Técnicas de supervivencia
Opinión

Técnicas de supervivencia

Por:
agosto 15, 2014
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Un campesino desplazado por la violencia decide montar su propia fábrica de sueños en un mundo desconocido y resulta avante en su aventura equinoccial.

Un campesino que se resistió al desplazamiento forzado y que pese a tanto TLC y a tanto abandono, construye su fortaleza de luz en medio de la bruma pesada que el olvido del mundo ha sembrado en sus campos de tristeza.

Un mototaxista, de cualquier ciudad del Caribe, practica la decencia como conductor y respeta la convivencia en las calles por donde rueda a golpes su desgracia de excluido, pero con la gracia de llevar sustento diario a su familia paciente.

Una funcionaria pública fue abandona por su marido al comienzo del levante monumental de sus tres hijos, en los primeros años de fiereza y domesticación, sale adelante y los hace profesionales íntegros e intachables; ella aún no se pensiona porque quiere seguir ayudando a sus nietos y se inventa viajes a Miami para incrementar los ingresos haciendo de mucama en mansiones de hombres de ojos azules y lenguas extrañas.

Un vendedor nocturno de peto en Sincelejo es como un pregonero zenú que nos recuerda noche tras noche que somos hombres del maíz. (El peto es una bebida a base de maíz que se sirve, la mayoría de las veces, caliente en el Caribe).

Mis amigos que son Poetas Descalzos devoran diariamente sus propios pasos y los de los demás, persiguiendo a un esquivo comprador de versos que se escabulle una y mil veces por el mismo callejón de los milagros.

El suicida que pospone su acto final, para cuando la audiencia crezca en sintonía por la prensa de colores intensos y los canales locales; de tal manera que intenta ponerse de acuerdo con los otros suicidas de la comarca para no competir por los adeptos en la loca carrera hacia la muerte inevitable. Todo en esta vida banal también es cuestión de “me gusta”.

El gobernante que iluso espera mejor los tiempos de su retiro silencioso, sin mancha, sin titulares de rejas oprobiosas y sin escoltas traga gases, para volver a ser el mismo bebedor de tinto del Parque Central que comulga todos los días con la hostia preparada con la harina de yuca de su infancia.

El Periodista y Locutor de Radio que se solaza con los comentarios de sus féminas oyentes, las que se excitan con su voz de trueno y relámpago; ellas mojan sus interiores por un viaje hertziano en frecuencia modulada por su propia imaginación de mujeres tristes.

Otro locutor de radio por las tempranas mañanas que se inventa un millón de oyentes en su pequeña audiencia de comarca, para sentirse anunciando la llegada de los extraterrestres y conversar con su sombra de juicios a gobernantes desalmados y a comunidades torpes.

El padre de familia que se vanagloria —y con todo el derecho— de ver a sus hijos encumbrados en la élite del saber, bebiendo elixir en las destilerías de la oligarquía y la plutocracia criolla, para dejar atrás ese pasado de hambre y lucha de clases que la universidad pública injertó en los entresijos de la escasez bien llevada.

Los habitantes de la región de la Mojana —descendientes de los abuelos pata de agua— que al mejor estilo teatral le sacan provecho a su tragedia cíclica y al mismo tiempo, se burlan de la incomprensión del resto del país que no se explica cómo es eso de vivir con medio cuerpo seco y medio cuerpo mojado sin que se altere la sonrisa.

Un hombre bueno y de pasos cansinos, en medio de su camino otoñal, con las sienes colmadas de hojas blancas y escaso pelo en lo más alto, decide volver a ser papá para no ser expatriado de la vida y ser recluido en la soledad de las multitudes indiferentes; él apuesta a pasear con su hijo-nieto en un cuadro familiar visible para los tiempos.

Coda: la lista sería infinita en cuanto a las técnicas de supervivencia, por eso, prefiero dejar a cada uno que siga con el inventario y que ojalá también aprenda que cada uno de nosotros también acude a ellas cuando el barro es la gargantilla que nos acaricia al cuello.

 

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