La ofensiva contra el ex procurador Carrillo a cargo del Presidente Duque en la posesión de Margarita Cabello dejó a más de uno perplejo. Lo hizo durante una ceremonia que puso fin a una relación casi de hermandad que tuvo con Carrillo por más de 30 años en un evento al cual ni siquiera tuvo la gentileza de invitar al procurador saliente. Muchas de las críticas destempladas y ataques de baja factura se hicieron inexplicablemente con un sentimiento de animadversión al Procurador saliente en un lenguaje y tono que, para algunos, fue arrogante y descalificador. Poco presidencial.
Atrás quedaban décadas de amistad que se habían consolidado en el BID cuando Duque llegó en el 2001 como asesor Junior del Director por Colombia y encontró a Carrillo que ostentaba un alto cargo al que había llegado por concurso. Lo que informan desde el BID es Duque llegó allí con un cargo de segundo nivel y Carrillo se convirtió en una especie de mentor de Duque en sus primeros años en Washington.
Al encontrarse muchos años después, uno como Presidente y el otro como Procurador, Carrillo se la jugó por el éxito de Duque, de hecho, le sirvió como puente con las Altas Cortes, con los líderes sociales, incluso con el propio Comité del Paro Cívico en noviembre de 2019, actuando como mediador. Pero poco a poco, los principios de respeto de la separación de poderes y de sujeción a los frenos y contrapesos del Estado de Derecho, fueron pasando a un segundo plano y así fue deteriorándose la relación del Procurador con el Presidente.
Para Duque hubo actuaciones que en la Casa de Nariño consideraron “inamistosas” que tenían que ver más con un ejercicio inadmisible de autonomía de la función del Jefe del Ministerio Público, que con un tema personal. El grito de independencia de la Procuraduría frente al Gobierno comenzó con una muy dura crítica que le hizo Carrillo a las objeciones presidenciales contra la JEP, que marcó el inicio de un gran fracaso de Duque en la agenda legislativa.
Los que conocen los detalles de esa rota relación advierten que Duque nunca le perdonó a Carrillo las investigaciones en plena pandemia contra algunos de sus ministros - TICs y Agricultura-, la Unidad de Gestión del Riesgo y el lío de Juan Pablo Bieri al frente de la Comisión de TV. Y trató por todos los medios de evitar una sanción disciplinaria contra su director de la Policía, General Atehortúa que, aunque quedó en manos de la nueva Procuradora, terminó sacando a Atehortúa para hacer inocua la sanción.
El entonces Procurador hizo también públicos varios documentos muy sólidos frente a los incumplimientos de los Acuerdos de Paz, la negligencia frente a las Victimas, la defensa de la JEP, las masacres, la ausencia del Estado en los territorios, el préstamo fallido de Avianca, las inquietudes sobre la estrategia del Gobierno en la pandemia, y en las últimas semanas, las demoras y secretismo en el caso de la vacunación.
Todo ello, aunado a la ojeriza que le había tomado el entonces consejero de DDHH, Francisco Barbosa al Procurador por varios intercambios fuertes en materia de números y causas de los asesinatos de los líderes sociales. Todo eso, fue llevando a Duque al ataque final contra Carrillo el día de su despedida como Procurador que, para algunos, lo enaltece.
En un mundo tan convulsionado y lleno de noticias diarias, pocos olvidan cómo hace un año en la posesión de Barbosa como fiscal, éste la emprendió contra Carrillo -, inquiriéndole para que se comprometiera con él y con el Contralor a no ser candidato presidencial.
Una solicitud que llevaba el veneno de una bronca personal, ante la imposibilidad de criticar su gestión, de conminarlo a inhabilitarse para una aspiración presidencial. Tiempo después, esas mismas palabras contra Carrillo las repitió Duque con mayor agresividad y soberbia, en el acto de posesión de Cabello.
Lo más condenable fue, como lo dijo un noticiero de TV, la forma como el Presidente puso a Carrillo casi en el límite del prevaricato por, supuestamente, no cumplir la Constitución y las leyes. Y frente a unos hechos de corrupción que el propio Carrillo denunció en diciembre de 2019 al interior de la Procuraduría, la Fiscalía de Barbosa se abstuvo curiosamente de dictar la orden de captura durante varios meses y solo hacerla efectiva pocos días después de que Carrillo dejara la silla de Procurador, tratando de armarle un pequeño escándalo a pocas horas de haber terminado su periodo. Fuentes cercanas a Barbosa aseguran en voz baja, que él quiere enredar ese asunto para amargarle la vida al exprocurador.
La obsesión de Duque y de Barbosa con cuestionar las aspiraciones presidenciales de Carrillo contrastan con lo que el mismo exprocurador ha dicho resaltando que un país con 30 candidatos presidenciales no es un país serio. Se sabe que Carrillo ha sido invitado a meterse en la consulta del centro, del centro izquierda y hasta del centro derecha, pues tiene la ventaja que nadie puede cuestionar sus acciones como Procurador como dirigidas a favorecer o a perseguir a algún sector político.
Nadie sabe qué hará con su futuro el exprocurador. La única vez que se midió en la urna fue para la Constituyente representando al Movimiento estudiantil de la 7a papeleta y sacó una alta votación que lo llevó a ser Presidente de la Comisión de Justicia de la Asamblea.
Si la crítica feroz de Duque a Carrillo le hace daño a su futuro político dependerá de lo que los hechos digan en estos últimos meses de gobierno de Duque. A Carrillo en los muchos años que vivió en Washington le decían 'Mister Democracy' por su larga producción de libros, estudios y foros sobre la democracia y el estado de derecho en América Latina. La historia dirá si la Presidencia de Duque contribuyó a fortalecer esta frágil democracia o a debilitar los pocos controles y contrapesos que le quedan a una democracia que va saliendo muy mal herida de esta pandemia.