En primer lugar, se suele culpar de la actual ola de inseguridad a los alcaldes (como primera autoridad del municipio) y a los jefes de policía. Esas acusaciones las hacen los enemigos políticos, quienes cuando han ejercido el cargo han sufrido el mismo señalamiento.
Luego, se culpa a la Policía Nacional por su supuesta ineficacia y hasta ahí llegamos. ¿Pero no estamos enterrando la cabeza en la tierra para no querer ver el problema “como el avestruz”?
Si analizamos la situación desde el ejemplo del robo de un celular vemos que pasa lo siguiente:
Si la víctima está de suerte y el atracador es capturado, entonces el infractor es conducido a la estación de policía más cercana. Allí se cumplen los protocolos y si no hay denuncia formal el ladrón es dejado en libertad de manera casi inmediata, pero si hay solo se demorará unos pocos días en quedar libre por los atajos que el sistema judicial le otorga.
¿Y qué pasa si el ladrón logra su objetivo? Pues que sale a vender el bien mal habido y sigue en su “trabajo”, que para él es su modo de vida.
Al revisar este caso vemos cómo intervienen cuatro factores que se deben tener en cuenta y todos son de primer orden:
- La culpa del Estado por no proveer las unidades necesarias para que la Policía Nacional cumpla con su función; unidades que deben ser suficientes, que deben estar fijadas por las mediciones por cada cien mil habitantes y que están establecidas internacionalmente.
- La culpa de las actuales normas y leyes que nos rigen, las que en un momento dado le dan al infractor garantías que en la mayoría de los casos le permiten recobrar la libertad en tiempo récord.
- La culpa del sistema carcelario colapsado y atrasado que ya no tiene espacio para albergar más infractores. Vemos que en las URI, los CAI y hasta en los parques se mantienen a los detenidos.
- La culpa de la misma ciudadanía afectada, que compra los productos robados, llegándose el caso de adquirir los mismos elementos que horas antes le han sido hurtados. Nuestro ladrón de celulares no se los roba para su colección privada y lo peor es que todos sabemos, incluida la Policía, donde los venden.
Mientras no logremos armonizar nuestro sistema penal con la forma de pensar de nuestra enferma sociedad, la ley de la selva seguirá imperando y casos como los atracos masivos con víctimas fatales seguirán siendo la noticia del día. Mientras tanto, los alcaldes y demás autoridades solo se limitarán a acomodar estadísticas que les favorezcan.
Entonces veremos nuevamente, como ya lo hemos visto, al ladrón riéndosele en la cara del policía y posando para la foto haciéndole pistola con sus dedos, sujeto que luego de la foto y a pesar de su voluminoso prontuario ya está libre y repitiendo el ciclo.