“Porque contando mi historia tal vez cuento muchas otras” (Piedad Bonnet).
Piedad Bonnet, novelista, poeta y dramaturga —aunque la sociedad del patriarcado siga acaparando todo el gremio de las ciencias, humanidades y artes—, desde Amalfi (Antioquia) —un lugar que no figura en la geografía universal— ha sabido abrirse campo con su gran capacidad literaria y profunda sensibilidad artística. Además, ha marcado su lugar en la literatura contemporánea colombiana de manera contundente, siendo con Juan Gabriel Vásquez, Ricardo Silva Romero y Fernando Vallejo una de las escritoras más leídas de estos tiempos, en cuento a literatura local se refiere.
Ahora bien, el libro Lo que no tiene nombre (2013) ha tenido una aceptación sin precedentes en la sociedad colombiana. En este nos presenta el suicidio de su hijo Daniel Segura Bonnet, sucedido en la ciudad de Nueva York, a la corta edad de 28 años, cuando cursaba su maestría en la Universidad de Columbia.
La perdida de su hijo arranca un pedazo a la escritora de sí misma, que solo por medio de su prosa es capaz de develar los que esconde su inconsciente, mostrándole al lector de la manera más directa y honesta lo que significa para ella la pérdida de su hijo. Piedad Bonnet, una literata que conoce las reglas del lenguaje y sus posibilidades, en su novela Lo que no tiene nombre se acerca a los límites de la palabra y experimenta de primera mano que la experiencia de la muerte es imposible abarcarla de manera absoluta en la literatura.
Como ella misma lo señala: “Frente a la muerte de un hijo. La belleza estética literaria carece de sentido”. Eso nos hace recordar al filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein que afirmaba “de lo que no se puede hablar es mejor callar”, y uno de esos temas de los que no se puede hablar en el análisis lógico del lenguaje es la muerte.
Así pues, el libro hace un llamado: afrontar la muerte de manera directa y sin tapujos. Además, resalta como el peso de las tradiciones y la religión no nos permite llevar un duelo que sane. Y eso no es todo, como Daniel, el personaje central de la obra, sufría de enfermedades psiquiátricas graves, la autora también hace una invitación a tomar la depresión, la ansiedad y demás trastornos mentales como algo serio.
Como es bien sabido, de no tratarse a tiempo y no contar con los profesionales de la salud adecuados la vida del paciente está en alto riesgo, lo que puede a conducir a suceso irreparable. Como otros tantos, Daniel, un joven con un gran talento artístico, no encontró el espacio en una sociedad ciega por el consumo. El arte no tiene cabida y a la gran mayoría de artistas para sobrevivir les toca acomodarse con puestos administrativos y burocráticos que a su vez matan su capacidad de creación. El pintor, el escritor y el teatrero en estos momentos no encuentra su lugar en el mundo.
A pesar de la desaparición de Daniel Segura Bonnet y de su muerte física, vivirá para siempre en el libro de su madre y en los lectores de esta última, que junto con ella vivimos su duelo.