Sospecho que me matonean

Sospecho que me matonean

"El débil es la carne de cañón a las tentaciones de los explotadores"

Por: CECILIA LEON ORTIZ (CeCé)
agosto 28, 2014
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Sospecho que me matonean
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“El hecho de que usted sea mi mamá y sea mayor que yo, no significa que siempre tenga la razón”. Cuando escuché semejante frase, me quedé estupefacta. No porqué me la hubiera dicho el mayor de mis hijos, sino por la profundidad en su contenido.
Aún hoy después de muchos años de haberla escuchado, rebota en mi cabeza la hilaridad de sus palabras para argumentar que sentía dolida y abusada su personalidad.

Hablar de lo que encierra esa cuestionante frase, me crea angustia, y lo hace menos fácil admitir que para la generación de los jóvenes de menos de treinta años, el abuso es el mismo al que viví para mi época de crianza; cuando se trata de irrespeto por la dignidad humana el tiempo y las épocas no tienen fronteras y el daño emocional es igual en todos los individuos.

Al escuchar de mi hijo que para ese entonces contaba 15 años, que yo no estaba siendo imparcial, con un llamado de atención en su colegio, me hizo reflexionar; a partir de ese momento escuché el primer grito en contra del matoneo de labios de mi hijo. Sí, él reveló por primera vez que yo estaba atropellando su condición de hijo, acusándolo sin haber escuchado su versión de los hechos.

Cuanto me ha afectado saber que antes de ese día fui bastante injusta y severa con mis apreciaciones; fui contundente sobre el respeto a los demás y yo no lo había sido con él hasta entonces. El ser la persona que a punta de gritos y golpes obedece, que aplica, que aprende, que debe y está obligado a respetar a los mayores en edad, dignidad y gobierno (como decía mi nona), lo hace susceptible al matoneo. Siendo esta la manera directa para que el jovencito, libere su maltrato en otras locaciones, como el colegio, el barrio, la calle, etc.

Un joven que usa el matoneo como herramienta para el escarmiento, el amedrentamiento, o para abastecerse de poder, es un individuo que a lo largo de su vida será un abusador. La cultura de la intimidación la aprendió en su hogar, bien dicen que la mejor educación es el ejemplo. El matoneo es un comportamiento tan criminal, que puede lesionar de manera seria la conducta de unos y otros, para siempre. Suena inmoral decir, que los padres y maestros son los principales matoneadores de los niños y jóvenes, pero es así. Se utiliza el poder y la jurisdicción para apalancarse en el derecho al castigo, aún sin escuchar versiones.

El débil es la carne de cañón proclive a las tentaciones de los explotadores. Se le ve en su cara, en su apariencia, en su modo de manejarse ante el público, son retraídos y viven absortos en un submundo del que siente el temor más grande a abandonar. O quizá por el contrario trata de ser en apariencia una persona fuerte, agresiva, beligerante y en el fondo tiene un profundo miedo a seguir siendo el mártir en casa, reproduciendo a escalas su dominación con otros más débiles que él. El matoneo es una conducta repetitiva y progresiva. El matoneo solo se da entre matoneadores. Al joven lo lesionan los mayores y nadie los protege de esas agresiones, luego entonces él lesiona sin esperar ser castigado o cuestionado por ese comportamiento.

El haber escuchado el grito de independencia de mi hijo, me hizo pensar, en las tantas veces que usé el matoneo con él; al obligarlo a hacer cosas en contra de su voluntad, el no haber escuchado sus reclamos, el no haberle permitido negarse a ceder sus espacios, el no escuchar su defensa y sus argumentos, tan sólidos y tan válidos como los míos y los de sus maestros.

Después de ese día, mi hijo llegó a casa con la intensión clara y específica de contármelo todo, aún las cosas por las que en otras épocas era severamente enjuiciado. Aprendí a respetar sus inconformidades, sus intimidades, sus silencios y sus rebeldías, que propias de su edad eran valiosas para mi aprendizaje como madre, como educadora primaria y como mujer independiente de la vida de los muchachos.

Nunca vi en él un indicio de matoneo con nadie. No confundir con pleitos propios de los chicos. Lo que hice en este jovencito lo hice bien, sin darme cuenta le enseñé a defender su posición, sus puntos de vista y a pedir auxilio a quienes eran para ese entonces los únicos salvavidas: Los padres y sus maestros.

El machismo y el feminismo, son direcciones fragosas de la sociedad, aprendidas desde el seno del hogar. Nada más oprobioso para la cultura moderna que seguir educando las generaciones presentes en un ambiente de violencia, gritos, insultos, amenazas, abandonos, fobias y exclusiones, pero también de los problemas y conflictos domésticos de los maestros, transmitidos a sus discípulos, como si lo vivido en sus hogares no fuera suficiente expiación para estos seres. La regla número uno en una civilización respetuosa, es aprender a escuchar a partir de la base del derecho universal de los individuos que reza: “todo ciudadano es inocente hasta que no se demuestre su culpabilidad”; ser imparciales y objetivos cuando de llamados de auxilio se trate como el matoneo, por ahí empezamos.

El día en que los maestros sean los amigos que enseñan, y los padres los seres que protegen, ese día y solo ese día se tendrá una sociedad justa, respetuosa de los límites, libre, con sentido común y democráticamente activa.

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