España y en otros tantos países con la excusa de que el sistema de salud se sobrepasó, sin decir la verdad (que jamás ha habido un sistema de salud, sino la construcción de un gran negocio, y que hoy… ese negocio, no es capaz de salvar a ninguno)?
¿Quién va a juzgar a aquellos que de modo intencional prefirieron los negocios y el dinero antes que la vida?
Los grandes emporios económicos, viendo el dolor humano, decidieron prestar dinero antes que demostrar su solidaridad con el necesitado; no porque ellos (los pobres) no pudieran tener, sino porque lo que han tenido (los pobres) hoy lo tiene el que de manera descarada le presta (basta mirar los noticieros y ver cómo el gobierno financia la nómina de los ricos con los impuestos de los pobres, le entrega el dinero al pobre por cajero, y le quita su dinero en la tienda, convirtiéndose en un atraco legal).
La sabiduría que se ha perdido con nuestros viejos nunca se recuperara, aunque ya se evidencia en la mayor parte del mundo, el abandono en el que se encuentran nuestros viejos; no se les observa y respeta como aquellas personas, en que: el hoy se debe al trabajo del ayer; los ricos observan el mundo, como si este, hubiese sido construido por ellos y no por los viejos. Peor aún, muchos países no están interesados en saber, el saber del viejo, consideran que la tecnología es la última palabra.
Quien desconoce su pasado tendrá que volver a construir su presente y estar sujeto a la inmensidad de sus errores, pero quien reconoce en el pasado y su gran valor entenderá que el presente se construye con sentido y sabiduría, y esa… sabiduría está cerca, ella dialoga a diario con nosotros, son “nuestros viejos”.
¿Quién o quienes fueron condenados por el incendio de la biblioteca de Alejandría? ¿Quién paga por los daños ocasionados por los libros quemados durante la segunda guerra mundial? ¿Quién responde por aquellos que en épocas oscuras han decidido que libros leer y cuáles libros están prohibidos de leer? ¿Quiénes deben pagar el precio por esconder hoy grandes conocimientos que harían de nosotros un mejor vivir?
¿Dónde están esos grandes descubrimientos, que habrían podido evitar que hoy estuviéramos enfermos? ¿Dónde están esos grandes escritos de Tesla, Leonardo da Vinci, los libros griegos, los libros latinos, los libros árabes, los libros de oriente? Pues bien, un modo andante de esos libros son nuestros viejos; y si mueren nuestros viejos, o los vemos morir sin hacer nada, o si creamos todo lo posible para que ellos mueran; estaremos siempre en la “maldita costumbre” de volver a empezar.
No más, es insólito, es vergonzoso, es inexplicable que en pleno siglo XXI, aun nuestras personas mayores, quienes sostuvieron el mundo durante varios decenios, queden olvidadas en los andenes, en las calles, en los ancianatos; simplemente porque “alguien” decidió que viejo, es inútil e inservible, si así fuera entonces deben eliminar “los museos”, “las iglesias”, y todo aquello que huela a viejo, entonces aparecerán defensores de que aquello que he mencionado es memoria, es imprescindible; pues bien así como las cosa materiales se conservan como testimonio, con mayor razón al viejo y la memoria de los viejos, se les conserva.
A un país que no le duelen sus viejos, que no ve en ellos su memoria y su legado, es desagradecido e indolente con aquello que come en su mesa hoy. Si un país hace eso… con sus viejos también lo hace con sus niños y niñas, pues ellos por ser pequeños se hacen también inútiles. Y un país que piensa así de sus niños y de sus viejos, se inventará cualquier razón para hacerlo con sus jóvenes y adultos. Es decir, es un país al que no le interesan sus ciudadanos.
Las personas que habitan este lugar son solo fichas de producción que se reemplazan a capricho del patrón.
