Quién le teme al FMI
Opinión

Quién le teme al FMI

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agosto 15, 2014
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Un sabio adagio popular recuerda que más grave que cometer un error es perseverar en él. Es lo que le sucede a muchos eméritos economistas dedicados en los últimos veinte años a diseñar ingeniosos modelos matemáticos para describir la realidad. Cuando la realidad se sale de la predicción del modelo, no se les ocurre que modelo y la teoría que están aplicando puedan estar equivocados. No. La realidad tiene que ceder al modelo, el cual dicho sea de paso, no es teoría pura ni mucho menos, sino pura ideología disfrazada de técnica. Un historiador del neoliberalismo ha asimilado este fenómeno a la leyenda del Lecho de Procusto, el posadero de Eleusis que cortaba a los clientes para acomodarlos en su cama estrecha.

Hace unos días vimos reflejada esa maroma en el relato que se hizo en la prensa de un informe del Fondo Monetario Nacional (FMI) sobre la economía colombiana. “No hay una evidencia fuerte de que la apreciación del real (del peso) haya afectado negativamente el desempeño del sector manufacturero”, reza una de las conclusiones del estudio del FMI. Cuando el peso se revalúa, el exportador recibe menos pesos por cada dólar, mientras que sus costos siguen iguales. En plata blanca, el industrial que exportaba productos por un valor, digamos de 100.000 dólares, recibía con una tasa de cambio de $2.200 por dólar, la suma de 220 millones de pesos. Con la revaluación del los últimos años al llegar la tasa a 1.900 pesos por dólar, ese mismo industrial recibe apenas 190 millones de pesos, es decir, 30 millones de pesos menos, por exportar los mismos productos con la misma estructura de costos interna: materias primas, salarios, servicios y demás.

Al mismo tiempo, con la entrada en vigencia de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, México, Europa, mucha de la producción industrial nacional ahora debe competir con productos importados. Estos también, gracias a la revaluación, aparecen más baratos al bolsillo del consumidor, pues cuesta menos pesos por dólar, su importación. No es que los industriales de los otros países dejen regados en eficiencia a los industriales nacionales, sino que la política marcroeconómica del Banco de la República y del Gobierno Nacional, por la regla de tres que genera la revaluación, hace que sean más baratos los bienes importados frente a los producidos localmente. Lo que pasa es que antes de los TLC, los productos importados tenían que pagar aranceles para entrar al mercado nacional o sencillamente no estaba permitida su importación para favorecer el trabajo nacional.

Ahora resulta el FMI absolviendo a la revaluación —que según el experto Mauricio Cabrera es de las más altas registradas en el continente—, de responsabilidad alguna por el fenómeno de la desindustrialización que se presenta y que el mismo estudio cuantifica. En efecto, señala que la contribución de la industria al producto nacional ha bajado del 14 % al 11 % entre 2007 y 2013 porque el sector crece a un pírrico 0,1 % anual mientras que el PIB ha crecido a un promedio del 4 % en el mismo periodo. Las causas que aduce el FMI son “procustianas”. Afirma que la demanda internacional de productos industriales colombianos ha disminuido. Entonces, si los TLC no aumentaron la demanda internacional para nuestros productos, ¿para qué se firmaron? Otra razón la encuentran en el aumento de las importaciones de México y China que “pudieron influir” en la contracción de la industria. Pero ya vimos que la revaluación tiene como primer efecto, abaratar las importaciones frente a la producción nacional. Entonces nuevamente, ¿la revaluación no tiene nada que ver con el reemplazo de producción (y trabajo) nacional por productos importados? La importación masiva de todo lo que deberíamos producir en el país equivale a una masiva exportación de puestos de trabajo, la mayor parte de ellos formales, de la especie en vía de extinción en el mercado laboral colombiano.

La conclusión más sorprendente del FMI para explicar la crisis industrial colombiana es la que advierte sobre “los altos costos laborales” para las empresas que han sido favorecidas desde siempre con un salario mínimo legal que aumenta sistemáticamente por debajo del crecimiento económico lo que ha favorecido al capital, aumentado las desigualdades y convertido al salario mínimo legal en un verdadero culto a la pobreza. Cómo para conceder algo pero sin dar lugar a corrección alguna, el FMI termina aceptando que la renovación del TLC con México en el 2011 pudo haber contribuido en algo a la caída industrial. Sabemos que condujo al cierre de la Compañía Colombiana Automotriz que en adelante importará de México los vehículos que antes producía aquí, con trabajadores colombianos.

Definitivamente, el FMI quiere acomodar la realidad a la teoría, en vez de proceder, como los indican los indicadores, a corregir la teoría para permitir una mejora en el diseño de la política económica.

 

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