En Tuluá la violencia ha sido una constante en los últimos setenta años. Sin embargo pocas veces se han encontrado con un hallazgo tan macabro como el que sucedió la noche del jueves 14 de enero. Desde una carretilla, en las inmediaciones del mercado del municipio, un reciclador arrojó varias bolsas de basura a un lote baldío. Cuando algunos moradores fueron a ver qué tenían esas bolsas encontraron lo impensado: la cabeza de un hombre.
Si, como si se tratara de un cuento de terror, o como si regresaran las historias de los pájaros, los temibles paramilitares conservadores de finales de los años cincuenta, que con maestría supo retratar Gustavo Álvarez-Gardeazabal en Condores no entierran todos los días, que jugaban fútbol con las cabezas de sus enemigos.
Hasta el momento las autoridades desconocen la identidad del hombre que fue decapitado en este municipio, corazón del Valle.