En la época dorada de la radio, cuando se exigía a los de micrófonos la licencia de locución expedida por el Ministerio de Comunicaciones, luego de estrictos exámenes y entrevistas, la voz de Jorge Correa Tamayo brilló como una de las más prestigiosas y cotizadas como lector de noticias, director artístico, maestro de ceremonias y declamador.
Correa Tamayo impuso un estilo propio: cultor de la dicción, del acento y las pausas, y del hondo sentimiento romántico que imprimía a sus declaratorias y versos, la mayoría del repertorio popular, en las plumas de bardos como Rafael de León, Federico García Lorca, Guillermo Aguirre y Fierro, Miguel Ramos Esteros, Agustín Rivero, Juan de Dios Peza, Manuel Benítez Capasco, Jorge Robledo Ortiz y Carlos Castro Saavedra, entre otros.
Oír en su voz poemas como El seminarista de los ojos negros, A solas, La casada infiel, Penas y alegrías del amor, Las abandonadas, El duelo del mayoral, y el infalible Brindis del bohemio, minutos antes de las doce campanadas que dan paso a un nuevo año, era un deleite para el buen oído, y un estremecimiento en las fibras del alma. Con los sellos Orbe y Alexander Récords, alcanzó a grabar veinte álbumes de sus interpretaciones poéticas.
No en vano, la Asociación Colombiana de Locutores (ACL), entre los múltiples reconocimientos que le confirió a lo largo de su brillante carrera, le agregó el título de "El poeta del romance".
Jorge, oriundo de Medellín, se inició muy joven en estas lides de cabinas radiofónicas. Fue por don Tulio Sánchez Osorio, de Radio Metropolitana de Bogotá, que a los dieciséis años probó suertes en micrófonos, con el beneplácito de una audiencia que fue cautivando y cosechando en otros circuitos radiales como Todelar, Caracol, Super, Melodía, Radio Sistema Tricolor de Colombia, y en su última etapa, en su tierra natal, la emisora cultural de la Universidad de Medellín (940 AM), y Teleantioquia.
Programas como Serenata galante, Tango de smoking, Callejón de Buenos Aires y El ventanal de los recuerdos, este último a dos voces con su hijo Leonardo Correa Ferrucho, dan cuenta de la vocación, el carácter, la responsabilidad y el respeto por la audiencia que sostuvo Correa Tamayo en sus 60 años de vida profesional.
"Antes era un orgullo presentarse como locutor. Hoy, ya no, porque quedamos metidos entre el montón de la mediocridad y la vulgaridad de aquellos que sin academia, trayectoria y experiencia, abusan de los micrófonos, y lo más lamentable, irrespetan a los oyentes, al preciado público, que es a quienes nos debemos", expresó Correa en entrevista concedida al colega Germán Posada, en 2017.
Al destacado presentador y declamador antioqueño lo sorprendió la muerte, a los 77 años, en la madrugada del pasado 25 de diciembre, en la soledad de su apartamento de Medellín. Fue por las insistentes llamadas de sus familiares en Colombia y en Estados Unidos, para saludarlo de navidad, que alertaron su deceso, resultado de un infarto cardíaco.
Se apaga una de las voces magistrales de la radiodufusión en Colombia, de las que en el transcurrir de la historia han enaltecido este bello y noble oficio, por nombrar algunas, las de Juan Harvey Caicedo, Eucário Bermúdez, Pedro Montoya, Juan Caballero, Gustavo Niño Mendoza, Eduardo Aponte Rodríguez y Armando Plata Camacho (actual presidente de la ACL).
El estilo de estos grandes ha sido reemplazado por la ramplonería y la desfachatez, y la cuota romántica de la palabra por el reguetón y sus derivados. Es la banda sonora de la decadencia. Y cualquier mequetrefe sin licencia se suelta ante micrófonos con lo que le venga en gana.
Maestro Jorge Correa Tamayo, con el orgullo y la satisfacción del deber cumplido, descanse en paz. Perdurará su memoria.