Es difícil tomar posición en un país donde matan periodistas. La tribuna no es sólo está ahí para subirse y dictar cátedra, la tribuna también puede ser un patíbulo en donde al final de la tarde sólo quedarán los ahorcados. Cuando Luis Carlos Vélez llegó de CNN a Caracol Noticias nadie en el país dudaba de su talento. Era el 2013 y no había un mejor refuerzo para un noticiero que esperaba despegarse en la carrera por el rating que tenía con RCN. Luis Carlos Vélez, en Caracol, se supo soltar y a tener una posición editorial que, no necesariamente, debe ser la que se marca en esa burbuja llamada twitter. Igual fue efectiva y parte del éxito de Caracol se lo deben al bogotano.
Nada de lo que pase con los Vélez pasa desapercibido. Su papá, Carlos Antonio, ha creado un personaje que dista mucho de ser el buen tipo que en la vida real es. Algo parecido a Iván Mejía. En Colombia los que tienen opinión se convierten inmediatamente en provocadores. Desde las escuelas de periodismo se ha difundido una falacia que, en plena era digital, hay que corregir: la supuesta imparcialidad del periodista. En estos tiempos es absurdo, e hipócrita, no tener posición.
Al tener apenas 25 años aún no podemos medir en una dimensión histórica el impacto que ha tenido internet y como ha modificado a los medios. Las redes sociales convirtieron a cada persona en un periódico y cada quien debe tener la libertad de poner en su muro el titular que se le de la gana.
Y los Vëlez han tenido el caparazón, el escudo para soportar el palo que les ha significado tener una opinión en un país de extremos. Los medios recurren al nombre del papá y del hijo porque saben que son taquilleros, que a la gente le interesa lo que sucede con ellos, pero es necio negar la importancia que ambos tienen y la capacidad de generar controversia y lo necesario que es su trabajo para lograr el equilibrio deseado.
Estar tres años al frente de la F.M. no ha sido fácil para un periodista que dice lo que piensa.