Antes definíamos al ñero como la persona vulgar, mal hablada y que robaba. Y aunque no ha cambiado mucho la definición, ahora estos personajes tienen algo o mucho dinero y los vemos en el día a día. De hecho, unos tienen reconocimiento y están como influencers o youtubers, cantantes u otras “profesiones”.
Además, están en diferentes estratos sociales, aunque el típico es el ñero de barrio, que se reconoce muy fácil. Es el que quiere o tiene un cuerpo marcado y tatuado, se las da de muy macho, utiliza términos como “papi” o “parcero” para referirse a otro hombre, sus publicaciones en Facebook hacen referencia a la cerveza y mujeres, y le encanta la música popular y la electrónica. Algunos tienen carro y su único sueño es engallarlo con un equipo de sonido para colocar a todo volumen las canciones de su artista preferido (para unos es Jessi Uribe, otro ñero que alcanzó reconocimiento y cuyas canciones reflejan sus problemas sentimentales).
Por otro lado, como ya dije, algunos ñeros son influencers o quieren serlo. Sus canales solo reflejan la podredumbre de cierta parte de la sociedad, como uno que se hace llamar La Liendra, que a juzgar por su sobrenombre me imagino que fue ladrón o sicario y se “rehabilitó”, o Epa Colombia, quien genera noticia por las pendejadas que hace.
Sin embargo, este problema de montadores y ñeros parece haber cobrado más vida hoy en día, ya hasta el papá y la mamá hacen parte de ese combo, colocaron de moda la palabra “tóxica” para referirse a sus compañeras sentimentales. Las mujeres no se quedan atrás, les encanta aparentar, hablan de fútbol, utilizan la palabra “marica” y tienen el cabello planchado y hablan gomelo.
Recuerdo cuando vi una noticia sobre Juan Manuel Santos, donde el mandatario, ante una cumbre de presidentes de ese momento, aseguró que Colombia para el año 2025 sería la más educada. Ahora les pregunto: ¿creen que la ciudadanía será la más educada con estos antecedentes que vemos ahora? No nos engañemos, ni construyendo más colegios ni universidades va a cambiar este panorama. Sencillamente porque los ñeros han llegado a todos los estamentos; unos son políticos, empresarios, influencers y cantantes, solo basta con ver al senador Mejía para darnos cuenta de que estamos perdidos o a la senadora Cabal para entender que una universidad no hace milagros. La tarea es complicada.
Sería bueno escuchar de algún político una propuesta de comenzar a crear centros de educación intensiva, en los cuales los niños a los cinco años obligatoriamente tengan que asistir de forma permanente y sin salir de allí, y se los devuelva a sus familiares a los dieciocho años, formados y todos unos ciudadanos de bien. Con treinta años que se mantengan estos centros de formación, ahí sí podemos ponernos una meta de Colombia educada, de resto son pañitos de agua tibia.
Yo quizás soy un ñero, consumo música popular, vivo en un barrio de estrato bajo donde su gente está enloquecida por el trago, el cuerpo de gym y la cerveza. Como por estos días está de moda decir que es de centro, diré que soy un ñero de centro.
