Donald Trump, un producto del espectáculo made in USA

Donald Trump, un producto del espectáculo made in USA

La política del espectáculo, que no nació con Trump pero tampoco morirá con él, se hizo realidad en medio de disfraces y comparsas que hoy el mundo conoce

Por: ALFREDO ANTONIO DE LEÓN MONSALVO
enero 14, 2021
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Donald Trump, un producto del espectáculo made in USA

“Toda la vida en las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación” (Guy Debord).

Antes que Donald Trump convirtiera la política en espectáculo, ya el espectáculo en la política venía reinando en los Estados Unidos. Y no es para tanto, este país es el creador del espectáculo mundial, el cual se concreta de diversas formas, desde Hollywood y sus películas de una supuesta “victoria” gringa en Vietnam, hasta la toma de la Casa Blanca por alienígenas, pasando por Broadway y llegando a la televisión con sus miles de representaciones diseñados para obreros que llegan casados de sus tres trabajos al día, y más si son latinos, y en vez de leer lo que hacen es ver televisión. En tal sentido, no era nada raro que la política se convirtiera en espectáculo de masas con Trump.

Con anterioridad a Trump un Ronald Reagan pasó de actor a presidente, y un musculoso Arnold Schwarzenegger de películas de acción se convirtió en gobernador del Estado de California. En tal sentido, no había más que un paso para que un showman de las finanzas que disfrutaba de su vida de playboy y se enorgullecía de taimar en los negocios y jamás haber sido un perdedor, que luego brincó a un reality show, se convirtiera en presidente. Este showman es nada menos que Donald Trump, y con él, el espectáculo adquirió su grandeza desde la presidencia nada menos que de la primera potencia mundial.

Y es que no es para tanto, si el siglo XX fue el de la televisión, en los inicios del siglo XXI un desconocido Obama se afianzó y catapultó a la presidencia en el período de la tecnología con apoyo de las redes sociales, de tal manera que la intensificación de la mediatización de la política era cada vez más proclive al entretenimiento que al debate de las ideas. Y es entonces donde la figura de Trump se alza y se impone en medio de televisión y redes sociales. Una imagen vale más que las propuestas o las ideas políticas, y especialmente si se vocifera. De esta manera la política se volvió un espectáculo de lucha libre al estilo americano entre ficción, trucos e imagen.

Como bien anota Mario García de Castro, profesor titular de Información Audiovisual, Universidad Rey Juan Carlos de España:

Hoy lo dominante es el debate espectacular, la discusión entre unos personajes maniqueos, que se reparten los papeles, ha facilitado que la información se haya convertido en entretenimiento.

Debemos a la televisión, como dijo Umberto Eco, la emisión de los hechos en tiempo real, y a internet y las redes sociales, como diría Mark Zuckerberg, la máxima eficacia o la sobredimensión de esa difusión en directo.

Y Trump ha sabido explotar lo uno y lo otro. Cuando él irrumpió en la política no era un desconocido, y no lo era hasta tal punto, que venía siendo azuzado por magos de la imagen y el espectáculo que llevaban años diciéndole al oído: “tú vas a ser presidente”. Y era que contaba con una imagen consolidada en relaciones públicas a través de diversos medios de comunicación, hasta tal punto que se convirtió en financista de talla mundial al que todos lo buscaban, llegando a estar rodeado de bellezas por medio del concurso de Miss Universo que una vez fue de su propiedad.

Trump siempre ha sabido utilizar la imagen, o el mensaje a lo McLuhan, por lo que siempre se empeñó en romper reglas sociales, y de ahí no había más que un paso para desde los espacios mediáticos a punta de “coñazos” contra el statu quo de la política americana, se abriera paso. Fue así como se erigió en romper los entonces consensos de la política americana en sus diferentes formas y temas y buscar el apoyo de lo que algunos denominan, “la América profunda”, es decir, la del americano blanco desempleado, el campesino gringo que no cuenta con créditos para cultivar, el puritano religioso, el portador de armas, el ex Ku Klux Klan engavetado, los anti-LGTBI, y demás, y por supuesto, los anti emigrantes, sectores donde Trump ha concentrado el 70% de los votos de dicha población, que si bien no decide en comparación con las hoy grandes urbes, si quiere hacerse sentir a como dé lugar, y ha encontrado en el trumpismo y sus acciones la mejor forma de verse representados. No en vano Trump a este sector le prometió lo divino y lo humano, culpando al establecimiento político de haber entregado EE. UU. a los chinos y a los mexicanos violadores.

Pero Trump fue más lejos, entendió que había que dar espectáculo, que EE. UU. es una sociedad de espectáculos, y que irrespetando, insultando y mintiendo, podía ganar. Y cuanto más histriónico y más transgresor se mostraba, más espacio ocupaba en los medios, en razón a que los medios como exponentes del espectáculo, viven y ganan con grandes audiencias las cuales se fascinan con sórdidos entretenimientos. Y en ese afán de especular y dar espectáculo, la sociedad de medios fomentó de manera sensacionalista a un Frankenstein, y cuando se dieron cuenta, ya era tarde. Y en estos 4 años de gobierno ha contado con medios, tribus, políticos y magnates financieros e industriales que le han aplaudido, por eso, hasta el 6 de enero de este año había hecho lo que quería.

Pero es que Trump ha sido más que showman del espectáculo americano. Es un “sociólogo” que conoce a su gran masa de seguidores, esa masa amorfa llamada pueblo, la que Marx denomino el “proletariado”. Ha explotado como nadie la desconfianza de la gente que le tiene miedo al futuro, que prefiere a alguien que le hable en su lenguaje popular, con ideas simples y contundentes, aunque sean falsas, ya que ante una realidad incierta del hoy capitalismo americano, al igual que los colombianos y el baño de sangre y hambre que padece el país, prefieren vivir de sueños futuros que no llegaran. Y en tal sentido, en la vida americana del espectáculo las redes sociales son el espacio ideal para que las falsas ideas del “mesías” se propaguen en la tribu que le sigue con devoción. Solo hay que hacerse de la tribu para escuchar lo que esta quiere oír. Y eso ha hecho Trump, y el 6 de enero, eso fue lo que hizo. Lanzó su tribu contra el Capitolio, como diciendo, aquí estoy yo.

Como bien anota Guy Debord en su célebre libro La sociedad del espectáculo: “La mayor parte de los trabajadores (la clase obrera y el lumpen, en este caso la gran tribu trumpista) están alienados por los medios de producción que las grandes élites les han brindado y sin posibilidad de escapar. Eso sí, sin incluir su realidad de clase sino la mediada por imágenes que el poder proporciona”. En otras palabras, la tribu está alienada por el espectáculo. Por el circo y el pan, solo que en esta ocasión el circo abunda y el pan está escaso, y que el nuevo capitalismo americano no les ofrece futuro.

Y es que de acuerdo de Debord: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”. Y complementa Debord, el espectáculo: “Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenciones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante”. Y en este caso, el espectáculo está hecho para un público ávido de acción, el cual en la sociedad estadunidense encontró a su showman, y contra todo regla, ese “director” de masas ciegas, el 6 de enero en medio de sus diatribas al estilo Mussolini y Hitler, repitiendo mentiras constantemente, y diciéndole a su tribu: “Conozco tu dolor. Nos robaron una elección. Fue una elección arrolladora y todos lo saben”, los lanzó contra el Capitolio. En tal sentido, la política del espectáculo, que no nació con Trump, pero tampoco morirá con él, se hizo realidad en medio de disfraces y comparsas que hoy el mundo conoce. Por lo que se ve venir, habrá Trump para rato.

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