elva adentro, en La Hormiga, en el municipio del Valle del Guamuez, Putumayo, una zona fértil en la que por muchos años se hablaba tradicionalmente de cultivos de coca y narcotráfico, ahora se cultiva una exótica enredadera de origen asiático, la pimienta, que ha servido como aliada para los campesinos de la región quienes desde hace 11 años erradicaron la coca de su territorio.
Ahora el cultivo de pimienta del Valle del Guamuez, que ha sido calificada por expertos de la gastronomía nacional e internacional como una de las mejores del mundo, está lleno de nuevas esperanzas, para estas familias que decidieron dejar atrás la hoja de coca.
“Me decidí a sembrar pimienta, porque con esa iba a salir adelante, un cultivo que reemplaza a la coca que trae violencia y vicios”, cuenta Flor Gualpa.
Son más de 365 familias, entre ellas la de Flor, que le apuestan al cultivo de pimienta, donde vieron una oportunidad para recoger los frutos de la buena siembra.
“Estos campesinos decidieron cambiar los cultivos ilícitos por cultivos lícitos, a pesar de las circunstancias ellos han seguido trabajando e insistiendo, no queremos vivir más de la coca”, puntualizó el alcalde del Valle del Guamuez, Jhon Wilmer Rocero.
La Asociación Agropimentera del Valle del Guamuez (Asapiv) es el nombre del proyecto que se encarga de comprar la pimienta que cosechan todas estas familias que se atrevieron a creer y dejaron atrás los cultivos de coca para sembrar en su lugar la pimienta más especial del mundo, que crece en esta espesa selva y se comercializa en diferentes restaurantes del país.
“La pimienta para mí significa un ejemplo para más familias, nosotros podemos dar ejemplo que no solamente de cultivos ilícitos se puede vivir”, cuenta Carmen Cueltan, que cultivando el fruto mágico de la vida y sembrando paz decidieron desde hace varios años cambiarle el rumbo a su vida.
En La Hormiga, víctimas del conflicto, familias restituidas, campesinos y madres cabeza de hogar hacen parte de este modelo de negocio con el que decidieron alejarse de los problemas que les traía la droga, enfrentamientos, desplazamientos, retenes ilegales, campos de entrenamientos de grupos armados y cilindros bomba. Ahora su único problema es que la enredadera de una mejor semilla.
“Hemos podido ofrecer un producto inocuo, de confianza, que es para el consumo de nuestras personas”, dice Carmen, quien a diario abre las puertas de su casa para dirigirse a su cultivo con tranquilidad, algo que era imposible en medio de los cultivos ilícitos.