Crónicas de la Plaza Mayor
Opinión

Crónicas de la Plaza Mayor

Noticias de la otra orilla

Por:
agosto 23, 2014
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Prologado por Alfonso López Michelsen este libro fue publicado en 1999. Ese mismo tuve la oportunidad de presentarlo en Barranquilla, y ahora vuelvo a él porque en estos días iré a conocer a su autor a Valledupar.

Y vuelvo a él porque creo que este libro representa un muy respetable ejemplo de recuperación de la memoria colectiva, sin teorías ni interpretaciones pretensiosas, sino a través de las tremendas posibilidades históricas del recuerdo. Aquí está un compendio de 42 crónicas que recogen y presentan hitos importantes del desarrollo de la vida cultural, social, política y económica del Valle de Upar.

No termina uno de leer las cuatro ó cinco primeras crónicas del libro cuando ya ha sentido el asombro que produce la extraordinaria capacidad de recordar y expresar tan profusamente datos y detalles de una casi escandalosa prolijidad que muy seguramente son absolutamente fieles a la realidad. Característica del libro que nos haría pensar fácilmente en su autor Pepe Castro posiblemente tenía desde hace mucho tiempo su hecho pensado.

Este libro es, en mi modesto juicio, un libro de insospechada utilidad para ahora y para después, y no sé si su autor, que ahora nos ha resultado cronista superior, sea consciente de estos méritos. Si no lo es, viva Dios, y si lo es, mejor, porque sería la muestra de una sensibilidad alerta y de una envidiable autoconciencia, virtud que no es muy dada en personas que como él han tenido la oportunidad de vivir y ser testigos y protagonistas de los mismos hechos que se narran. Bondades que siempre se dan en quien es realmente un cronista nato.

Los prodigiosos recuerdos algunos de los cuales don Pepe se permite cotejar con fuentes tan respetables como las de Luis Striffler y las del francés Eliseo Reclue, reproducen caminos y recodos de la provincia con tal capacidad de reactualización en los mínimos detalles que parecen redactados leyendo una completa cartografía de época de aquellos extensos territorios de la provincia del Valle, mapas en los cuales, además de los simples trazados de trochas y caminos parece que estuvieran registrados, con no menos asombrosa seguridad, tiempos, personajes, hombres y animales, y por si fuera poco, la sazón de un sabroso anecdotario en donde conviven en la mayor armonía la historia documental con los embustes desorbitados que constituyen aún una materia inédita en los estudios sobre nuestra cultura regional.

Otro importante aspecto de este libro lo constituye su interés como texto que llegará a ser, no me cabe la menor duda, para los investigadores culturales porque en él están los elementos de una antropología con la que nos ayudaremos sin duda a entender mejor la vida práctica y espiritual del hombre vallenato, acusado, por absoluta incomprensión y desconocimiento de sus matrices culturales, de más de un pecado de comportamiento censurable a la luz de parámetros diferentes. Y aquí, Pepe Castro, con una autoridad que muy posiblemente nadie estaría en posición de controvertir, se permite cortas y valiosas reflexiones acotadas aquí y allá en el texto, precisamente sobre la manera de ser y de pensar del hombre del Valle, y lo hace sin ahorrar autocrítica y regaño. Pero, claro, más allá del comentario intencional y consciente, está también la elocuencia del contexto histórico y social que el libro recrea con acierto, y que pese a los peligros muy comprensibles debido a los componentes de vanidad personal y familiar, nos ofrecen la lectura de un valioso universo de cuadros de costumbres, un exuberante y divertido fresco que se anima ante nuestros ojos y en nuestra imaginación como sucede con los buenos libros, lo que lo hace ser por lo tanto un texto de tentadoras provocaciones cinematográficas.

Podríamos pensar que lo único que le hace falta al libro es un CD con cantos a propósito, pero no, no hace falta esa discutible sofisticación del mercadeo tan de moda en estos días, porque de las mismas páginas sale la música del recuerdo que evocan sus historias, y esa es mejor escucharla en la imaginación.

Este libro, y lo digo asumiendo las consecuencias, será muy seguramente un referente útil para quienes intenten entender y explicar las claves culturales del hombre del Caribe colombiano, especialmente el de ese microcosmos tan particular como el que hoy podemos llamar de la cultura vallenata.

El libro es también una cálida y permanente advertencia autocrítica, así como un registro casi adolorido de todos aquellos valores y momentos que la vida moderna y la violencia han hecho trizas en esa comunidad, y en el país todo, poniendo en grave riesgo el corazón de las culturas de provincia, consecuencias que no alcanzamos siquiera a sospechar qué tipo de costos podría llegar a tener cuando tengamos la oportunidad de hacer el inventario del desastre con el tiempo.

 

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