Hoy en día, la salud mental cobra importancia como quizá en otros tiempos no lo habría hecho y, por fortuna, cada vez nos vamos dando cuenta el papel fundamental que juega en la vida de cada ser humano.
Los profesionales que intervienen en esta área son diversos, desde psicólogos, psiquiatras, psicólogos clínicos, neurólogos, neuropsiquiatras y demás. Ellos complementan estos saberes para poder dar un acompañamiento integral a cada individuo, entendiendo que cada caso es totalmente diferente. Pero si hay algo seguro es que todas estas áreas son necesarias a intervenir en el paciente, ya que hacen un trabajo colaborativo bastante interesante.
Consultar al psicólogo o al psiquiatra debería ser visto con la naturalidad con que se ve la visita a un médico general o un odontólogo, pero en nuestra cultura occidental tenemos la idea equívoca de que esta atención es únicamente para las personas que tienen un cierto grado de "locura o para los locos", en términos coloquiales, así es como lo entendemos. Sin embargo, esta crisis sanitaria, económica y social que se vive por estos días ha podido dejar al descubierto que el ser humano es bastante complejo, y que todas estas áreas están conectadas por completo.
Una situación en que se afecta la economía o las finanzas de un hogar no solo tendrá eco en lo tangible, como la disminución de comodidades (que afecta principalmente la calidad de vida), sino que también distorsiona el estado de ánimo de los que la sufren. Indudablemente, somos seres humanos tripartitos con un alma, espíritu y cuerpo, en el que si alguno de estos tres aspectos presenta fisuras, irremediablemente afectará al resto. No pretendo dar un estudio exhaustivo de estos conceptos. De hecho, no es mi formación ni mi fuerte, y hay miles de libros que lo explicarían mejor y eruditos en el tema. Sin embargo, lo que sí pretendo es que entendamos y reconozcamos que en nuestra vida también es importante brindar la atención requerida a lo que realmente se lo merece.
Siempre se ha escuchado que el cambio empieza desde el interior, que no podemos dar de lo que no tenemos y que no es posible pedirle a un palo de mangos que nos arroje peras, pero si hoy comprendiéramos lo vital que es cuidar nuestra mente y que a la mente también se le alimenta cuidaríamos mejor lo que vemos, leemos y recibimos todo el tiempo, porque de esto también dependerá el buen funcionamiento y energía que le damos a nuestra mente y cuerpo.
Por ende, desde aquí inicia la fortuna de tener o no una buena salud mental y poder disfrutar de ella plenamente, como también resistir los momentos de tensión y situaciones no esperadas, que pegan fuerte y hacen tambalear la estabilidad que creíamos tener en la vida.
Actualmente, el problema no solo es la economía y la enfermedad, sino saber cómo lograr estar sanos y livianos de mente para poder confrontar esta crisis. Es por ello que ahora abundan las líneas de atención en donde los expertos del comportamiento humano ofrecen un acompañamiento a todas aquellas personas que sienten deteriorada su salud mental, y que son más vulnerables a sucumbir ante la frialdad y furia de la llamada pandemia. ¿Pero qué hay de aquellos que aún no logran entender sus emociones y pensamientos de desesperanza, o de aquellos quienes por miedo o vergüenza a verse frágiles ante los otros, no marcarían a esa línea y optarían por desperdiciar la ayuda?
Realmente, no lo sabemos, el hecho es que no todas las ayudas vendrán del gobierno, no todas serán en subsidios o mercados, pero si tiene la oportunidad y sabe que anda perturbado en su interior no dude en aprovechar tan valioso recurso. Quizá limpiando desde adentro la casa se podrán ir alivianando las cargas y, por lo menos, no tendrá que deambular más con la multitud de almas agotadas en sus propios pensamientos.