La carrera musical de Marilyn Manson —para algunos el rey del metal industrial— siempre ha estado marcada por todo tipo de escándalos y abusos. No es necesario enumerarlos, puesto que su nombre hace parte de la mitología que reina en la mente de los que hoy están entrando al cuarto piso. Esto es algo que nadie puede desconocer: ha sido un artista de odios y amores. Digamos que así lo conocimos, y así la industria del rock lo hizo una de sus estrellas favoritas. Sin embargo, su pasado hoy parece lastimarlo, lo aprisiona hasta el punto de cerrarle las puertas de los estudios de grabación, llevándolo al escarnio público por el daño que les causó a todas sus mujeres. Realmente, amigo lector, nadie desconocía que tenía una mente retorcida, por lo tanto era previsible que tarde o temprano sus turbulentas relaciones amorosas lo fueran a dejar mal parado.
De antemano, se condena cualquier tipo de maltrato hacia la mujer, pero tampoco se puede negar que las mujeres que lo denuncian sabían que se estaban acostando con el mismísimo diablo. Por eso Manson no es solamente su música, sino también una forma de pensar. Lo bizarro no es en él un cliché, simplemente corresponde a una forma de ver la vida sin que haya límites. Es que realmente no cuadra que todo lo que hoy sale a relucir lo hayan pasado por alto estas celebridades que han decidido hablar, porque siempre ha sido el mismo gamberro que alborotó a la Norteamérica cristiana, y que se preocupó para que su loca forma de vivir —tanto en lo privado como en lo público— fuera su verdadero distintivo personal. Repito, amigo lector, rechazo el abuso sexual, pero la que salga con Manson debe saber que le está tocando la cola al diablo.
Su situación se suma a las de muchas estrellas que han tenido que verse sometidas a una revisión de su controversial vida privada. Por el momento no se ha hablado de un juicio como tal —Bill Cosby, Harvey Weinsteins y Jeffrey Epstein no se salvaron de ir a la corte—, pero lo más probable es que más mujeres, viéndose seguras y confiadas por las recientes declaraciones, lo sigan empantanando y lo coloquen contra una pared completamente infranqueable. Así que se puede plantear que su reinado musical por estos días se desmorona ante los medios que lo hicieron su vedette. Antiguos colaboradores, como por ejemplo Trent Reznor y Wes Borland, coinciden con las acusaciones: afirman vehementemente que siempre ha sido un abusador. Su sello discográfico, Loma Vista Recordings, una vez conoció el escándalo no dudó en despedirlo. Ante este panorama, que por lo que se ve y escucha va cuesta abajo, no va a ser algo fácil que the Anthicrist Superestar demuestre que de manera consensuada estuvo con todas estas luminarias que hoy lo ven como su verdugo.
Pase lo que pase, su música seguirá causando morbo, aunque traten de rechazarla y prohibirla como siempre lo han hecho. No olvidemos que muchas veces se le negó la entrada a varios estados de la unión americana y, sin embargo, siempre se salió con la suya. Algunos dicen que todo esto lo va a favorecer, porque seguirá siendo la estrella de culto de lo bizarro y lo anormal. Yo creo que, teniendo en cuenta cómo están los discursos feministas en el presente siglo, de esta no va a salir tan fácil, pero igualmente coincido con que su legado musical se mantendrá por mucho tiempo. Dijo el gran Ernest Hemingway: El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero jamás derrotado”.
