Cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo de la era Donald Trump, nos encontramos que faltaba lo peor. El asalto al Capitolio de los Estados Unidos, autorizado por un gobernante que perdió ya la cabeza, es patético.
Nada más terrible para la América caucásica de Trump que verse de nuevo relegada en solo cuatro años por la verdadera y auténtica América democrática, esta vez representada por político como Joe Biden, que lleva más de cuarenta años sirviéndole a la nación, y de una temeraria abogada afroamericana, como la señora Kamala Harris, que, siendo fiscal, apoyó profundas reformas a la policía.
Los que hemos vivido y padecido estos casi cuatro años este gobernante impredecible y loco, creíamos que con el triunfo de los demócratas íbamos a despertar a una América más optimista y esperanzadora, pero ahora creo nos espera mucho camino por recorrer.
Esta pesadilla Trump aún no termina, el derrotado y errático líder respaldado por más de 70 millones de votos seguirá en la arena política, apoyado también por ilusos hispanos, entre ellos cubanos, colombianos y venezolanos, ya nacionalizados que tienen de costumbre el culto al dinero ajeno, cuando no comerse el cuento del falso comunismo de los demócratas.
Sin duda alguna, más que la derrota de Trump, el fracaso del proyecto Hagamos América grande otra vez (Make America Great Again) es una tragedia para los racistas blancos que son la base electoral de Trump. Eso lo podemos constatar en los videos que se tienen de la fallida toma al palacio y de las caras de miles de personas apostadas en las afueras que se negaban a ser dispersadas a pesar del toque de queda. Es de anotar que la mayoría de los participantes en el asalto y la totalidad de los arrestados son blancos extremistas.
La conspiración orquestada desde adentro del Capitolio por Ted Cruz y Rick Scott y otros cinco senadores más para desconocer el triunfo de Biden alegando fraude no encontró respaldo del vicepresidente Mike Pence, que diligente se subordinó a lo establecido por la ley de los colegios electorales.
Al final esta rebelión orquestada por Trump, como todo lo suyo, fue un total fracaso, y de nada vale que se invente excusas. Ahora lo que sigue en esta dos últimas semanas, hasta la entrega del poder el día 20 de enero, más de lo mismo de parte de Trump: promesas y mentiras, dos palabras que de seguro serán cuando lo citen los historiadores la impronta de su legado.
