El escenario de las batallas mediáticas
Opinión

El escenario de las batallas mediáticas

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julio 10, 2013
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Ya es un lugar común decir que la primera víctima de la guerra es la verdad. O que donde se ganan las batallas es en los medios de comunicación. O que la historia la escriben los vencedores.

En ese sentido la guerra que aparentemente más interesaba al ‘establecimiento’ —llámese el Estado, las instituciones, el Gobierno, o las autoridades— ya fue ganada: es poco discutible que la guerrilla no tiene opción de tomarse el poder por las armas, y que, no existiendo ya la alternativa del modelo comunista, solo les queda la defensa de los ‘objetivos sociales’; pero el gran triunfo fue logrado al desaparecer cualquier asomo de debate alrededor de estos al imponerles frente a la opinión pública la calificación de terroristas.

Ese triunfo mediático fue logrado por el Gobierno de Álvaro Uribe, y es más cierto y de más impacto que la supuesta victoria en lo militar de la ‘seguridad democrática’.

Parece sin embargo que el actual gobierno cree aún más en la teoría de que en el escenario de los medios es donde se definen todos los temas y que tiene la capacidad de imponer la imagen sobre la realidad misma.

Los partes de capturas o bajas de las filas guerrilleras buscan demostrar que en el conflicto armado la solución está cercana porque si en La Habana no capitulan y se mantienen en una posición diferente a lo que considera el gobierno las ‘reglas del juego’, los éxitos de las fuerzas armadas acabarían aún más rápido con la insurgencia (sobre esa premisa Uribe y sus seguidores minimizan la importancia de los temas que conformarían las propuestas enfrentadas, y aspiran a que todo se defina alrededor del castigo a los rebeldes y la exclusión de su participación en política).

En otro campo, hoy ya parece absurdo que se sigan presentando los decomisos de droga y las capturas de traficantes como avances hacia el fin de ese problema y la desaparición por la vía de la victoria sobre ese flagelo.  No se entiende que el gobierno pretenda que la gente crea no solo que se puede acabar la existencia de la adicción o el vicio por la vía represiva e imponer el principio de tolerancia cero, y menos aún convencernos de que ya los estamos logrando… sin embargo, eso se intenta mostrar en los medios de comunicación.

Pero esa idea de que manejando los medios y la información se impone una realidad virtual sobre la realidad real, ha llevado a que al manejo de los problemas que se presentan se le dé menos importancia que a proyectar una imagen que diga lo contrario.

El mejor ejemplo sigue siendo probablemente la declaración del Ministro de Agricultura saliente según la cual dejaba reestructurado el sector agropecuario con los mejores resultados históricos bajo su gestión y organizado para un futuro lleno de prosperidad. Los paros sucesivos de cafeteros, paperos, arroceros, cacaoteros, etc. mostraron lo distante de la realidad que estaban las versiones oficiales.

Pero el intento fue más allá de desconocer la realidad, y, ante la forma que esos paros probaban lo contrario, se intentó crear una nueva falsa realidad atribuyendo a ‘infiltraciones de las Farc’ esas movilizaciones. La impresión de que el Gobierno ‘perdió’ porque tuvo que ceder es errada: quien perdió fue todo el país, justamente porque nunca se llegó a tratar el verdadero problema ni en consecuencia a darle la solución que se requería —y se requiere—. Por eso estamos ante la inminencia de un paro motivado por una situación más grave y aún más generalizado.

Pero pareciera que el gobierno aún sigue creyendo que la imagen importa más que afrontar la realidad. Según su versión no solo la Marcha Patriótica, o las protestas de los gremios agrícolas son organizadas por la guerrilla, sino la protesta campesina del Catatumbo también tendría esa característica. Lo cual lleva a dos consideraciones: una, que si eso es verdad, la fuerza, la capacidad y la influencia las Farc es impresionante, y que, contrario a lo que dicen todas las encuestas, sí cuentan no solo con simpatía sino con ascendencia sobre importantes grupos poblacionales;  y dos, que si no es verdad —como es lo más probable— y los guerrilleros sí participan en eso actos pero solo como parte de ellos y ni los organizan ni los dirigen, no se reconoce que se supone que a lo que se aspira es precisamente eso: a que su posición la defiendan sin las armas y por la vía pacífica.

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