El caso muy especial de falso positivo que ocurrió en Santa Marta

El caso muy especial de falso positivo que ocurrió en Santa Marta

Álvaro fue corresponsal de El Heraldo en el Magdalena, y sin saber cubrió varias ejecuciones extrajudiciales. Acá la historia de una que fue muy particular

Por: Álvaro Cotes Córdoba
febrero 26, 2021
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El caso muy especial de falso positivo que ocurrió en Santa Marta
Foto: Pixabay

En el 2002, la situación del país no era menos tensa, sino peor. Se hablaba de guerrilla, voladuras de poliductos, paramilitares, enfrentamientos, subversivos dados de bajas. De estos últimos, se supo después, que miles fueron falsos positivos.

Tengo que aclarar que sí es cierto que mucho antes del 2002, ya se realizaban los falsos positivos, aunque no se habían identificado como tales.

Por ejemplo, entre 1990 y 1991, tiempo en el cual yo fui corresponsal de El Heraldo en el Magdalena, me tocó cubrir varios de esos falsos positivos, que repito no sabíamos que eran falsos positivos.

Recordándolos ahora saco en conclusión que sí lo eran porque, cuando nos mostraban a los supuestos guerrilleros abatidos, al lado de cada cadáver colocaban el arma que supuestamente tenían cuando les dieron de baja. La mayoría eran escopetas viejas y oxidadas y las municiones que presuntamente también les hallaban, eran nuevas e incluso a veces ni eran de las mismas armas o de igual calibres.

Uno se daba cuenta y lo que hacíamos era burlarnos y mamarle gallo al oficial que nos atendía para mostrarnos esos "positivos". El oficial no se ofendía, pero tampoco nos contradecía.

Como éramos periodistas que nos pagaban por cubrir y luego redactar las noticias, nunca tomamos en serio la malicia ni de sospechar que el Ejército pudiera hacer semejante barbaridad.

En pocas palabras, viéndolo ahora, nos tomaban como idiotas útiles. Pero como entre cielo y tierra nada se oculta y el tiempo se encarga de descubrir la verdad, esta salió a flote, aunque muy tarde y cuando miles de vidas jóvenes e incluso veteranas, murieron como consecuencia de esas brutales prácticas asesinas.

Un día nos llamaron para mostrarnos y les tomáramos fotos a tres guerrilleros dados de baja en la Zona Bananera. Nos condujeron hasta un patio lleno de sombras por los trupillos del Batallón Córdova y, en efecto, ahí yacían tres cuerpos envueltos en bolsa plásticas negras, cuyos zapatos eran las únicas prendas que se les veían y la mayoría eran botas pantaneras.

A lado de los cuerpos vimos tres fusiles en muy mal estado. Incluso, uno de nosotros le dijo a un capitán amigo de la oficina de comunicaciones de la institución militar, que apostaba hasta 30.000 pesos, que en ese tiempo eran como 300.000 pesos, para demostrarle que esas armas ni siquiera disparaban. El oficial solamente se sonrió y no quiso aceptar la apuesta.

Después del 2002 los muertos en combates se incrementaron y ya no solo eran guerrilleros, sino también delincuentes o extorsionistas, decían. El Magdalena fue uno de los departamentos que más le aportó a esas prácticas criminales.

Otro día nos llamaron a una rueda de prensa para informarnos sobre un caso de un enfrentamiento también en la Zona Bananera, en donde murió un importante finquero en el cruce de disparos. El comandante del Ejército de entonces vino hasta la ciudad y presidió la conferencia de prensa. Yo hice la pregunta sobre el asesinato del finquero y e lgeneral, enojado, me corrigió: "No fue un asesinato, fue dado de baja".

Y ahora que se saben de los falsos positivos, sin duda aquellas personas no fueron dadas de bajas, como era el término que solían utilizar los militares, para referirse a los supuestos abatidos en enfrentamientos con los soldados, sino que fueron asesinadas: el tiempo me dio la razón señor general.

Yo miro ahora en mi memoria todos esos momentos en que nos convocaron a las ruedas de prensa, para cubrir esos falsos positivos y no me queda más que pensar en cómo fuimos engañados. El último falso positivo que cubrimos fue uno muy especial, repito, no sabíamos nada de la existencia de los mismos y sucedió el 28 de mayo del año 2007.

Fue muy especial por lo que se supo más tarde. Sin embargo, ese día no nos llamaron por teléfono, para que asistiéramos a una rueda de prensa o a tomarle foto a la bolsa negra con un cuerpo inerte dentro. Esa vez, extrañamente, nos enviaron un comunicado de prensa en donde informaban que un guerrillero había sido dado de baja en combate y cuyo cuerpo había sido sepultado como NN, porque estaba en estado de descomposición.

Cuando se descubrió de quién realmente se trataba ese supuesto guerrillero NN, nadie más y nadie menos que un miembro de una de las familias más tradicionales de Santa Marta y el Magdalena y el cual llevaba secuestrado por el ELN dos años, se supo entonces que los falsos positivos ya no solamente eran para los jóvenes de escasos recursos o un solo fin, también podría efectuarse para tapar una embarrada del Ejército.

El 22 de mayo, cuatro días después de que el presidente de entonces, Álvaro Uribe, ordenara con vehemencia el rescate militar de Ingrid Betancourt y el de todos los secuestrados en el país, falleció en medio de un combate entre el Ejército y el Eln el empresario Mauricio Vives Lacouture. Se trataba del hermano del senador del Magdalena Luis Eduardo Vives.

Mauricio había permanecido en poder del Eln desde el 8 de noviembre de 2005 y murió en medio de un enfrentamiento armado en la zona conocida como El Cañón, muy cerca al municipio de Palomino, en La Guajira, en hechos que ocurrieron un martes.

A pesar de las circunstancias en las que, al parecer, los secuestradores se vieron acorralados por las tropas militares, el Ejército emitió un comunicado en la noche del lunes siguiente, aclarando que no sabían que el joven empresario, hermano del congresista detenido, se encontrara en ese lugar.

Pero las evidencias terminaron enlodando aún más el ocultamiento del Ejército, pues al desenterrar al supuesto guerrillero NN, encontraron que era Mauricio, con el mismo parecido y con la cadena de oro y su anillo de compromiso matrimonial en el que estaba inscrito su nombre y el de su esposa.

Desde entonces se inició una investigación para esclarecer ese crimen y ocultamiento del mismo, pero como todo en Colombia quedó impune y eso que el muerto no era cualquier Juancho de los Palotes. Ese es, en la historia de los falsos positivos de Colombia, el caso muy especial de falso positivo que ocurrió en Santa Marta.

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