La verdad, no encuentro ninguna diferencia entre María Fernanda Cabal, deseándole un buen viaje al infierno a Gabo recién muerto, y el socialbacano que condena a la hoguera los libros de Vargas Llosa por su neoliberalismo militante. Creo que los dos no han leído su obra y si lo han hecho han sido impermeables a sus talentos. Ambos escritores -con Borges y Ribeyro- son los únicos del boom que se han mantenido vigentes a la embestida del tiempo. Leer ahora Yo el supremo, La muerte de Artemio Cruz, El obsceno pájaro de la noche o Sobre héroes y tumbas resulta tan fatigoso como podría ser desenterrar a un fósil con las uñas. Hagan un ejercicio, arranquen a releer La guerra del fin del mundo, el relato escrito con precisión historiográfico sobre el levantamiento religioso dirigido por Antonio Conselheiro contra el ejército brasilero en 1896 y sufrirán hasta el llanto con la muerte de cada uno de los 25.000 fanáticos cristianos que conformaban esa región. No pararán hasta terminarlo.
Vargas Llosa, a diferencia de Gabo, es un trabajador incansable, un obrero de la palabra. Su talento se forjó a través de la disciplina. Sus estudios sobre el propio Gabo, plasmados en la inencontrable Historia de un deicidio, sobre Flaubert en la Orgía perpetua y, por encima de todo, Victor Hugo, revelan a un profesor de primera línea, uno de esos maestros que forjan vocaciones, que propician el hambre de leer. Vence el prejuicio amigo petrista y lánzate a buscar alguna de las innumerables conferencias que tiene el nobel en Youtube. Abandona por un momento la arenga feisbukiana y ponte a leer que vida no hay sino una sola y si te lees 70 libros al mes durante 70 años ¡apenas habrás leído 4.000!
Vargas Llosa no siempre fue de derechas. En los cincuenta, con lo poco que ganaba como periodista y ayudante del historiador Raúl Porras Barrenechea, se suscribió a Les Tempes Modernes, la revista de Sartre, de clara tendencia marxista y celebró como nadie el triunfo de los barbudos sobre Batista. Quería ser el clon del rebelde escritor francés y por eso se ganó el apodo con el que lo conocería Gabo en Caracas, el Sartrecillo valiente. A comienzos de los setenta, poco después del golpe de Pinochet sobre Allende, Vargas Llosa, aterrado con las historias que contaban escritores como Reinaldo Arenas sobre Fidel, se desilusiona de la revolución cubana y encuentra cobijo en la lectura del economista Karl Popper. El cambio es total: de Sartrecillo valiente pasó a discípulo de Karl Popper.
En 1989, en una decisión que le pesaría durante muchísimo tiempo, decidió dejar la literatura para intentar ayudar a sacar al Perú del hueco a donde lo había tirado el corrupto y populista Alan García y el terrorismo de Abimael Guzmán y su Sendero Luminoso. Creó el movimiento Libertad junto a otros intelectuales amigos como el pintor Fernando de Szyslo intentó imponer sus discutibles ideas económicas como la libertad de mercado o tratados de libre comercio con Estados Unidos en un Perú que el escritor veía, en sus sueños más atrabiliarios, como un país que podría dejar de ser un pantano y transformarse en una potencia económica como Singapur. Fracasó en el intento. A último momento se le atravesó Alberto Fujimori, quien se vendió como un candidato de izquierda que rescataría al Perú de las ideas diabólicas del escritor que, entre otras canalladas, le quitaría la educación pública a los más pobres y volvería ateos a los peruanos. Fujimori gobernó hasta el año 2000 cuando fue destituido. Fue extraditado en el 2007 después de estar exiliado en el Japón y condenado en el 2011 a 25 años de cárcel por corrupción.
________________________________________________________________________________
Durante décadas, Vargas Llosa ha sido menospreciado por una crítica mamerta que comete la infamia de juzgar al escritor por lo que piensa
________________________________________________________________________________
En Colombia, como en tantos otros países de América Latina, la intelectualidad parece estar secuestrada por la izquierda. Si un artista no canta como Neruda no tiene alma. Muchos millennials, con ínfulas de malditos, se inscriben tácitamente al partido comunista de Twitter y van condenando, como la Cabal a Gabo, a los artistas de derecha al infierno. Vargas Llosa, durante décadas, ha sido menospreciado por una crítica mamerta que cometen la infamia de juzgar al escritor por lo que piensa. No hay una sola de sus novelas donde se permee alguna intención política. Donde más habló sobre su neoliberalismo económico fue en sus memorias, El pez en el agua. Es una pena perderse obras maestras que todavía son cachetadas al servicio militar obligatorio como La ciudad y los perros o a las dictaduras militares como La muerte del chivo. Vargas Llosa, a diferencia de Gabo, es un trabajador incansable, un obrero de la palabra
Hubo una época, hace mucho, en que creía que los de izquierda eran superiores moral e intelectualmente a los de derecha. Hace rato me di cuenta que también son quemadores de libros y que en vez de la Virgen de Chiquinquirá estos llevan escapularios con la imagen de Petro. Lo peor es que son más papistas que el papa. Petro, que es un verdadero intelectual y un lector voraz, disfruta con los libros del peruano.