Cuando la FIFA le dio luz verde a Catar como nueva sede para el mundial de futbol del 2022, el país empezó a acelerar un plan de construcción que llevaba más de 7 años en funcionamiento. Ese era el sueño de los cataríes y desde el 2010 lo llevan materializando aceleradamente.
Catar es un país de industria. Las compañías tienen libertad de contratación por fuera, sin tener mayor restricción del gobierno, que poco habla de derechos humanos y nada dice sobre los laborales, sobre todo para personas que no son connacionales. Un país de alturas, lleno de edificios, con una necesidad de mano de obra para el inmenso sector de la construcción, ha tenido que mirar para afuera, en busca de personas con disposición para trabajar en las difíciles condiciones que ofrece dicho Estado, en su totalidad desértico pero muy rico en petróleo.
La cercanía con India, Bangladesh y Nepal, países en los que contrasta la miseria de las clases pobres con la opulencia de la clase media catarí, han sido los principales emisores de migrantes trabajadores, que con sus vidas, han levantado un escenario deportivo digno de albergar un evento de tales magnitudes como es un mundial de futbol. Dicha revolución infraestructural se han pagado con vidas, miles de vidas.
Según publicó en los últimos días el diario británico The Guardian, más de 6.500 trabajadores de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han muerto en Catar desde que el país obtuvo en 2010 el derecho de ser la sede para la Copa del Mundo de 2022.
El periódico dijo el 23 de febrero que sus hallazgos, compilados a partir de fuentes gubernamentales, significan que un promedio de 12 trabajadores inmigrantes de estas cinco naciones del sur de Asia han muerto cada semana desde diciembre de 2010. Pero la cifra total de muertes sería significativamente mayor, ya que en las presentadas no incluyen las muertes de ciudadanos de otros países que también envían trabajadores a Catar cada año, incluyendo Filipinas y Kenia, añadió el periódico.
Al comentar el informe, la Oficina de Comunicaciones del Gobierno de Qatar dijo que más de 1,4 millones de expatriados de India, Sri Lanka, Bangladesh y Nepal viven en Qatar, entre ellos estudiantes, personas mayores y trabajadores empleados en diversos sectores. El número de muertes es proporcional al tamaño de la mano de obra inmigrante, según el gobierno.