Lo único eterno es el cambio, como dijo el gran filósofo presocrático Heráclito. Lo que cambia es lo que perdura, también pregonó. Es decir, todo muta, nada permanece. Si lo vemos desde la termodinámica, específicamente desde su primera ley, la energía total del universo se mantiene invariable: no se crea ni se destruye, simplemente se transforma. En consecuencia, los seres humanos, que somos algo insignificante en el universo, tenemos todas las posibilidades para errar, caernos y volver andar. De ahí que el presente escrito sea un llamado a reivindicar la vida, la alegría y el amor. No desde falacias orquestadas por el neoliberalismo como son el coaching, la psicología positiva y el emprendimiento, sino desde la ciencia y la filosofía.
Siguiendo a Dostoyevski, pareciera que “el hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías”. Es decir, en Colombia, donde salir a la calle es ver la miseria y noticieros que reivindican el miedo y lo “negativo”, se nos olvida que también hay momentos alegres, no felices (no se sigue a Aristóteles). ¡Espacios donde nuestros logros resultan!, ¡donde nuestras metas se hacen realidad y no solo individual! Los que son padres de familia y ven a sus hijos mejorar, o cuando uno ve a sus animales de compañía vivir, etc. Yo diría que nuestras vidas tienen más momentos de alegría que de oscuridad y no me refiero a tener “mente positiva”, consuelo de mediocres, sino de ayudarse para entender la realidad por medio de la ciencia y la filosofía. Ya que con ellas tenemos más categorías y conceptos para entender la realidad. "Hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta, de una triste estrella perdida, en una galaxia sobre la olvidada esquina de un universo, en el cual hay muchas más galaxias que personas" (Carl Sagan).
Con el mismo propósito, el amor tiene tantas aristas y es tan emblemático que considero que no hay una única definición. Es más, uno puede ver el concepto del amor desde psicología, biología evolutiva, sociología etc. No obstante, a nuestro juicio y emulando a grandes, el amor es la capacidad que tiene un ser de construir con el otro la vida. “Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos” (Bertrand Russell). Es decir, con altibajos, subidas, muerte etc. También el amor es la capacidad y esta línea va desde el antropocentrismo, que tiene un humano de potencializar lo que le gusta. Hay amor cuando uno estudia. Hay amor cuando uno ama su trabajo y su profesión. Hay amor cuando uno no es un “vivo”, un avivato, que busca aprovecharse del otro, sino construir con el otro. “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor” (San Agustín) y “lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal” (Nietzsche).
De la misma forma, la vida es todo lo contrario a la muerte. Suena tautológico, pero lo es. La vida es para vivir según sean nuestras expectativas. “A vivir se aprende toda la vida, y toda la vida se ha de aprender a morir” (Séneca). La vida de un humano en términos del universo es tan simple, que cada instante, cada emoción, cada vez que reducimos nuestra ignorancia, cada vez que nos dicen te amo o te quiero, cada vez cuando tus hijos te dan un beso o mis gatos se acurrucan, es amor, es alegría es vida. Para Humberto Maturana, “es un fenómeno de una dinámica molecular que constituye entidades discretas que son los seres vivos". Para Maldonado en su artículo Hacia una antropología de la vida: elementos para una comprensión de la complejidad de los sistemas vivos: “No existe absolutamente ninguna diferencia ontológica, hylética o material entre la vida y la no-vida. Las diferencias son únicamente de grados, cualitativas o de organización. El alfabeto de la totalidad del universo conocido y por conocer ya está perfectamente identificado: comienza por la H —el hidrógeno—, y termina por Uuo —el ununoctonio—. Esto es, se trata de la tabla de los elementos periódicos, compuesta por 118 caracteres, unos naturales y otros sintéticos. El mundo biótico y el abiótico se componen exactamente de los mismos elementos; solo varían las proporciones o los modos de organización (aquello que en química se denomina, por ejemplo, uniones simples, dobles, covalentes y demás). Varían las formas de organización o las proporciones, pero los sistemas bióticos y los abióticos están hechos a partir del mismo alfabeto”.
Para terminar (no porque se finiquite el tema, en virtud de que hay mucho que decir sobre ello), fue expresar una breve argumentación sin ánimo de ser concluyente en contra de las falacias que se propagan que no tienen en cuenta la ciencia y la filosofía, sino que juegan a decirle a las personas lo que quieren escuchar. "Nuestra lealtad debe ser para las especies y el planeta. Nuestra obligación de sobrevivir no es solo para nosotros mismos, sino también para ese cosmos, antiguo y vasto, del cual derivamos” (Carl Sagan).
Para realizar esta breve reflexión tomé de psicología a Erich Fromm, Freud y Lacan; para sociología, Bourdieu y Norbert Elías; para economía ecológica y evolutiva, Geogerscu Roegen y José Manuel Naredo; para historia social, Hobsbawn; para literatura, Goethe, Dostoievski y Herman Hesse; para biología, Humberto Maturana y Eugenio Andrade; para cosmología, Carl Sagan; y para filosofía, Heráclito, Epicuro, Nietzsche, Schopenhauer, Marx, Bertrand Russell, Seneca y Maldonado.