Ni a Gabriel García Márquez, uno de los máximos exponentes del realismo mágico latinoamericano, se le ocurrió enseñar por las calles de Macondo, su pueblo ficticio, un alumbrado móvil. Sin embargo, un compatriota suyo, Jorge Iván Ospina, apropiando la inventiva de sus más entrañables cuentos, sí se le pasó por la cabeza iluminar las calles de su propia ciudad en una bicicleta. Semejante idea –que únicamente podía venir de una mente literaria– hoy lo tiene en el ojo del huracán. Qué decir de su concierto virtual, cuyo exorbitante costo –150.000 dólares– ha despertado la crítica de sus detractores y, aunque no lo crea, de sus más sectarios seguidores. Este controvertido burgomaestre, que ya con este se ha hecho a dos mandatos, no le importa endeudar a los caleños y hacer de la política su negocio.
Cualquiera se preguntará por el trabajo de los entes de control, siendo ellos los responsables de ponerle freno a todo que viene haciendo el señor Ospina. Para estas instituciones sus marranadas, aunque motiven en cualquier parte del mundo una seria investigación, no dan indicio para creer que alcalde se está adueñando de los recursos que pagan los contribuyentes. Hasta nuestras instituciones, amigo lector, ante su deficiente vigilancia, son completamente macondianas, como para no ver el daño que se le está haciendo a una ciudad, que de paso hay que decir tuvo un alcalde ciego y dueño de un botín que guardó en su casa a despensa de los incautos caleños que lo eligieron. También tuvo un alcalde locutor, cuya administración le dio para irse a vivir a Miami y dejar en manos del Estado a las Empresas Municipales de Cali (Emcali). De verdad que el populismo no está haciendo un daño tremendo.
Pero siendo sinceros, también los alcaldes menos populistas nos han jodido, solamente que los mencionados dan para creer que son propios de un universo en donde la gente vive feliz viendo elefantes voladores. Uno que no se come el cuento de los paquidermos alados es el abogado Elmer Montaña, quien hace poco denunció al alcalde porque tiene serias pruebas que darían cuenta de los contratos que la familia Ospina vendría arreglando para engrosar su inexistente patrimonio. Según este litigante, no sería solamente Jorge Iván, sino también sus hermanos los que tendrían a Cali patas arriba: serían ellos los encargados de trabar relación con todo aquel que quiera sacar su tajada del suculento pastel.
También nos dice este prestigioso abogado caleño, acudiendo a los comentarios de algunos funcionarios y exfuncionarios de la actual alcaldía, que los hermanos del alcalde tendrían oficinas en el Centro Administrativo Municipal (CAM), como también en el centro comercial Chipichape, para asegurar, presionando a los funcionarios que se oponen a sus marranadas, los contratos que hoy los tienen con la barriga llena. Decían las abuelas que cuando el río suena, piedras lleva. De estas cosas ya se hablaban desde cuando Jorge Iván llegó por primera vez a la alcaldía. Sin embargo, nadie hizo nada para evitar que lo acontecido con el estadio y otras obras no se volviera a repetir.
De verdad que los únicos responsables de todo lo que está pasando en Cali son los mismos caleños. A quién más se puede culpar, sino a la misma ciudadanía que eligió a los Ospina. No puede ser que la gente le agradezca a un médico su gestión en un hospital –que por juramento hipocrático debía obrar eficientemente–, para que haga lo que se le da la gana con el patrimonio del municipio más importante del Valle del Cauca. Todo esto indica que nos falta crecer como electorado, reconocer que se nos está viendo la cara y que el populismo está haciendo de las suyas sin que se tome una postura para erradicarlo. Solamente deseo que se le dé crédito a las acusaciones que se han presentado y que, así le duela a quien le duela, la justicia se haga cargo de la corrupción que campantemente genera una familia.