Han sido recurrentes las prácticas de fraude en que incurren los estudiantes universitarios que "ofrecen buena remuneración" para realizar parciales, proyectos, talleres, exámenes, ensayos, tesis, entre otros. Esto demuestra una falta grave por parte de estos estudiantes a los compromisos éticos de las diferentes carreras universitarias a las que se inscribieron; esto es un fraude hacía sí mismos y hacía la sociedad, pues muchos de esos egresados son los que en el futuro se convertirán en los siguientes ingenieros, arquitectos, físicos, químicos, educadores, médicos, etc.
Cabe preguntarse, si resulta conveniente contratar para una obra pública, por ejemplo, a un ingeniero que aprobó sus asignaturas con ayuda de terceros que le hacían sus parciales, que les resolvían los ejercicios que se supone debe ser capaz de resolver, ¿no radica en ello la preparación y el estudio? No hay avance en tener más egresados si han sido corruptos con su propio proceso de aprendizaje.
Últimamente, con las circunstancias de pandemia que de manera abrupta trasladaron la clase presencial a una virtualidad, se dejaron entrever que son cada vez más los estudiantes que recurren a estas prácticas de "soluciones académicas" en las que se puede contar con personas independientes, grupos e incluso empresas dedicadas a resolver responsabilidades universitarias:
- "Alguien crack en Cálculo I para habilitar".
- "Se solicita persona que tenga conocimientos de geometría descriptiva (...) Interés en desarrollo de parciales... (remuneración económica para el que desee prestar sus conocimientos)".
- "Persona con conocimientos básicos en estadística para solicitar la solución de un taller de un solo punto? ... Ya ya ya. Se ofrece remuneración".
Lo anterior, son solo unos pocos ejemplos de las prácticas que existen en nuestro sistema de educación, acrecentado por la virtualidad, pero recurrente desde mucho antes. Lo grave de esta situación es que se ha normalizado esta práctica común y con total descaro tenemos cada día más personas recurriendo a estos servicios que a la larga producirá profesionales menos preparados y, además, menos honestos.
La doctora en educación Claudia Ordóñez y el psicólogo e investigador José Mejía en un estudio realizado en 2004 para describir el fenómeno del fraude académico encuestaron a 1194 estudiantes de la Universidad de los Andes en Colombia, a los que se les pidió con base a catorce conductas fraudulentas: identificarlas, calificar su nivel de gravedad, identificar qué fraudes han cometido, calificar razones para cometer fraude o no hacerlo.
Esta es la lista de conductas:
- Copiar en un examen las respuestas de un compañero.
- Dejar que un compañero copie mis respuestas en un examen.
- Copiar el trabajo de un compañero.
- Prestar un trabajo hecho por mí para que lo copien.
- “Bajar” un trabajo de Internet y presentarlo como propio.
- Utilizar ideas de un autor sin citarlo.
- Copiar o parafrasear apartes de otros trabajos sin hacer la referencia correspondiente.
- Presentar un certificado médico falso para justificar una inasistencia.
- Utilizar herramientas que no están autorizadas en un examen (apuntes, libros, calculadora).
- Firmar una lista de asistencia a nombre de un compañero.
- Incluir a alguien en un grupo sin que haya colaborado en el trabajo.
- Aparecer como miembro de un grupo sin haber colaborado en el trabajo.
- “Copiar y pegar” texto de Internet sin hacer la referencia correspondiente.
- Presentar una prueba (examen o parcial) a nombre de un compañero.
De lo anterior, resulta llamativo que no está contemplado, explícitamente, dentro de las conductas, pagar a terceros por la elaboración de un examen, taller, etc. Práctica que ahora es más recurrente. Lo que comprueba una de sus discusiones: "Los estudiantes parecen estar ampliando su repertorio de conductas fraudulentas".
Entre otras de las conclusiones del estudio está que "la acción actual principal que toma la Universidad para evitar el fraude, la sanción fuerte de aquellos que se detectan y procesan, no parece resultar un inhibidor efectivo de las conductas fraudulentas". Y que las características poco deseables de la forma de evaluación y la carga académica son las razones más fuertes que identificaron los estudiantes para cometer fraude.
También el estudio plantea que "vale la pena fortalecer en ellos el pensamiento crítico acerca de las conductas fraudulentas: la comprensión y el reconocimiento de lo que constituye el fraude, los argumentos que explican por qué y el sentido de su gravedad". En ese sentido, es de suma importancia reconocer que aún hay un trabajo fuerte por hacer y que para combatir el fraude es necesario trabajar desde dos dimensiones: la individual y la institucional.
Referencias
Ordoñez, C. y Mejía, J. (2004). El fraude académico en la Universidad de los Andes ¿qué, qué tanto y por qué? Revista de Estudios Sociales, N.º 18, P. 13-25.
